“En Ingeniería Química hay que inscribirse y casi morirse para recibirse, y en Filosofía y Letras hay que inscribirse y sólo no morirse para recibirse”.Un aguerrido lector me compartió esta máxima, irónica claramente, para responder a la provocación en mi última columna: “La crisis del pensamiento crítico”.Compartí allí cómo se desplomaron los aspirantes de ciencias sociales y humanidades en la UdeG. Las carreras de Filosofía, Letras, Antropología, Sociología y Geografía registraron 344 aspirantes en el calendario 2014-A y en este último ciclo 2025-A sólo hubo 117.Consulté a cinco brillantes académicos del CUCSH –recomiendo leer y seguir su trabajo– sobre el origen y consecuencias de este fenómeno: David Bak Geler, filósofo y autor de “Gramáticas de la Frivolidad”; Máximo Jaramillo, economista y autor de “Pobres porque quieren”; Jorge Ramírez, sociólogo especializado en desapariciones; Paloma Villagómez, socióloga enfocada en seguridad alimentaria y Fernando Miguel Leal, doctor en filosofía de la UdeG, jubilado.La mayoría coincide en que hay una crisis de empleabilidad para estas carreras, agravada por un factor: las universidades dejaron de ser espacios para el desarrollo de estos perfiles, replicando la precarización del mercado laboral.Esto va de la mano con la excesiva orientación del sistema educativo hacia carreras rentables sólo económicamente.Hace tres lustros, la filósofa Martha C. Nussbaum advirtió en su libro “Sin fines de lucro” (2010) de una “crisis silenciosa” de las ciencias sociales y humanidades a nivel global.La autora critica el enfoque del sistema educativo centrado en el crecimiento económico, lo que denomina “educación para la renta”. Lo opuesto a la “educación para la democracia”, enfocada en formar ciudadanos críticos, reflexivos y empáticos.Ojo, no se trata de excluir a una u otra sino de equilibrarlas.Su libro se centra en demostrar que las ciencias sociales y humanidades son claves para el funcionamiento saludable de la democracia.Para Nussbaum, estas disciplinas fomentan el pensamiento crítico y la empatía, dos virtudes cada día más escasas en nuestra época.Dos ejemplos.La Inteligencia Artificial es una tecnología cuyo uso e implicaciones éticas para nuestra vida requieren de una deliberación profunda para su regulación. ¿Quién se encargará de formular esas reflexiones? ¿Elon Musk y Mark Zuckerberg?El ascenso de la ultraderecha y el “sentido común” de Trump son un reflejo de una sociedad que rechaza la crítica, la complejidad y el disenso. La “autoridad” moral e intelectual que representan Trump, Milei o Bukele para millones de personas es síntoma de esta crisis del pensamiento.La frase con que inicia este texto ejemplifica parte del problema: la idea de que las humanidades y ciencias sociales son una pérdida de tiempo, sólo para los holgazanes.Nussbaum, en su discurso de aceptación del Premio Príncipe de Asturias 2012 de Ciencias Sociales, enfatizó lo que todos deberíamos saber: el crecimiento económico no es sinónimo de calidad de vida.“Una nación puede tener un alto crecimiento económico sin libertad política y religiosa, pero la gente puede desear tener voz para delinear su vida política y moral; una nación también puede crecer bien sin una distribución adecuada de oportunidades educativas, sin un buen sistema de salud o sin seguridad”.