Domingo, 02 de Febrero 2025

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Transformación de transformaciones

Por: Augusto Chacón

Transformación de transformaciones

Transformación de transformaciones

Tiempos aciagos los que pasa la política en el mundo. Aunque para estar a tono con los novedosos axiomas que el régimen incluye en su segundo piso, exclamemos como en la película de Joaquín Pardavé: “¡Ay, qué tiempos, señor Don Simón!”. Donald Trump llegó para trastocar, revolucionar el fondo y las formas, y no para bien. Pero ¿en dónde los regímenes emanados del populismo no se instalaron para construir barracas derruyendo instituciones de toda laya? Con la amenaza de los efectos por los aranceles impuestos ayer por el Gobierno de Estados Unidos a México, Canadá y China, que recorre el país como gas mostaza, al parecer se hizo imperativo recurrir a innovadores fuentes de conocimiento y sabiduría para enfrentar las súbitas mudas de la geopolítica, de la diplomacia, la economía y el libre comercio. El viernes 31 de enero, la Presidenta Sheinbaum mostró la firmeza y la pericia con la que pondrá al país de cara a los aranceles, al solicitar: “Serenidad y paciencia, mi querido Solín”. Y añadió: “Estoy tranquila”. Con un golpe de los que sólo él es capaz, Kalimán desplazó de la planeación prospectiva a politólogos, economistas e internacionalistas que durante 100 años han hecho las delicias del público mexicano.

Con una especie de “no nos hagamos” de calado presidencial, la doctora Claudia Sheinbaum mostró que, si en el Norte van a pasos acelerados a un Estado casi silvestre de la noción de gobernar, por acá también tenemos con qué asilvestrarnos. Si repasamos la expresión desapasionadamente y sin maniqueísmos, no está mal: dice mucho, no compromete y, sobre todo, manda el mensaje que ha sido axial para el morenismo: Somos uno con el pueblo, lo que lo mueve a él nos mueve a nosotros y nos entendemos porque, en el sustrato del pueblo y en el de nosotras, sus actuales gobernantes está, por ejemplo, la obra radiofónica de Modesto Vázquez González y la de los creadores de los personajes de Kalimán y Solín (1963), Isidro Olace y Carlos Chacón (sin relación con el autor de este artículo). Entonces, lo dicho: No nos hagamos: Quesque Trump y sus bravuconadas, dizque muy Juan Camaney: Serenidad y paciencia. Veamos alguno de sus otros usos: Hermanas, hermanos migrantes, serenidad y paciencia; así para los sinaloenses en Culiacán y en Mazatlán en estado de guerra, y para la inclusión plena de los pueblos originarios y para que la refinería Olmeca haga lo suyo como prometieron: Serenidad y paciencia.

Y ya que de eso se trata, Kalimán no es la única veta de saber hondo. Clavillazo aporta: “La cosa es calmada”. ¿El Poder Judicial va hacia el abismo? La cosa es calmada. Si el Producto Interno Bruto durante el mandato de López Obrador creció menos que durante los seis sexenios previos: La cosa es calmada. Pero si la apacibilidad no basta y se hace necesario precisar para suministrar seguridad, Capulina también dejó huella: “No lo sé, puede ser, a lo mejor, quién sabe…”. Aunque de pronto la parsimonia no es aconsejable y tal vez la cuarta transformación ya esté intuyendo esto; si es el caso, tenemos a otro héroe de los que producimos aquí: El Águila Descalza (según una historieta y la película de Alfonso Arau, 1971), que en uno de sus parlamentos estableció una regla de comportamiento para cuando la crisis apremia: “A los huevos hay que combatirlos con huevos”.

Si demócratas somos, no hagamos a un lado la disidencia, esa que más bien preferiría ocurrir a una de las facetas de Cantinflas para enviar al presidente de Estados Unidos un recado de mesura, una muestra de que hay quienes por acá no dudan en asumir el rol conservador y apátrida que la tal disidencia concede a México: “Susórdenes jefe”; a lo que, desde otra de las vertientes del saber cantinflesco, muchas, muchos repondrían: “Actuamos como caballeros o como lo que somos”. Con ánimo casi existencialista, un diverso adalid nacional podría señalar hacia instancias filosóficas más profundas, Chucho el Roto: “La vida es un juego de disfraces y engaños”, porque, seguiría el llamado Jesús Arriaga: “Si las cosas fueran fáciles, hasta yo las haría”.

Y si Chucho el Roto nos empujó a encrucijadas del ser, no queda más remedio que recurrir a distinta frecuencia del cuadrante de la radio, en la que reposa el acervo de Porfirio Cadena, “El ojo de vidrio”: “No me rendiré, aunque me persigan hasta el fin de los tiempos”, “la justicia no siempre viene de los poderosos, a veces viene de los valientes”. Aquí podríamos intercalar la interjección polisémica de Adalberto Martínez, “Resortes”: “Ay, mamachita”, viene bien como intermezzo en los debates filosóficos a los que ya debemos irnos habituando. Además, no puede faltar la inteligencia socarrona y contundente de un personaje de Rius, Calzonzin, que no dudamos podría remover la conciencia de Donald Trump: “La justicia es ciega y no ve a quien agarra, pero bien siente lo que recibe”.

Tanta vehemencia del pensamiento es insostenible, la cuarta transformación se puede dar el lujo de un remanso y volver a un clásico de clásicos entre las y los paladines de la patria diamantina (descripción que Ramón López Velarde hizo de México), El Chapulín Colorado; si el embate trumpista socava la economía y la autoestima del pueblo, que la Presidenta remate con una proposición que es a un tiempo grito de batalla y signo de identidad: “¡Síganme los buenos!”. Y cuando constate que su fama y aprecio popular no decrecen, puede decirse a sí misma, o frente a la cámara (la de diputados, la de senadores y la de la mañanera): “No contaban con mi astucia”. Pero ya fue suficiente, callemos, pongamos atención, podremos escuchar a Manolín con su festivo: “Fíjate que suave”, sólo para que acto seguido Clavillazo concluya: “¡Pura vida!”

agustino20@gmail.com

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