¿No deberíamos estar paralizados de horror ante el descubrimiento de un campo de exterminio en Teuchitlán, a apenas 60 kilómetros del Centro de Guadalajara? Las imágenes de los cuartos llenos de zapatos y ropas, de las madres buscadoras haciendo un inventario en voz alta, como si cantaran una lotería, camiseta por camiseta, pantalón por pantalón, tenis por tenis, para ver si alguna madre reconoce la ropa que llevaba su hijo el último día que lo vieron, son estrujantes. El trabajo de los forenses escarbando la tierra, sacando uno a uno fragmentos de hueso que no tienen identidad, pedazos de ser humano que solo tienen la esperanza de que una prueba de ADN le regrese su nombre y su apellido, que los vuelva a hacer humano.Sacude el horror, pero más aún sacude la valentía de las madres buscadoras haciendo lo que no les toca. Más sacude verlas quebrarse, perder esa fuerza que pensamos infinita simplemente porque son madres y las madres, nos han dicho hasta el cansancio, no tienen derecho a rendirse.Sacude lo que hacen las madres y familias buscadoras, pero más aún espanta lo que no hace el Estado, lo que, por razones ideológicas, políticas, o de abandono, se niega a hacer. ¿No deberíamos estar paralizados de indignación ante la declaración del fiscal de Jalisco, Salvador González de los Santos, quien justificó que en los seis meses que llevan con el predio asegurado, la Fiscalía haya sido incapaz de localizar estas pruebas porque el rancho es muy grande?El tamaño de las incapacidades institucionales es mucho mayor que el rancho convertido en campo de entrenamiento y exterminio. Este no es el primer campamento de este tipo en Jalisco, ni siquiera el primero en esa zona, y pareciera que no hay aprendizaje institucional alguno. La búsqueda de personas desaparecidas es, se supone, la prioridad del Gobierno de Pablo Lemus. Ni así la autoridad es capaz, ya no de detener y procesar a los culpables de estos delitos de lesa humanidad, simplemente de investigar con método un lugar que, se sabía, era un campo de reclutamiento del crimen organizado. Después de esta declaración no es necesario ningún diagnóstico ni análisis sesudo: la Fiscalía como está hoy no puede, no sirve. Punto.No. No deberíamos estar paralizados, sino activados. El sábado, en las marchas del 8M, el contingente que abrió fue el de las madres buscadoras. Qué bueno y qué bien que las mujeres sean capaces de reconocer esta causa como la más importante y la más dolorosa, pero no basta. Si estas imágenes no nos indignan, no nos hacen entender que estamos frente al fenómeno más brutalmente inhumano de las últimas décadas en el Estado y en el país, frente a, como lo definió Rossana Reguillo, una necromáquina, estamos perdidos.Que el horror nos movilice. Es lo menos que debemos a las víctimas, a las madres, a las familias.