Domingo, 09 de Marzo 2025

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La popularidad de Claudia un activo, un desafío

Por: Jorge Zepeda Patterson

La popularidad de Claudia un activo, un desafío

La popularidad de Claudia un activo, un desafío

Se dice que las peores crisis pueden convertirse en un parto venturoso. Algo así le está sucediendo a Claudia Sheinbaum con las tormentas desatadas por Donald Trump. El entorno de pesadilla que ha puesto en marcha el presidente y sus halcones sobre el presente y el futuro de México, paradójicamente se ha convertido en una especie de turbo o esteroides para efecto del liderazgo de la Mandataria de México. Una consolidación que, sin la intensidad de esas amenazas, podría haber tomado mucho más tiempo. 

Hace un año publiqué un artículo titulado “Las Cuatro Claudias” para dar cuenta de las etapas que recorrería la figura política de Sheinbaum. La primera Claudia se desenvolvía todavía durante la campaña electoral, bajo el liderazgo de un Andrés Manuel López Obrador en pleno dominio del movimiento y su partido. Era evidente que la apuesta ganadora, adentro y afuera, consistía en la identidad puntual con las formas y el tono lopezobradorista. 

A la segunda Claudia la veríamos tras el triunfo electoral y su arribo a palacio fuera un hecho irreversible. Esos meses de “presidenta electa” le darían margen para expresar con un poco más de nitidez su manera personal de entender el proyecto del cambio con continuidad. Pero estaba claro que a la tercera Claudia sólo podríamos percibirla al sentarse en la silla presidencial, cuando pudiese delinear un programa, nombrado a un equipo y el fundador del movimiento hubiera dejado de conducir el día a día de la vida nacional.

Sin embargo, la versión plena, la Claudia Cuatro, señalé en ese texto, solo la veríamos una vez que su sexenio alcanzara el vuelo crucero y se sintiera en pleno control de la cabina de mando. Con lo anterior no estoy describiendo una confrontación, sino el hecho natural de un relevo incluso generacional dentro del propio movimiento. Estilos personales claramente distintos, producto de un origen y una trayectoria diferentes; mismos ideales, pero no necesariamente la misma manera de aterrizarlos.

En este relevo había, además, un enorme desafío. Tras el vertical liderazgo de López Obrador, la incógnita era cómo se comportarían los distintos actores políticos (gobernadores, generales, coordinadores de las cámaras, dirigentes del partido, dueños del dinero, líderes sindicales, etc.). Se entendía que muchos de ellos buscarían ampliar los márgenes de operación luego del fuerte control ejercido por la figura del fundador. Todos intentarían fortalecerse a costa de la nueva Presidenta. Lo vimos muy claramente en el caso de Ricardo Monreal y Adán Augusto López, coordinadores de Morena de las cámaras de diputados y senadores, respectivamente. Ambos sacaron adelante “los encargos” de Palacio, pero al mismo tiempo operan una agenda personal para acrecentar sus redes y su poder. Cada vez les será más difícil hacerlo.

Sheinbaum sorprendió a todos para bien desde el principio. Mañaneras asertivas, un ritmo febril, giras continuas para centrar el trabajo de los gobernadores, involucramiento personal en la agenda de seguridad pública (generales incluidos), ideas claras y novedosas siempre en el marco de las banderas obradoristas. Sentó las bases para ir solidificando, lentamente, la noción de que había un nuevo piloto, respetuoso del anterior, pero con su propia identidad. Un derrotero, insisto, que habría conseguido su plena consolidación a lo largo de los primeros 12 o 18 meses, sobreviviendo a las pullas y zancadillas dentro y fuera del equipo gobernante. Trump cambió todo. 

El ascenso de popularidad de Claudia había comenzado aún antes de que el republicano regresara a la Casa Blanca, el 20 de enero. Señal de que estaba haciéndolo bien. Se dice fácil, pero muchas cosas podrían haber salido mal considerando que se trataba de la primera mujer presidenta (en una sociedad política de machos) y, sobre todo, el difícil tránsito que supone ser el relevo de un liderazgo tan carismático como el de López Obrador. 

Sin embargo, fueron las agresiones y amenazas de Trump lo que hizo visible a ojos de muchos mexicanos de qué está hecha la Presidenta. En ese sentido, aceleró la transición. Lo muestra el relevo en Hacienda el viernes pasado, Edgar Amador en lugar de Rogelio Ramírez de la O. La presencia de Ramírez en el gabinete no fue una imposición de López Obrador, como suponen las visiones simplistas. Se trató de una decisión tomada en el marco de la transición para contribuir a la estabilidad de los mercados. Ramírez nunca escondió su deseo de regresar a sus actividades profesionales lo más pronto posible, pero aceptó quedarse hasta que su salida no incurriera en algún riesgo de inestabilidad. Es sintomático que eso haya sucedido apenas a los cinco meses. 

La popularidad de Sheinbaum ronda un 80%, más alta incluso de la que tuvo el presidente López Obrador, aunque cualitativamente es distinta. Muy intensa y pasional la que generaba el tabasqueño, más extendida y plural la de la Presidenta. 

La legitimidad que rodea a la figura de Sheinbaum servirá para una aceleración de la Claudia Cuatro, por así decirlo. Es una buena noticia porque en el marco de un contexto amenazante una comunidad necesita confianza y unidad en torno a su liderazgo. Y dicho más en concreto, le otorga una mayor capacidad para poner en movimiento la agenda más ambiciosa del ideario claudista; aquella que tendría que desenvolverse con cuidado por la previsible resistencia de los intereses afectados. 

Hay muchas cosas que habrá que enderezar en nuestro país, algunas a contrapelo de intereses e inercias: el combate a la corrupción o a la inseguridad, la modernización de la administración pública, el saneamiento de las finanzas, profundizar la agenda de igualdad y justicia, la búsqueda de crecimiento económico.

La legitimidad del liderazgo de Claudia constituye un enorme activo político, una oportunidad para intensificar y anticipar el cambio dentro de la continuidad: desde una potencial reforma fiscal hasta la limpieza profunda de la vida pública, pasando por un largo etcétera entremedio. Ojalá lo use pronto y a fondo. 

Por lo mismo, habría que cuidar este consenso que ahora tiene. Muchos actores económicos aceptaron su llamado por encima de las diferencias. En ese marco se dio la convocatoria al Zócalo este domingo para mostrarse unidos frente a Trump. Sería imprudente, contraproducente incluso, que utilizara ese espacio para hablar sobre la reforma judicial, que cuestionan muchos o algunos que ahora le han apoyado. Hay espacios y hay espacios. 
 

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