A la reforma para prohibir la reelección en todos los niveles de Gobierno que prometió Claudia Sheinbaum desde las primeras horas como Presidenta electa, el día de ayer, en el contexto de la celebración del 107 aniversario de la Constitución, propuso añadir la prohibición de que un pariente directo pueda suceder a otro en el mismo cargo.Prohibir la reelección de alcaldes, diputados y senadores es una mala idea en términos de eficiencia gubernamental. La reelección en estos cargos ha permitido la profesionalización de los legisladores y continuidad de proyectos en los municipios. Cuando se implementó la reelección se discutió mucho cuáles eran las virtudes y los defectos de esta figura, y entre las virtudes estuvo por supuesto la mayor independencia de los legisladores frente a los partidos, y eso es justo lo que no quieren Claudia Sheinbaum y la dirigencia de Morena.Acabar con la reelección no tiene otra intención que controlar políticamente a los miembros de su partido. La no reelección de estos cargos genera una terrible dinámica de chapulineo. Los alcaldes y diputados mal toman el cargo cuando comienzan a pensar en el siguiente. Eso ata el destino de los políticos a la obediencia, es el partido y solo el partido quien define el futuro.Prohibir la sucesión entre parientes tiene, por el contrario, mucho sentido. Las herencias políticas, una de las formas del nepotismo, se ha convertido en una práctica cada vez más común. Esposas que quieren suplir a sus maridos en el cargo; hijos e hijas que se sienten con derecho de suceder a sus madres o padres como en una monarquía. Ocurre en todos los partidos. Los casos más patéticos son sin duda la de los morenistas Salgado Macedonio, en Guerrero, y el, por suerte para lo neoloneses, fracasado intento de Mariana Rodríguez, la esposa del fosfo gobernador Samuel García, de buscar la alcaldía de Monterrey para después suplir a su esposo en la gubernatura. Este tipo de nepotismo hereditario es mucho más frecuente en alcaldías o distritos rurales que son verdaderos cacicazgos y donde los cargos políticos se convierten en parte de la empresa familiar.Si viviéramos en un lugar normal, como diría Juan Pablo Villalobos, un país donde se respeta la Constitución, tan festejada ayer, esta norma no podría aplicar a los alcaldes, diputados y senadores actuales. Ellos fueron electos con una norma que les permitía aspirar a la reelección y en principio debería de respetarse. Sin embargo, en la época de la 4T manda el pueblo y los límites constitucionales les hacen lo que el viento a Juárez. Si la Presidenta logra que los diputados y senadores se pongan solitos las cadenas y voten en contra de su propio interés, será sin duda una manifestación de empoderamiento de Claudia Sheinbaum.diego.petersen@informador.com.mx