El miércoles de ceniza era día de ayuno y abstinencia. Temprano acudía la gente a Misa. Concluyendo la celebración, el sacerdote imponía la ceniza después de bendecirla rociándola de agua bendita en tres ocasiones, se usaba el incienso y finalizaba con la antífona Asperges me.En ese entonces, antes del Concilio en 1965, el sacerdote oficiaba la misa de espaldas al pueblo y, salvo la homilía, todas las oraciones y preces eran en latín. Los fieles comulgaban de rodillas tras la baranda que impedía el libre acceso al Presbiterio, no se hacía como hoy una fila en medio y de pie.Después de la bendición de la ceniza, el sacerdote pronunciaba en latín una oración que decía: “Enmendémonos y mejoremos aquello en que, por la ignorancia, hemos faltado; no sea que, sorprendidos por el día de la muerte, busquemos tregua para penitencia y no podamos encontrarla. Óyenos Señor y ten compasión, porque hemos pecado contra ti” y acto seguido, descendía de las gradas del altar para proceder a la imposición de la ceniza.Los fieles estaban de rodillas al pie del altar, separados sólo por la baranda, distribuidos a lo largo; al imponer la ceniza, el Sacerdote decía esta Monición en latín: “Memento homo, quia pulvis es, et in pulverem reverteris” es decir: “Recuerda hombre, que polvo eres y al polvo volverás” y el que la recibía se retiraba de inmediato para dejarle el lugar al siguiente y regresaba a su banca en silencio con la vista baja y se ponía a meditar unos momentos o a leer oraciones apropiadas que venían en los antiguos Misales o Devocionarios; y luego se iban a su rutina cotidiana con la cruz de ceniza en su frente y el orgullo de su Cristiandad y su piedad.En el Templo reinaba un absoluto silencio, roto sólo por la voz del sacerdote y el crujir de la madera de las bancas y reclinatorios cuando alguien se sentaba o arrodillaba. Era impresionante el silencio en el interior del Templo y ese olor a madera, el de la cera de las velas y el incienso que, minutos antes, había servido para el asperges de ceniza, era inconfundible. Había mucha devoción y respeto, mucha sobriedad; las imágenes de los Templos se cubrían con telas de color morado, al igual que las vestiduras sacerdotales.Así iniciaba la cuaresma. El miércoles de ceniza marcaba el inicio de un tiempo litúrgico y el punto de partida para la práctica cuaresmal que cada familia tenía. Así, unos acostumbraban a ir cada semana a visitar al Santísimo Sacramento, otros al Viacrucis, unos más a rezar el Rosario, también se acudía a los Ejercicios Espirituales para niños, jóvenes, matrimonios y personas solas. En el terreno secular, unos prometían abstenerse de ingerir bebidas alcohólicas, otros dejaban de fumar, otros más se vestían de medio luto y aún de luto completo toda la cuaresma, dejaban de afeitarse, no iban a fiestas o al cine, hasta a los niños se les pedía algún sacrificio como no comer dulces; el caso es que cada uno se comprometía durante la cuaresma a hacer algún sacrificio. Yo conservo esa tradición. En esta cuaresma prometí no comer pan dulce y, ni modo, en este año no disfrutaré de las empanadas.Hablando de los platillos de cuaresma, hacían su aparición las tortitas de camarón, las de queso, las de chinchayote, las de papa, el caldo michi, el de camarón seco, la sopa de coliflor, las calabacitas con elote, el pescado blanco rebozado, los chiles rellenos de queso, y en lo dulce, la tradicional capirotada y las empanadas. Mi papá acostumbraba comprarlas en las panaderías del Centro: La Independencia, La Nacional o en la Luz que, por cierto, todavía se encuentra en Herrera y Cairo y Pedro Loza; se ofrecían dulces y saladas. Entre las primeras estaban las de crema con pasas, de camote, fresa, piña y manzana, y las saladas eran de bacalao y atún, principalmente, después vinieron las de marlín y las de rajas con queso; también las vendían afuera de los Templos y yo creo que el día que más vendían era el Jueves Santo, el día de la visita de los Siete Templos.Quedan muchos recuerdos de la cuaresma de antaño, que estaré compartiendo con ustedes. Espero encontrarlos en estas mismas páginas de EL INFORMADOR el sábado próximo, si Dios nos presta vida y licencia.