El acarreo fue como se esperaba. Los principales graneros de votos de Morena movilizaron miles de personas al Zócalo de la Ciudad de México, como también lo hicieron Morena y las centrales sindicales. La idea era saturar la Plaza de la Constitución y mostrar el apoyo “popular” a la Presidenta Claudia Sheinbaum frente a la imposición unilateral de aranceles del presidente Donald Trump a México, pero cuidando de no mostrar de manera excesiva pancartas para disfrazar su esencia corporativista. Tenía sentido la convocatoria, aunque fuera un acto partidista, porque en este evento anunciaría las medidas de retaliación contra Estados Unidos.Pero en medio de los preparativos, Trump dio marcha para atrás y suspendió los aranceles hasta el 2 de abril. El miércoles pasado, en la víspera que Trump hablara por teléfono con Sheinbaum, el Departamento de Estado comunicó al Gobierno Mexicano que ante el impacto de su decisión, abriría un espacio para que alcanzaran un entendimiento durante una nueva suspensión de la aplicación de aranceles. Sheinbaum creía que el aplazamiento se debía al destierro de 29 narcotraficantes —pese a la mofa que hizo de ello Trump en su mensaje a la nación el martes—, pero el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, explicó que había sido resultado de la presión de la industria automotriz y el sector agroindustrial estadounidenses. El acto de este domingo había perdido su razón de ser.Varios de los asesores de la Presidenta sugirieron que el mitin dominical se cancelara, pero ella no quiso. Insistió en mantenerlo, aunque no había decidido hasta el sábado el tono y la dirección que llevaría su discurso. El mensaje fue pendular. Recordó las intervenciones militares estadounidenses, el despojo de más del 50% del territorio nacional en el Siglo XIX, así como los apoyos políticos de sus presidentes a México. Hubo un mensaje cáustico a Trump cuando dijo que no haría nada que lastimara a su país, lo que no se entiende si fue un ejercicio retórico o un anticipo que puede hacer lo que quiera con México, porque no habrá retaliación. Intramuros, Sheinbaum es beligerante con Estados Unidos, pero en su interacción con Trump ha optado, correctamente, por la civilidad.Sheinbaum no se va a pelear con Trump como lo hizo el primer ministro canadiense Justin Trudeau, que prácticamente terminó ayer su liderazgo en el Partido Liberal y su mandato, pero hace mal en creerse que la cabeza fría y no caer en las provocaciones le ha dado ventajas sobre lo alcanzado por Canadá. De hecho, Canadá ha cedido menos que México y el Gobierno de Sheinbaum no ha acordado nada equitativo; ha entregado lo que ha pedido Trump y hasta lo que no le ha solicitado, obteniendo idénticos resultados ambos países: aranceles unilaterales y suspensiones.Ha sido abundante la miel vertida sobre Sheinbaum por mostrarse ecuánime frente a Trump, pero en el comparativo con Trudeau, los resultados domésticos han sido inferiores para la Presidenta. De acuerdo con la serie de aprobación presidencial de El Financiero, Sheinbaum subió cuatro puntos de aprobación de enero a febrero (de 81 a 85), mientras que sus negativos se mantuvieron estables (15%). Trudeau subió 14 puntos de finales de diciembre a finales de febrero y sus negativos bajaron 16 puntos. Las encuestas electorales que mostraban al Partido Conservador adelante del Liberal por 24 puntos en enero, también se redujeron dramáticamente. El viernes, la diferencia era de 10 puntos con tendencia al alza de los liberales y a la baja los conservadores, cuyo líder, Pierre Poilievre, que parecía hace unas semanas como seguro primer ministro, se ha deslindado de Trump por el costo que le estaba causando su inclinación hacia él.Sheinbaum parece estar tomando decisiones sobre un análisis endogámico. Sus declaraciones en enero, confiada en que Trump no cumpliría la amenaza de aranceles, resultaron equivocadas, provocando que toda su agenda de trabajo se alterara y tuviera que enfocarse en ver qué hacía. Pensar que la entrega de una treintena de narcos saciaría a Trump tampoco funcionó. El mitin del domingo fue pensado a las carreras y no quiso cancelarlo. ¿Qué celebró la Presidenta? Una nueva pausa, que no cancela la amenaza.La Presidenta dijo que confiaba en que no habría más aranceles a México, pero es un acto de fe. Trump es indescifrable, incluso para sus más cercanos, metidos también en una dinámica de confrontación, particularmente en este tema, donde chocan las visiones moderadas del secretario de Comercio, Howard Lutnick, y las radicales, encabezadas por el halcón de los aranceles, Peter Navarro, a quien hace mucho caso el presidente. Qué hará Trump el 2 de abril, la próxima semana o la siguiente, nadie lo sabe. Quizás ni siquiera él mismo.La ministra de Asuntos Exteriores de Canadá, Melanie Joy, dijo la semana pasada ante empresarios en Toronto que “no podemos ir a través de este psicodrama cada 30 días”. El problema, agregó, es que no está claro qué quiere Trump. “He tenido conversaciones con mis colegas en Washington a quienes les digo que ‘al final del día, ¿qué es lo que quieren?’, y me responden que ‘están a punto de saberlo’. Solo hay un tomador de decisiones en el sistema. (Trump) es el único que sabe”.Lo que pasará con Canadá sucederá con México. Sheinbaum desperdició capital político manteniendo el mitin de este domingo, contra la recomendación de varios de sus colaboradores, gastando músculo y recursos que quizás pueda necesitar más adelante. Tampoco hay una discusión interna en su Gobierno sobre qué opciones pueden activar, más allá de las conversaciones bilaterales a nivel de gabinete para tratar de darle la vuelta a la hoja a las amenazas de Trump.No obstante, México sí puede hacer algo en coordinación con Canadá para acabar con el “psicodrama” de Trump: pedir la revisión del acuerdo comercial entre los tres países lo antes posible, sin esperar al próximo año, y meter de esa manera el tema comercial y los aranceles en una distinta ruta. Si eso es lo que quiere Trump, habría que tomarle la palabra, con lo cual podrían meterse sus amenazas y simulacros de ajusticiamiento comercial en una congeladora.