Lunes, 10 de Marzo 2025
Cultura | V domingo ordinario

Evangelio de hoy: Dejándolo todo, lo siguieron

En el evangelio de hoy vemos como Jesús es el que sale al encuentro de los que serían sus apóstoles

Por: Dinámica pastoral UNIVA

«Jesús le dijo a Simón: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres”. Luego llevaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron». WIKIMEDIA/«La pesca milagrosa», de Rafael Sanzio

«Jesús le dijo a Simón: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres”. Luego llevaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron». WIKIMEDIA/«La pesca milagrosa», de Rafael Sanzio

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA

Isaías 6, 1-2a. 3-8.

«El año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor, sentado sobre un trono muy alto y magnífico. La orla de su manto llenaba el templo. Había dos serafines junto a él, con seis alas cada uno, que se gritaban el uno al otro:

“Santo, santo, santo es el Señor, Dios de los ejércitos;
su gloria llena toda la tierra”.

Temblaban las puertas al clamor de su voz y el templo se llenaba de humo. Entonces exclamé:

“¡Ay de mí!, estoy perdido,
porque soy un hombre de labios impuros,
que habito en medio de un pueblo de labios impuros,
porque he visto con mis ojos al Rey y Señor de los ejércitos”.

Después voló hacia mí uno de los serafines. Llevaba en la mano una brasa, que había tomado del altar con unas tenazas. Con la brasa me tocó la boca, diciéndome:

“Mira: Esto ha tocado tus labios.
Tu iniquidad ha sido quitada
y tus pecados están perdonados”.

Escuché entonces la voz del Señor que decía: “¿A quién enviaré? ¿Quién irá de parte mía?” Yo le respondí: “Aquí estoy, Señor, envíame”».

SEGUNDA LECTURA

Corintios 15, 1-11.

«Hermanos: Les recuerdo el Evangelio que yo les prediqué y que ustedes aceptaron y en el cual están firmes. Este Evangelio los salvará, si lo cumplen tal y como yo lo prediqué. De otro modo, habrán creído en vano.

Les transmití, ante todo, lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, como dicen las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según estaba escrito; que se le apareció a Pedro y luego a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos reunidos, la mayoría de los cuales vive aún y otros ya murieron. Más tarde se le apareció a Santiago y luego a todos los apóstoles.

Finalmente, se me apareció también a mí, que soy como un aborto. Porque yo perseguí a la Iglesia de Dios y por eso soy el último de los apóstoles e indigno de llamarme apóstol. Sin embargo, por la gracia de Dios, soy lo que soy, y su gracia no ha sido estéril en mí; al contrario, he trabajado más que todos ellos, aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios, que está conmigo. De cualquier manera, sea yo, sean ellos, esto es lo que nosotros predicamos y esto mismo lo que ustedes han creído».

EVANGELIO

Lucas 5, 1-11.

«En aquel tiempo, Jesús estaba a orillas del lago de Genesaret y la gente se agolpaba en torno suyo para oír la palabra de Dios. Jesús vio dos barcas que estaban junto a la orilla. Los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió Jesús a una de las barcas, la de Simón, le pidió que la alejara un poco de tierra, y sentado en la barca, enseñaba a la multitud.

Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: “Lleva la barca mar adentro y echen sus redes para pescar”. Simón replicó: “Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada; pero, confiado en tu palabra, echaré las redes”. Así lo hizo y cogieron tal cantidad de pescados, que las redes se rompían. Entonces hicieron señas a sus compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a ayudarlos. Vinieron ellos y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían.

Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús y le dijo: “¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!” Porque tanto él como sus compañeros estaban llenos de asombro al ver la pesca que habían conseguido. Lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.

Entonces Jesús le dijo a Simón: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres”. Luego llevaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron».

Confiado en tu palabra, lo haré

En el Evangelio de hoy, Jesús encuentra a Simón al final de su jornada de trabajo mientras lavaba sus redes para dejarlas listas para el siguiente día. Jesús interrumpe esa labor, sube a la barca de Pedro y le pide que la aleje para continuar enseñando a la gente. Pedro lo escucha, no solamente le permite usar su barca y lo aleja de la orilla, sino que oye el mensaje que Jesús quiere compartir con la gente. Es curioso como el evangelista describe que la gente se agolpaba para escuchar las enseñanzas de Jesús; sin embargo, no se preocupa, al menos en este pasaje, por dejar un registro de su mensaje, sino que se centra en lo que sucede entre Pedro y Jesús.

