Está bien que la Presidenta Claudia Sheinbaum tenga la cabeza fría para torear las provocaciones y bravatas del presidente Donald Trump. Está mal si cree que la amenaza de imponer aranceles tiene que ver con el comercio. No es así. Con México y Canadá es para que frenen la migración y el tráfico de fentanilo. Con China por fabricar los precursores para producir fentanilo. Con Rusia por la guerra en Ucrania. Con Colombia por no recibir colombianos deportados. Con Europa si no relocalizan sus empresas en territorio estadounidense. Ha convertido los aranceles en un brazo de su política exterior, como parte de una estrategia contradictoria, buscando conciliar expansionismo y proteccionismo. Regresa a la visión imperialista del Siglo XIX para apuntalar su visión del Siglo XXI y ganar la guerra a China por la hegemonía mundial.Trump quiere jugar boliche y tirar todos los bolos. Sheinbaum debe jugar ajedrez anticipando lo que hará, con discreción mañanera. La diplomacia y las negociaciones se deben llevar a cabo con sigilo y sin engancharse. Trump dice que mañana impondrá aranceles de 25% a México y Canadá, y Sheinbaum dice que no lo cree. Howard Lutnick, secretario designado de Comercio, dice que se cancelarán los aranceles si cumplen con lo que exige Trump, y los dos países, pese a todo, bailan a su ritmo: México aceptó enviar 30 mil guardias nacionales a su frontera Sur y a desactivar las caravanas de migrantes -una revelación de la Casa Blanca que no fue desmentida-, mientras continúa informando diariamente cómo está luchando contra el narcotráfico.Sheinbaum no tiene mucho espacio de maniobra. Para beneficio del país, tampoco es una demente como el presidente colombiano Gustavo Petro, que con una delirante postura nacionalista que no tenía más fuerza que su inspirada pluma, pretendió tirar por la borda a su país, cuya economía depende en más de 25% de Estados Unidos. La realidad lo obligó a recular en unas cuantas horas y Sheinbaum resistió las presiones de los radicales oficialistas para seguir su camino. México depende en más de 80% de Estados Unidos, pero a diferencia de Colombia, también Estados Unidos necesita de México, al estar intrínsicamente relacionados por las cadenas productivas del acuerdo comercial norteamericano.Esto, ante Trump, no es una variable racional, por lo cual se ignora cuál será su comportamiento. Su nivel de impredictibilidad llega incluso a sorprender a sus más cercanos y genera confusiones, como en estos días. La portavoz de la Casa Blanca dijo el martes que en la víspera había hablado con él y le dijo que el ultimátum para imponer aranceles se mantenía para mañana, pero luego publicó en su red Truth Social una gráfica que mostraba una dramática caída en “encuentros” -que no deportaciones- en la frontera con México desde que regresó al poder el 20 de enero, de dos mil 516 a 331, el nivel más alto de la semana, con días incluso en negativo. El miércoles, el secretario de Comercio designado, Howard Lutnick, dijo que habría aranceles si no cumplían con la exigencia, pero hasta abril, sin aclarar si el plazo del sábado estaba vigente.Si los mensajes del nuevo Gobierno reflejan contradicciones e inconsistencias, ¿qué se puede esperar de la lectura de Trump en otros países? Algunos no se quedan a especular en sus oficinas, como la canciller canadiense Mélanie Joly, que habló la semana pasada con el secretario de Estado, Marco Rubio, y se reunió con él este miércoles, de donde salió optimista. Otros no encuentran la puerta. El secretario de Relaciones Exteriores, Juan Ramón de la Fuente, no ha podido ver a Rubio y hasta ayer al mediodía seguía sin haber un registro en la cancillería estadounidense de que hubieran tenido una conversación telefónica, como asegura Sheinbaum que sucedió. De cualquier forma, sí han habido negociaciones con el Gobierno de Trump a través de la Embajada de Estados Unidos y se han estado intercambiando mensajes las dos administraciones en los temas contenciosos.Hasta ahora, Sheinbaum ha capoteado bien los impulsos y las embestidas retóricas de Trump, que tiene una prisa existencial por cambiar a Estados Unidos lo antes posible. Haría bien si no presentara oposición a la fuerza que tiene el presidente, que se encuentra en un momento de enorme fortaleza y empoderado por la facilidad como logró que Petro diera marcha atrás en su retadora beligerancia. Pero no anteponer fuerza que pretenda ser simétrica tampoco significa ceder en lo importante, que todavía no está siquiera en una mesa de negociación. Hay escarceos sobre el control migratorio y exigencias sobre el combate al narcotráfico, que ya se están atendiendo. Sin embargo, su estrategia puede tener un segundo nivel, donde sin decir llanamente que no tiene prisa para negociar nada con el Gobierno de Trump, como lo ha declarado, podría frasearlo de otra forma para mostrar compromiso político, pero demorando el inicio formal de esas negociaciones, como por ejemplo las comerciales, que el estadounidense quiere adelantar para mediados de este año. El tiempo corre a favor de Sheinbaum, porque Trump se está desgastando.Una encuesta que publicó esta semana Reuters y la empresa IPSOS muestra una caída de dos puntos en la aprobación de Trump al concluir su primer semana en la Casa Blanca, luego de alcanzar 47% los dos primeros días en la Presidencia, que bajó a 45% cinco días después. Sus negativos crecieron en ese periodo de 39% a 46%. En materia comercial, el 55% está en contra de imponer aranceles a México y 60% en contra de ponérselos a Canadá, pero el 54% lo apoya si los aplica a otros países.Sheinbaum está empleando, sin que seguramente lo enmarque en este contexto, la Apertura Italiana, una de las jugadas clásicas del ajedrez, donde hay un equilibrio en el desarrollo de la partida, y controla el centro del tablero con una agresividad estratégica. No obstante, hay que tener cautela y prudencia declarativa, pues a quien tiene enfrente le gusta patear mesas y tirar todo en sus exabruptos temperamentales. ¿Veremos a ese Trump mañana? Puede ser, o puede no ser. Pero es una experiencia que en algún momento tendrá Sheinbaum con él.