Un buen político es aquel que convierte los problemas en oportunidades. La guerra comercial con Estados Unidos es más que un problema, es un broncón, y es también una gran oportunidad para Claudia Sheinbaum de convertirse en la líder de un movimiento nacionalista.A muchos no les gustó la prudencia kalimaniana con la que la Presidenta respondió a los aranceles impuestos unilateralmente por el gobierno de Donald Trump. Tanto seguidores como opositores hubiesen querido una reacción más fuerte y rápida. Haber convocado a un mitin para el próximo domingo para, desde ahí, dar a conocer lo que hará México, fue leído como timorato y anticlimático. Sin embargo, hay dos razones por las cuales la prudencia de la Presidenta es políticamente conveniente.La primera es entender que la fecha para imponer los aranceles nada tenía que ver con las negociaciones, sino con el mensaje a la Nación que, desde el Congreso, el presidente Trump dirigió al país la noche de ayer. Cuando el presidente movió la fecha de entrada en vigor del decreto arancelario al mes de abril y unas horas después la regresó al 4 de marzo, fue evidente que alguno de sus asesores lo convenció de que lo mejor era llegar al Congreso con un mensaje de fuerza. Frente a una decisión política como esta no hay nada que hacer. Haber reaccionado virulentamente sólo exponía al Gobierno de Sheinbaum a un mayor maltrato en el discurso del presidente Trump.La segunda razón para patear la respuesta hasta el domingo es la posibilidad de tener en el inter una conversación con el presidente que matice el golpe. Entendiendo que una buena parte de la postura de Trump tienen que ver con mostrarse fuerte frente a medios, electores y congresistas de su país, esperar a tener una llamada directa de Presidente a presidente antes de responder parece no sólo prudente, sino inteligente. Si logra algo, un aplazamiento o una reducción de los aranceles, parecerá que ganó. Si no logra nada, perdido estaba.Hacer la respuesta oficial en un mitin en el Zócalo es el anillo al dedo. Nada beneficia tanto a un movimiento político como tener un enemigo claro en el que quepan y se expliquen todos los males del país. En la plaza pública, rodeada de sus huestes, enredada en la bandera, con un “masiosare” con nombre y apellido, la Presidenta Sheinbaum tendrá la excusa perfecta para explicar los malos resultados económicos, para justificar decisiones autoritarias y antidemocráticas y, sobre todo, para concentrar poder.Si la Presidenta juega bien sus cartas en esta semana saldrá fortalecida, independientemente de cómo le vaya al país.
