La llegada de Donald Trump a un segundo mandato ha desatado una oleada de cambios que afectan directamente a México. Con decretos ejecutivos centrados en migración, comercio y el combate al fentanilo, su agenda redefine las reglas del juego en la relación bilateral. Sin embargo, más allá de estas medidas mediáticas, Trump ha impulsado una reestructuración profunda del gobierno estadounidense que podría tener consecuencias de largo alcance para México.El nombramiento de Russell Vought como director de la Oficina de Gestión y Presupuesto deja clara la intención de Trump: desmantelar la burocracia federal y otorgar mayor poder al presidente sobre la administración pública. Esta reforma busca eliminar la independencia de los organismos autónomos, reducir la burocracia y reasignar fondos según las prioridades presidenciales. Para México, esto significa que el gobierno de EE.UU. podría adoptar una política exterior más pragmática y menos dependiente de organismos intermedios.Trump también apuesta por una eliminación del servicio profesional de carrera en favor de funcionarios leales a su administración. Esta medida, sumada al respaldo del Congreso republicano, la influencia de Elon Musk en la reestructuración del aparato estatal y la dirección de Vought en presupuesto, podría generar una política más errática hacia México, donde los acuerdos bilaterales dependan de decisiones personales del mandatario y su equipo.Howard Lutnick, nuevo responsable de la política comercial, ha dejado claro que los aranceles serán utilizados con fines políticos. En este contexto, México enfrenta el riesgo de ver sus exportaciones condicionadas a concesiones en migración y seguridad. Además, el nuevo gobierno busca incentivar la manufactura estadounidense, con medidas que podrían afectar la inversión extranjera en México y su rol dentro del T-MEC.La estrategia de Lutnick también se centra en reducir la dependencia tecnológica de China, lo que podría representar una oportunidad para México en sectores como telecomunicaciones y manufactura aeroespacial. Sin embargo, esta ventaja solo se materializará si México logra consolidar su posición como aliado estratégico y evita represalias comerciales.Por otra parte Robert E. Lighthizer quién ocupará una posición clave en la política comercial ha publicado un texto en el New York Times, donde plantea abiertamente establecer un nuevo orden comercial basado en aranceles compensatorios en función de negociar nuevas condiciones alejadas del orden actual de la OMC. Se trata no solamente de reciprocidad bilateral sino de nuevas reglas lo que se está planteando.Trump planea profundizar su política fiscal de reducción de impuestos para individuos y empresas, lo que podría atraer inversiones hacia EE.UU. y restarle competitividad a México. La posibilidad de financiamiento de estos recortes a través de nuevos aranceles podría elevar el costo de exportaciones mexicanas y afectar sectores clave como el automotriz y el agroindustrial.Aun así, la exención de impuestos sobre propinas y horas extras podría generar una mayor demanda de trabajadores mexicanos en EE.UU., lo que podría aumentar las remesas y fortalecer la economía mexicana. Sin embargo, este fenómeno también podría incentivar una migración laboral que, de ser vista como una amenaza por la administración Trump, podría derivar en nuevas medidas restrictivas.La interdependencia económica entre México y EE.UU. exige que el gobierno mexicano adopte una estrategia flexible para adaptarse a esta nueva era. Trump busca reducir el gasto público, implementar una política comercial basada en reciprocidad y disminuir impuestos para fortalecer la economía estadounidense. En este contexto, México debe enfocarse en construir acuerdos que generen confianza y estabilidad en la relación bilateral.Los cambios impulsados por Trump podrían significar retos, pero también oportunidades para México. Si el país logra posicionarse como un socio estratégico en tecnología, manufactura y energía, podría beneficiarse de la reconfiguración económica global que está en marcha. La clave estará en una diplomacia pragmática y en la capacidad de adaptación a una agenda dominada por el nacionalismo económico y la política de confrontación. luisernestosalomon@gmail.com