Sábado, 01 de Febrero 2025

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Los monstruos de Teocaltiche

Por: Isaack de Loza

Los monstruos de Teocaltiche

Los monstruos de Teocaltiche

Lo llamaron “vehículo blindado de manera artesanal”. Personalmente odio el término, pero así es como las autoridades decidieron bautizarlo. En realidad, es una camioneta adaptada con toneladas de acero y cristal resistente a las balas para simular las funciones de un tanque. Es, por supuesto, una unidad de fabricación casera. Un “monstruo”.

Pero en Teocaltiche, donde ese bodrio de automóvil fue asegurado, existen más “monstruos” que han recorrido sus calles y sus brechas.

El pasado 23 de enero, un adolescente de 15 años declaraba con notable nerviosismo y la voz disminuida a los soldados y agentes estatales encapuchados que le colocaban las esposas. Con firmeza, le preguntaron el nombre, su edad y qué hacía en el sitio. La respuesta: trabajaba para el Cártel de Sinaloa. Lo reclutó su papá.

Junto a este joven, otros cuatro individuos –todos mayores de 30 años– fueron arrestados en la movilización que, por cuarta ocasión, permitió detectar un sistema de cámaras de videovigilancia que el crimen organizado instaló en las calles de la localidad para descubrir y evadir los operativos a tiempo.

Los cinco detenidos estaban armados. Los cinco usaban chalecos antibalas. Los cinco, uniformados. Todos, hijos de un “monstruo”.

Teocaltiche ha sido un centro de operaciones de la delincuencia organizada desde hace mucho más tiempo del que la gente que vive ahí quiere recordar. Todos saben sus reglas, cómo comportarse y hacia dónde voltear cuando pasa el convoy.

Cuatro días antes, el domingo por la noche, el personal operativo de la llamada Fuerza Interinstitucional Regional (FIR) fue atacado a balazos por una célula del narco. Los gatilleros emboscaron a las autoridades y luego huyeron con rumbo a Zacatecas. El saldo: una oficial con un rozón de bala.

Fue a través de esa red de videovigilancia como el grupo delictivo interceptó al personal del Ejército, la Guardia Nacional y la Policía del Estado. Pero vino la revancha. Días después, estos últimos regresaron con refuerzos, una unidad artillada de verdad y dieron la estocada.

En los últimos seis años, las intervenciones en zonas de conflicto –como Los Altos de Jalisco– fueron, por decir lo menos, tibias. Ni a nivel estatal ni federal figuraron las capturas estratégicas. Por el contrario, sin el mínimo de aflicción se reconoció públicamente cuando hubo órdenes para dejar en libertad a líderes del crimen organizado.

Aquí, en Jalisco, la distancia que marcó la olvidable administración anterior con el Gobierno federal dejó en claro que, tanto en lo administrativo como en lo operativo, el trato sería el mínimo necesario. Cortés pero distante. Ahora, la lógica pinta distinto. El acercamiento que logró Pablo Lemus con Claudia Sheinbaum al fin quitó las trabas a una cerradura que estaba más que atascada.

Hoy, agentes estatales y federales hacen equipo para entrar a zonas corroídas por el “monstruo”. Tanto en el discurso como en los hechos, a nivel local y federal se advierte un giro de tuerca para comenzar a dar paz a una Entidad en guerra. Y esa narrativa también es noticiosa.

Es cierto, los “monstruos” no viven sólo en Teocaltiche. Los espacios de este país que han sido consumidos por el narco, y en donde los mismos padres son quienes reclutan a sus hijos en él, son innumerables. Y ese es el tamaño del reto al que se enfrentan las nuevas administraciones.

El único sello de dignidad con el que pueden irse los que hoy están, y los que quienes estuvieron antes guardaron bajo llave, es precisamente devolverle la paz a sus gobernados. Y justo a ellos, a quienes tuvieron el poder de hacer algo, pero dejaron que el “monstruo” creciera, la historia ya los tiene bien puestos en el lugar que se merecen.

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