Lunes, 03 de Febrero 2025

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La soberanía no es una gracia divina

Por: Eugenio Ruiz Orozco

La soberanía no es una gracia divina

La soberanía no es una gracia divina

La soberanía es la facultad de una sociedad para autodeterminarse en el territorio que habita. Nuestra Constitución establece, en el Artículo 39, que la soberanía reside originalmente en el pueblo y, para su ejercicio, dado que no puede ejercerse directamente por todos los ciudadanos, se creó un sistema político representativo. La soberanía es consubstancial e indivisible con una serie de valores sin los que es imposible su vigencia: libertad, independencia, justicia redistributiva y democracia. Aun cuando está consignado en la Carta Magna que somos una república soberana, democrática y representativa, hay factores que condicionan y limitan lo establecido en ese precepto: la economía y la geopolítica.

Desde antes de que el Sr. Trump llegara por segunda vez a la presidencia de los Estados Unidos y como una propuesta para alcanzar la victoria en las urnas, se comprometió a “devolver” la grandeza al pueblo norteamericano. Para ello, dijo que los países con los que tienen relaciones comerciales deberían aportar al tesoro de Estados Unidos, vía aranceles, una mayor cantidad de la riqueza generada allende sus fronteras. Prometió, asimismo, proteger la planta productiva, expulsando a los trabajadores residentes que se encuentran ilegalmente en los Estados Unidos, a los que no dudó en calificar como “delincuentes”. La intención de agregar a Canadá como Estado 52 de la Unión Americana, apropiarse de Groenlandia o cambiar de nombre al Golfo de México por el de América no son balandronadas; obedecen al espíritu expansionista de la doctrina acuñada por el quinto presidente de los Estados Unidos, James Monroe. México sufrió, en el año 1848, la mutilación de la mitad de su territorio (2´300,000 km2).

Nuestro problema es que tenemos más de tres mil kilómetros de frontera con la nación más poderosa del planeta. Por tanto, somos un tema de seguridad nacional para nuestros vecinos. Somos, además, su primer socio comercial. Ellos tienen el ejército más poderoso del mundo, la moneda que mayor aceptación tiene en todos los continentes (patrón dólar), son el país con mayor capital invertido en México… ¡Ah, y un pequeñísimo detalle! No nos podemos cambiar de domicilio. Le podemos seguir. Las asimetrías saltan a la vista. No somos iguales. Somos, como todos los pueblos de Latinoamérica, profundamente frágiles. Apenas el presidente de Colombia, Gustavo Petro, levantó la voz rechazando la repatriación de un grupo de deportados, y en menos de 24 horas fue puesto de rodillas.

En el pasado, la invasión del territorio entrañaba una violación a la soberanía nacional. Ahora, cuando la mayoría de las operaciones financieras se realiza a través de procedimientos electrónicos y la estratosfera está permanentemente orbitada por satélites de las potencias mundiales, el concepto de “soberanía” en los términos originales resulta anacrónico.

La soberanía no es una gracia divina: se conquista y se defiende, y no hay mejor defensa que un sistema educativo de excelencia y un ejercicio honesto, pulcro y eficaz de quienes desempeñan cargos públicos en cualquiera de sus niveles. Los días por venir serán difíciles. Es importante racionalizar los acontecimientos para no dejarnos llevar por nuestras emociones.

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