El pasado viernes 24 de enero, Karoline Leavitt, la vocera del presidente Donald Trump, escribió en su cuenta de X que, en la víspera, la Presidenta Claudia Sheinbaum había aceptado un “récord” de cuatro vuelos diarios con mexicanos indocumentados deportados, adicionalmente a expulsiones sin límite por la frontera terrestre, deportaciones de no-mexicanos, reinstalación del programa ‘Quédate en México’, y la movilización de 30 mil elementos de la Guardia Nacional, presuntamente a la frontera con Guatemala. La Presidenta confirmó los vuelos el lunes y no se metió en nada más. Está bien. No tiene que festejar que ya comenzó a aceptar las exigencias de Trump para evitar que imponga a aranceles a México.Ayer, Leavitt añadió en el briefing en la Casa Blanca que la imposición de 25% de aranceles a partir del sábado se mantiene. A menos, precisó, que México y Canadá frenen el tráfico de fentanilo a Estados Unidos. Es probable que Sheinbaum, después de haber cedido a las pretensiones de Trump sobre migración, no esperara el balde de agua fría de la Casa Blanca. Leavitt dijo que México y Canadá estaban haciendo esfuerzos para evitar los aranceles, incluida una buena cooperación con Washington por parte de los mexicanos, pero no ha sido suficiente. “Hasta anoche”, dijo refiriéndose a su última plática con Trump sobre el tema el lunes, el plazo para que hagan lo que les pidió no ha cambiado.¿Qué quiere Trump? Es muy claro, y lo que ha dicho reiteradamente: combate a los cárteles de la droga para acabar el suministro de fentanilo a Estados Unidos, y frenar la migración. No parece haberle hecho caso a la Presidenta de que el problema lo tiene en su país, no en México, ni tener en cuenta su estrategia doméstica anunciada días antes de que asumiera la jefatura de la Casa Blanca, para evitar una crisis de salud como dice que existe en su país y en Canadá.La diplomacia de la mañanera no ha servido para nada. La conferencia mañanera en la Casa Blanca, objetivamente hablando, pesa más. Los datos que manejan los servicios de información y policiales de los socios comerciales mexicanos, tampoco respaldan a Sheinbaum.Los servicios de inteligencia canadienses tienen detectadas redes de tráfico de fentanilo desde México, donde están involucrados políticos y empresarios vinculados a Morena. En Estados Unidos no tienen duda en dónde empezó su crisis de salud. En un reporte del Congressional Research Service, el brazo del Capitolio que trabaja como auditoría de las políticas públicas del Gobierno, dado a conocer a mediados de diciembre, señala que la mayor parte del fentanilo ilícito que llega a Estados Unidos se produce clandestinamente en México, utilizando precursores químicos chinos. En la Evaluación Nacional de Amenazas de Drogas que publicó la DEA en mayo pasado, identificó a los cárteles de Sinaloa y Nueva Generación como “las principales y más peligrosas organizaciones criminales trasnacionales” en México, como fabricantes de fentanilo en este país.Los esfuerzos del Gobierno mexicano han sido insuficientes. En migración, sin chistar públicamente, se acomodaron los intereses estratégicos de Trump a las necesidades estratégicas de Sheinbaum, pero queda a deber. Es difícil ver en los intentos por apagar el fuego de la semana pasada, una solución de largo plazo. El domingo partió una nueva caravana migrante de Tapachula con varios cientos de personas indocumentadas, con el propósito de llegar a las puertas de Estados Unidos. Las caravanas no se detendrán, pese a que se cierre la frontera Norte, ni la movilización de miles de militares está funcionando.Lo que se ha visto hasta ahora es una actitud reactiva por parte del Gobierno mexicano que no soluciona el fenómeno migratorio a largo plazo. Las señales del Gobierno de Trump son gritos para que entiendan en Palacio Nacional. El diferendo con Trump no está en la frontera común, sino en la del Sur. Si los migrantes continúan llegando a la frontera Norte, el problema no lo habrá contenido México. La solución no son los cientos de abogados en los consulados para impedir las deportaciones -que hasta ahora no sabemos qué ha pasado con sus gestiones-, ni camas en centros de atención o frazadas y comidas calientes. Qué bueno que las hay, pero son un paliativo.Una nueva política migratoria en el Sur no se compone únicamente de miles de guardias nacionales que sellen las carreteras y los bosques, o estrategias mareadoras para subir a los indocumentados en autobuses y hacerlos pensar que van a llegar a la frontera con Estados Unidos y engañarlos con recorridos agotadores por el centro del país para desincentivarlos. Tampoco está en muros y alambradas, militarizando las fronteras con Guatemala y Belice, sino mediante una estrategia integral -que más adelante se planteará en este espacio-, que reconozca a la migración como un fenómeno provocado por la desigualdad y por la violencia de gobiernos o criminales.La falta de una política migratoria ha ido de la mano de la deficiente comunicación política sobre lo que se está haciendo para combatir al crimen organizado y el tráfico de fentanilo, que no registra ningún reporte que su precio en el mercado norteamericano se haya elevado desde que Sheinbaum es Presidenta por desabasto. El Gobierno tiene que atajar de manera firme el fenómeno migratorio porque sus acciones reactivas no han sido suficientes para neutralizar la amenaza de Trump, así como dar pruebas de que México no es un país controlado por criminales, como lo perciben en Estados Unidos.Sheinbaum necesita una política migratoria en su frontera Sur como mensaje al Norte y un compromiso que concilie los dichos y los hechos, para combatir a los cárteles de la droga y el tráfico de fentanilo, aunque no le guste a muchos en su trinchera.Nota: La semana pasada el secretario de Estado, Marco Rubio, habló con 17 cancilleres. El domingo habló con dos más y el lunes con otros 5. Hasta el mediodía de ayer, no había información pública de la llamada que el Gobierno dice que tuvo con el secretario de Relaciones Exteriores, Juan Ramón de la Fuente.