Domingo, 09 de Marzo 2025

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Los extraditables…

Por: Isaack de Loza

Los extraditables…

Los extraditables…

El paquete de 29 capos de la droga que el Gobierno de México entregó en cuchara de plata a Estados Unidos hace una semana es sólo el comienzo de una serie de demandas de estos perfiles que Washington ha hecho a nuestro país. Y hay una maniobra operativa detrás, maquinada desde las más altas esferas, para que esa exigencia se cumpla.

Tan altas son esas esferas, que el papeleo para concretar los envíos ha sido prácticamente nulo.

Sin dar mayores detalles, los extraditables fueron notificados que se irían. Los escoltaron, los subieron a un vehículo que los sacó de donde estaban recluidos y fueron abordados a un avión con destino a la Unión Americana. Así, sin más.

El reclamo de perfiles de alto calado como Rafael Caro Quintero, señalado por la tortura y asesinato del agente de la DEA, Enrique “Kiki” Camarena en 1985, es una venganza que Estados Unidos tenía décadas sin cobrarse, y pese a que él logró lo que otros no, el presidente Donald Trump aseveró que México “no estaba haciendo lo suficiente” para combatir al narco. 

Luego vino el amago de la imposición de aranceles (impuestos) del 25% a los productos que entraran al país vecino desde México, que realmente tienen una nueva fecha de entrada en vigor para abril. ¿Entonces realmente no se hizo lo suficiente cuando se cubrió en lo inmediato el pedido a la carta que hizo Washington?

La retórica de Donald Trump es así. Él mismo ha dicho que su estrategia es acorralar al rival hasta el momento en que él considera soltarlo para, después, volver a apretar. Y aunque la impresión pública es que México ha cedido más de lo permitido, la posición actual en el tablero le permite a Sheinbaum mover sus fichas, retirar recursos para la manutención de esos capos y sostener su slogan: el aparato judicial en este país está altamente contaminado y no se puede confiar en él, por lo que debe limpiarse desde la raíz.

De esta manera, el republicano se ha convertido en una herramienta que le ayuda a la Presidenta a robustecer la idea de que sí se necesita una elección judicial (aunque venga en tómbola y acomodada para los afines) porque los jueces, ministros y magistrados de nuestro país son muy poco confiables y podrían conceder libertades a cambio de sobornos.

Pero esa sólo es la retórica política. En el tablero que comparten los dos presidentes también hay inteligencia y recursos.

Agredida como Jefa de Estado cuando la Casa Blanca sostuvo que su administración tenía en el narco a un gobierno fáctico, Claudia Sheinbaum instruyó a su secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, a limpiar el país con un verdadero apoyo de la Unión Americana. Y Washington abrió la cartera. 

La operación que busca acabar con la Hidra del narcotráfico en México no inició cuando, a mediados de febrero, el Senado aprobó que un grupo de Marines ingresara al país para entrenar a miembros de élite de nuestras fuerzas armadas. El trato inició sin aspavientos ni una sola declaratoria de guerra al narco.

Los drones espía que Estados Unidos ha enviado a nuestro país fueron criticados por la oposición (lo que sea que eso signifique actualmente), pero tuvieron paso libre desde mucho antes. Y ni la Secretaría de la Defensa Nacional ni la de Marina se opondrán a la Presidenta a la que juraron obediencia desde el 1 de octubre de 2024.

Mientras lees este texto, Estados Unidos y México movilizan recursos, personal, armamento y tecnología de punta para rastrear y dar con los objetivos clave, aquellos que pomposamente son calificados por la autoridad mexicana como “generadores de violencia” y como “terroristas” por Donald Trump. 

Sin los discursos grandilocuentes de Felipe Calderón, cuya mano derecha en el combate al crimen organizado hoy purga una condena en Estados Unidos; sin la vergüenza de que a Enrique Peña Nieto le detuvieran a su secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos cuando iba a Disneylandia; sin el cinismo de Andrés Manuel López Obrador al pedir abrazos y no balazos mientras repatriaba y liberaba a ese defenestrado ex titular de la Sedena -y, además, ordenaba liberar a Ovidio Guzmán-.  

Así, y con el cuidado de no tocar la administración del morenista Rubén Rocha Moya en Sinaloa, la firma de Claudia Sheinbaum Pardo ha sido estampada en un papel que busca, sí o sí, poner freno y meter reversa a la más grande ofensa que ella ha recibido: que un extranjero con el mismo cargo que ella insinúe que lidera un narcoestado.

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