Queridos lectores: espero que hayan pasado una feliz Navidad y les deseo que el año que inicia sea venturoso para todos ustedes.Allá por la década de los sesenta, por la calle de Prisciliano Sánchez entre Galeana y Colón en la acera norte, se encontraba una casa comercial de renombrado prestigio en la ciudad. Se llamaba “El centro musical” propiedad de Don Pepe Ramírez Ibarra, originario de Ameca, Jalisco.En esa tienda mis papás compraron nuestra primera televisión, marca Philco, blanco y negro. Por esos años no eran muchas las familias que tenían televisión; nosotros pagábamos 10 centavos para ver desde la ventana de afuera la televisión de una casa vecina que tenía la fortuna de tener un telerreceptor, y si queríamos verla en el interior de la casa, pagábamos una peseta, equivalente a 25 centavos, monedas muy populares por aquellos años, con una aleación de plata, que tenían una balanza.En la tienda que les digo, vendían televisiones y radioconsolas. Las televisiones eran de diversas marcas, como la Philco ya mencionada, Philiphs, Armiral, Stromberg Carlson, las Bleaupunkt y otras más, a precios no tan accesibles para la mayoría pero sacadas a crédito como fue nuestro caso, pudimos acceder a lo que en ese entonces era un lujo y a nosotros nos brindó muchas horas de diversión.Las televisiones venían en un elegante mueble de madera donde estaba la pantalla y un espacio para el regulador de voltaje que era necesario para proteger los aparatos de las altas y bajas de la corriente eléctrica. Las que no venían en gabinete, eran solo el aparato propiamente dicho, y se colocaban encima de las cómodas o en muebles que se destinaban expresamente para eso.Por lo que respecta a las radioconsolas, éstas eran aparatos receptores de radio AM y onda corta pues entonces no era popular la FM, y se vendían en gabinetes que traían el radio propiamente dicho, y un tornamesa, que incluía un adaptador para tocar discos de 45 revoluciones por minuto. En esa epoca se vendían discos de 33, 78 y 45 RPM, que eran las vueltas que daba en el tocadiscos mientras la aguja recorría el surco del disco, y los tenia uno que manipular con sumo cuidado porque se rayaban fácilmente, incluso en los comercios donde vendían discos como Casa Wagner o Discoteca Lemus, vendían unas cajitas que en su interior contenían un cojincito de terciopelo que pasaba uno por el disco para quitarte el polvo y la pelusa porque ésta se adhería a la aguja y ademas de distorsionar el sonido podría aumentar el riesgo de rayones.Las radioconsolas eran de diferentes marcas; las de mayor lujo, además del radio y del tocadiscos, tenían un espacio para guardar los discos según su tamaño, que variaba según las RPM a que me refería anteriormente, pues los discos de 33 eran los mas grandes, seguidos de los de 78 y finalmente los llamados sencillos o EP (extended play), los de 33 eran conocidos como discos Long Play y contenían el mayor numero de canciones grabadas y en su forro de cartón venia en la portada una ilustración del álbum o una fotografía del intérprete, y al reverso la letra de las canciones con el nombre del compositor, o bien ilustraciones de otros álbumes de la disquera, entre las que recuerdo estaban Columbia, Peerles, RCA Victor, Musart y otras mas.Los muebles donde venían las radioconsolas tenían amplio gabinete o cantina, con el espacio suficiente para colocar una licorera y su juego de copas y algunas botellas de licores, así como un amplío compartimiento para guardar los discos, tanto grandes, los de 33, como los más pequeños, los de 45.Eran gabinetes de maderas finas y se lustraban con aceite especial que las conservaba en buen estado, siempre limpias y brillantes y, por lo costosas que eran, se tenía especial cuidado con su uso.En el establecimiento al que me he venido refiriendo también vendían ollas exprés, batidoras, planchas y licuadoras, algo que para los jóvenes de hoy son casi piezas de museo por la gran cantidad de aparatos multifuncionales que han surgido en estos últimos años, pero en aquellos tiempos eran símbolos de modernidad y que simplificaban mucho el trabajo de mamá en la cocina; el molcajete fue cayendo en el olvido, desplazado por la licuadora, el metate para usar la licuadora, y en instantes la tenemos, aunque debo decirles que en mi opinión prefiero una rica salsa martajada hecha en molcajete, con sus jitomates asados, un diente de ajo, un toque de pimienta, cebolla y chile verde finamente picados frente a la salsa preparada en la licuadora, pero en gustos se rompen géneros, dice el refrán popular.Muchos años fue popular en la ciudad este establecimiento por sus precios accesibles, la buena atención que en general caracterizaba a los antiguos comercios de la ciudad, que tenían personal muy cortés, muy amable, donde la atención al cliente era lo primero. Por estas fechas, cuando uno hacia una compra, le daban un calendario aquellas bellas ilustraciones del inolvidable Helguera, y unos de bolsillo que eran muy útiles para traerlos en la cartera.Pero bueno, ya saben, el espacio es corto y los recuerdos son muchos, y hay más tiempo que vida. Aquí nos encontraremos la próxima semana si Dios nos presta vida y licencia, y como dije al principio, les deseo que tengan un 2025 lleno de salud, de prosperidad, de amor y de paz.lcampirano@yahoo.com