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México ante un nuevo modelo económico global

México, ante un nuevo modelo económico global
La administración de Donald Trump ha iniciado un viraje profundo en la política económica de Estados Unidos, con impactos que ya se sienten en el comercio internacional. No se trata de ajustes menores, sino de un cambio de modelo que privilegia la lógica geopolítica sobre la comercial. Este giro se estructura en dos grandes ejes: la confrontación con China y la reconfiguración del modelo interno estadounidense. Ambos afectan directamente a México.
La disputa con China no es solo una guerra comercial; es una estrategia para frenar su expansión militar y su influencia global, debilitando su modelo de desarrollo. Así lo dejó claro el secretario del Tesoro, Scott Bessent, en una entrevista reciente. En ese marco, EU busca reducir su deuda fiscal y fortalecer su base productiva, asumiendo los costos que ello implica para empresas y consumidores, tanto dentro como fuera de sus fronteras.
Uno de los pilares de esta estrategia es el desacoplamiento progresivo de China. Desde la visión de la Casa Blanca, la caída de los mercados bursátiles no es un desastre, sino una etapa de ajuste. El objetivo es establecer nuevas reglas del juego en las que las empresas deberán adaptarse a una economía más cerrada y con mayor control estatal.
Esto nos lleva al segundo eje: la concentración del poder económico en la presidencia. Cada vez más empresas buscan negociar directamente con Trump para obtener excepciones o beneficios específicos. Este fenómeno refuerza el peso político del presidente en decisiones económicas clave, debilitando el rol tradicional de las grandes empresas y rompiendo con el discurso clásico del Partido Republicano de menor intervención estatal.
Para México, este cambio representa tanto riesgos como oportunidades. Nuestra economía está profundamente entrelazada con la estadounidense. Y, frente a este nuevo escenario, la clave ha sido adaptarse con inteligencia. El equipo encabezado por Marcelo Ebrard ha logrado mantener una relación estable y de confianza con Estados Unidos, lo que ha permitido conservar el Tratado de Libre Comercio como pilar del intercambio trilateral y evitar la imposición de aranceles recíprocos.
En medio del desacoplamiento con China, México puede capitalizar su cercanía geográfica y su complementariedad productiva con EU para atraer inversiones y fortalecer su industria. Además, algunas gestiones de grandes corporaciones estadounidenses podrían tener efectos positivos indirectos para nuestro país. Esa oportunidad la entienden bien la presidenta Claudia Sheinbaum y el secretario Ebrard.
El fin del libre comercio como doctrina dominante también marca el cierre de una etapa: la de los “vecinos distantes”. Hoy, el comercio se redefine desde una lógica de cercanía estratégica más que de afinidad ideológica. Y México, por su posición, tiene mucho que ganar si sabe moverse con visión.
Aunque el futuro económico global es incierto y se anticipa una desaceleración regional, el hecho de que México haya evitado el desacoplamiento y siga apostando por una Norteamérica más integrada es, sin duda, una buena noticia.
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