Pedro escuchó lo que Jesús dijo a la multitud y, probablemente, sus palabras le sonaron a buena noticia; fue un mensaje que lo llenó de esperanza, que le hizo vibrar el corazón, como al resto de las personas que lo escucharon. Sin embargo, sólo oír unas palabras bonitas no habría cambiado nada en sus vidas. Lo que sucede después entre Pedro y Jesús es lo importante, por eso el discurso no aparece, sino que el evangelista se centra en las acciones. Jesús invita a Pedro a regresar a su trabajo, a su vida cotidiana, pero confiando en él, en lo que le ha escuchado decir, en su mensaje. Al hacerlo, el resultado de su trabajo es tan diferente que parece un milagro.

Muchos cristianos llevamos escuchando el mensaje de Jesús mucho tiempo, la mayoría durante todas nuestras vidas. No obstante, no se producen cambios significativos en nuestra manera de vivir porque desconectamos su mensaje de nuestra vida cotidiana. El evangelista nos presenta que después de escuchar las palabras de Jesús es necesario ponerlas en práctica sin que sea necesario emprender grandes obras, sino en lo ordinario. Si escuchamos el mensaje de Jesús y confiamos en sus palabras al actuar en nuestra cotidianidad, se producirán resultados sorprendentes que transformarán no solamente nuestras vidas, sino la realidad, tal como le ocurrió a Pedro y a los pescadores que se atrevieron a remar más adentro.

Hugo Xicohténcatl Serrano, SJ - ITESO

Dejándolo todo, lo siguieron

El nombre de “cristianos” fue utilizado por primera vez en el siglo I en Antioquía de Siria para designar a los seguidores de Jesús, que también eran conocidos como: “los del camino”, y es que precisamente el seguimiento de Jesús se nos presenta como un camino, un itinerario interior en el que, aunque parezca extraño, el que da el primer paso no es el peregrino, sino Jesús. 

En toda la historia de la salvación es Dios quien da el primer paso, quien sale al encuentro del hombre para revelarse, el que “primera” en el amor. En el evangelio de hoy vemos como Jesús es el que sale al encuentro de los que serían sus apóstoles, es Él quien irrumpe en la vida cotidiana de los que llama, en la pesca, en lo cotidiano. Es así como Él provoca el encuentro que llevara a el inicio de una auténtica relación de amor, pues a través de Él podemos ver el rostro amoroso del Padre.

Este pasaje nos indica que el encuentro con Cristo es siempre un itinerario interior, al encontrarnos con Dios lo primero que podemos experimentar es la propia fragilidad y miseria, nuestro pecado contrasta con la santidad de Dios y podemos sentirnos indignos de su amor (aléjate de mi Señor pues soy pecador), y aunque efectivamente lo somos, el amor de Dios suscita la conversión en un corazón que esta dispuesto a ser sanado. 

Es entonces cuando confiando en Él por la fe somos purificados, y así el Señor nos llama por nuestro nombre, es decir, nos revela nuestra identidad: “vengan y los haré pescadores de hombres(..) Tú eres Pedro...”.  Nos llama a seguirlo para estar con Él y después enviarnos, como su Padre lo ha enviado a Él. 

No hay forma de entender a aquel que deja todo por otra persona mas que por el amor, ¿En que etapa de este itinerario con Cristo te encuentras en este momento? ¿Cuántas veces quizá ha querido Jesús salir al encuentro en tu cotidianidad, en tus actividades diarias y no le has visto? O tal vez has notado su presencia, pero te has sentido indigno de su amor. 

El Señor nos invita en este domingo a reconocer cómo sale a nuestro encuentro, cómo busca que tengamos una experiencia de su amor para llamarnos a nuestra propia misión, a la misión de ser aquello que pensó desde la eternidad antes de venir al mundo y que es el sentido profundo de nuestras vidas. Pidámosle al Señor la gracia para poder recorrer este itinerario interior y la fortaleza para poder decir “sí”, para poder dejarlo todo y seguirlo.
 

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