Lunes, 17 de Marzo 2025

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El valor de las personas

Por: Eugenio Ruiz Orozco

El valor de las personas

El valor de las personas

En memoria de Lupita Paredes.

Vivimos una época sin precedente: las instituciones que nos rigieron por muchos años han dejado de tener vigencia o están en crisis. Lo que hace algún tiempo era correcto, hoy no necesariamente lo es. Aun cuando las comparaciones pueden ser incómodas, son necesarias, pues permiten fijar puntos de referencia para establecer nuevos criterios.

Así, las profundas transformaciones que estamos experimentando se reflejan a través de las innovaciones tecnológicas, la proximidad de lo distante, el uso del lenguaje, la informalidad, la moda, el hedonismo y, sustantivamente, la modificación de los valores para ajustarlos a una realidad cambiante. El juego de los intereses, especialmente en los escenarios económico y político, ha creado una “nueva normalidad” en donde la mujer juega un rol inimaginable hasta hace algunos años.

Conozco muchas mujeres: madres, maestras, magistradas, creadoras de arte, empresarias, soldados, comunicadoras, albañiles, deportistas, escritoras, periodistas, músicos, financieras, conductoras de autobuses, etcétera. Hoy día, no hay actividad en la que no encontremos a exponentes femeninos en los mismos ámbitos que los varones y, frecuentemente, con mejor desempeño que ellos.

Actualmente, dice Mr. Google, 26 mujeres se encuentran al frente del Poder Ejecutivo de sus respectivas naciones. Mujeres brillantes han llegado a ser sobresalientes jefas de gobierno: Golda Meir en Israel, Indira Gandhi en India, Margaret Thatcher en Inglaterra, Michelle Bachelet en Chile y mi muy admirada Angela Merkel en Alemania.

También ha habido presidentas que dejaron mucho que desear en su desempeño: Imelda Marcos en Filipinas, Dilma Rousseff en Brasil y Cristina Fernández de Kirchner en Argentina. En esta nueva realidad, México es gobernado por una mujer, la doctora Claudia Sheinbaum Pardo, quien, esperamos, engrose la lista de las primeras.

Por múltiples razones admiro a las mujeres, y más aún a las que se dedican a la política y enriquecen, con su vocación y compromiso social, esta frecuentemente incomprendida profesión. Para un hombre, el reconocimiento profesional es muy difícil; para la mujer es casi imposible. Se nos mide con varas distintas. A los varones se nos justifican, toleran y perdonan muchas incorrecciones. A la mujer, no.

El ascenso de las mujeres ha sido lento y, en algunos casos, doloroso; hay quienes lo ven como una concesión de los varones. No es así. La lucha ha sido prolongada y, a veces, los magros resultados no coinciden con el esfuerzo. Aunque persisten las diferencias sexistas, sería absurdo negar que la participación de las mujeres es cada día más importante.

Sin embargo, hechos como los sucedidos el sábado 8 —durante las marchas del Día de la Mujer—, en el que pequeños grupos de inadaptadas sociales se dedicaron a dañar edificios públicos y privados (de la UdeG y la catedral entre ellos), poco abonan a su reconocimiento. ¡Claro que debemos luchar por la equidad entre mujeres y hombres! Pero no es imitando las patologías de machos depredadores como vamos a lograrlo. Por el bien de la patria, esperamos que la señora Sheinbaum, con su desempeño, deje claro que no es el género el que determina el valor de las personas.

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