PRIMERA LECTURASirácide. 27, 5-8«Al agitar el cernidor, aparecen las basuras; en la discusión aparecen los defectos del hombre. En el horno se prueba la vasija del alfarero; la prueba del hombre está en su razonamiento. El fruto muestra cómo ha sido el cultivo de un árbol; la palabra muestra la mentalidad del hombre. Nunca alabes a nadie antes de que hable, porque ésa es la prueba del hombre».SEGUNDA LECTURACarta de San Pablo a los Corintios 15, 54-58.«Hermanos: Cuando nuestro ser corruptible y mortal se revista de incorruptibilidad e inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra de la Escritura: La muerte ha sido aniquilada por la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? El aguijón de la muerte es el pecado y la fuerza del pecado es la ley. Gracias a Dios, que nos ha dado la victoria por nuestro Señor Jesucristo.Así pues, hermanos míos muy amados, estén firmes y permanezcan constantes, trabajando siempre con fervor en la obra de Cristo, puesto que ustedes saben que sus fatigas no quedarán sin recompensa por parte del Señor».EVANGELIOSan Lucas 6, 39-45.«En aquel tiempo, Jesús propuso a sus discípulos este ejemplo: “¿Puede acaso un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un hoyo? El discípulo no es superior a su maestro; pero cuando termine su aprendizaje, será como su maestro.¿Por qué ves la paja en el ojo de tu hermano y no la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo te atreves a decirle a tu hermano: ‘Déjame quitarte la paja que llevas en el ojo’, si no adviertes la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga que llevas en tu ojo y entonces podrás ver, para sacar la paja del ojo de tu hermano.No hay árbol bueno que produzca frutos malos, ni árbol malo que produzca frutos buenos. Cada árbol se conoce por sus frutos. No se recogen higos de las zarzas, ni se cortan uvas de los espinos. El hombre bueno dice cosas buenas, porque el bien está en su corazón, y el hombre malo dice cosas malas, porque el mal está en su corazón, pues la boca habla de lo que está lleno el corazón”».El corazón es lo más íntimo del hombre, es el lugar más sagrado donde podemos entablar un diálogo íntimo con Dios. Pero cuidado, pues podemos desplazar esta relación y quedarnos vacíos, con el riesgo de llenarlo de otras cosas.Hoy, la primera lectura del Sirácide nos dice que el horno prueba la obra del alfarero; el fruto muestra cómo fue cultivado el árbol. En una palabra, se muestra la mentalidad del hombre, es decir, que la intención se ve reflejada en el fruto de cualquier acción.Siguiendo esta línea, San Pablo nos anuncia la victoria de Cristo, pues la muerte, que es consecuencia del pecado, ha sido vencida por Jesús. Nos invita a no dejar de hacer el bien, pues nuestro esfuerzo no quedará sin recompensa.El evangelio de este domingo nos invita a reconocer que no podemos guiar a nadie sin antes reconocer que también nosotros necesitamos quien nos ayude. Por ello, el reclamo de Jesús: “Un ciego no puede guiar a otro ciego”. Tampoco nos limita a no ayudar a los demás a superar sus errores, sino que debemos reconocer nuestros propios pecados antes de juzgar.Nuestras obras son el reflejo de lo que tenemos en el corazón. Podemos estar llenos de materialismo, egoísmo o soberbia. Cuando llegan los momentos de prueba, corremos el riesgo de llenarnos de recompensas huecas. Si dejamos que el amor de Dios nos inunde, nuestras obras tendrán un fruto mayor.San Agustín decía: “Derrama, pues, de ti el mal, ya que has de ser llenado del bien”. Esta puede ser la invitación para este día. Si estás lleno de pecado, es el momento de vaciarte de él. Es el tiempo preciso, pues en unos días comienza la Cuaresma.Prepara tu examen de conciencia, acércate al sacramento de la reconciliación para que Dios derrame en ti su amor. Convierte tu corazón en un sagrario donde habite Dios.Si queremos sinceramente ayudar a los demás, tomemos conciencia de que todos tenemos una viga en nuestros ojos y que Dios ha estado siempre ahí para ayudarnos. Si tenemos en cuenta esto, podemos ayudar mucho a los demás. Con humildad y no con soberbia podemos ser instrumentos, pues aquellos que conozcan nuestra historia de conversión serán movidos a acercarse a la fuente inagotable del amor.Pidamos a la Virgen María que nos conceda la gracia de experimentar nuestro corazón lleno del amor de Dios, para que podamos contagiarlo a los demás y ser signos de esperanza para el mundo necesitado de una respuesta de amor.