Sábado, 22 de Febrero 2025

Este Patrimonio Mundial podría ser tragado por el desierto

Desierto avanza y amenaza con tragarse las casas y la historia de Mauritania

Por: AP .

Los residentes afirman que el desierto es su destino. AP / Khaled Moulay

Los residentes afirman que el desierto es su destino. AP / Khaled Moulay

Durante siglos, poetas, eruditos y teólogos han acudido en masa a Chingueti, un punto de comercio transahariano que alberga más de una docena de bibliotecas que contienen miles de manuscritos.

Pero ahora está al borde de pasar al olvido: las arenas cambiantes han cubierto desde hace mucho tiempo el núcleo de la antigua ciudad del siglo VIII e invaden los barrios que se encuentran en su borde actual. Los residentes afirman que el desierto es su destino.

A medida que el clima del mundo se vuelve más cálido y seco, las tormentas de arena depositan con mayor frecuencia centímetros y metros de dunas en las calles de Chingueti y en las casas de la población —y cubren algunas por completo. Los proyectos de plantación de árboles tratan de mantener a raya las arenas invasoras, pero hasta ahora no han aliviado las preocupaciones profundamente arraigadas sobre el futuro.

Chingueti es uno de los cuatro sitios declarados Patrimonio Mundial por la UNESCO en Mauritania, una nación de África Occidental donde sólo el 0,5% de la tierra se considera cultivable. En África —el continente que contribuye menos a las emisiones de combustibles fósiles—, sólo Somalia y Eswatini han experimentado más impactos por el cambio climático, según datos del Banco Mundial.

Los mauritanos creen que Chingueti es una de las ciudades más sagradas del islam. Sus casas, mezquitas y bibliotecas de piedra seca y mortero de barro almacenan algunos de los textos y manuscritos coránicos más antiguos de África Occidental, que abarcan temas que van desde el derecho hasta las matemáticas.

El líder comunitario Melainine Med El Wely se siente angustiado por lo que está en juego para los residentes y para la historia contenida dentro de los muros de Chingueti. Es como ver un desastre natural en cámara lenta, dijo.

"Es una ciudad rodeada por un océano de arena que avanza a cada minuto", afirmó El Wely, presidente de la Asociación para la Gestión Participativa del Oasis local. "Hay lugares por los que camino ahora que recuerdo que eran los techos de las casas cuando era niño".

Rememora que una vez, cuando el viento sopló tanta arena en su vecindario que cubrió las palmeras que se usaban para hacer techos, un camello que caminaba por el vecindario se hundió en lo que alguna vez fue la sala de estar de alguien sin darse cuenta.

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Las investigaciones sugieren que la migración de arena juega un papel importante en la desertificación. Los desiertos, incluido el Sahara, se expanden a un ritmo sin precedentes y los "mares de arena" se han reactivado, con dunas que se trasladan por el viento y transforman paisajes donde antes había vegetación.

"Lo que solíamos pensar como el peor escenario posible hace cinco o 10 años ahora parece un escenario más probable de lo que teníamos en mente", reveló Andreas Baas, científico de la Tierra del King's College de Londres quien investiga cómo están cambiando los vientos y la forma en que arrastran la arena.

Más de tres cuartas partes del suelo del planeta se ha vuelto más seco en las últimas décadas, según un informe de Naciones Unidas de 2024 sobre la desertificación. La aridez ha puesto en peligro la capacidad de las plantas, los humanos y los animales para sobrevivir. Priva a las tierras de la humedad necesaria para mantener la vida, mata los cultivos y puede causar tormentas de arena e incendios forestales.

"El cambio climático provocado por el hombre es el culpable. Conocido por hacer que el planeta se caliente, también causa que el suelo sea cada vez más y más seco", dice el informe de la ONU. "La escasez de agua relacionada con la aridez causa enfermedades y muerte y estimula la migración forzada a gran escala en todo el mundo".

Los científicos y legisladores están preocupados principalmente por la degradación de los suelos en regiones que alguna vez fueron fértiles y que gradualmente se convierten ahora en páramos no aptos para cultivos, en lugar de áreas que están en lo profundo del desierto del Sahara.

No obstante, en Chingueti, un clima cambiante marca el comienzo de muchas de las consecuencias sobre las que han advertido los funcionarios. Los árboles se marchitan, los pozos se secan y los medios de vida desaparecen.

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A los agricultores de dátiles como Salima Ould Salem, de 50 años, les resulta cada vez más difícil nutrir sus palmeras, y ahora tienen que canalizar el agua desde tanques y podar más a fondo para asegurarse de que se usa de manera eficiente. El barrio de Salem solía estar lleno de familias, pero poco a poco se han mudado. La arena bloquea ahora la entrada a su casa y ha enterrado a aquellas en las que algunos de sus vecinos vivieron alguna vez. Y una casa de huéspedes cercana construida por un inversor belga hace décadas ahora está medio sumergida en una duna ondulada de color cobre.

Aunque muchos se han ido, Salem permanece, consciente de que cada vez que un miembro de la comunidad se va, su hogar ya no puede servir como baluarte y, por lo tanto, el resto de la comunidad tiene más probabilidades de ser tragada por el desierto.

"Preferimos quedarnos aquí. Si me voy, mi lugar desaparecerá", dijo el agricultor de dátiles.

Las acacias, los árboles de goma y las palmeras alguna vez protegieron al vecindario de las dunas invasoras, pero gradualmente han desaparecido. Los árboles han muerto de sed o han sido talados por los residentes que necesitan leña o follaje para alimentar a sus rebaños.

Las tormentas de arena no son algo nuevo, pero se han vuelto cada vez más invasivas, y cada una de ellas cubre centímetros o metros en los barrios de las afueras de la ciudad, dijo el maestro jubilado Mohamed Lemine Bahane. Los residentes usan mulas y carretas para quitar la arena porque las calles de la ciudad antigua son demasiado estrechas para que circulen automóviles o buldóceres. Cuando la arena se acumula lo suficiente, algunos construyen muros nuevos sobre las estructuras existentes.

"Cuando se elimina la vegetación, eso da a las dunas la oportunidad de volverse más activas, porque en última instancia es la vegetación la que puede retener la arena para que no vuele demasiado", explicó Bahane.

Bahane ha tomado mediciones durante años de los depósitos de arena y las lluvias, y dice que Chingueti ha recibido un promedio anual de 2,5 centímetros (1 pulgada) de lluvia durante la última década. A medida que las lluvias disminuyen, los árboles mueren y más arena migra a la ciudad. Y con los árboles de acacia más bajos sumergidos en la arena, algunos pastores recurren a la tala de palmeras datileras para alimentar a sus rebaños, lo que altera aún más el ecosistema y la economía del cultivo de dátiles. La arena también plantea problemas de salud pública para la comunidad que respira el polvo, refirió Bahane.

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La solución, cree, tiene que ser plantar más árboles tanto en los barrios como a lo largo del perímetro de la ciudad. Se han propuesto "cinturones verdes" de este tipo a escala continental como la "Gran Muralla Verde" de África, así como a nivel local, en ciudades como Chingueti. El Ministerio de Medio Ambiente y el Ministerio de Agricultura de Mauritania, así como organizaciones no gubernamentales con financiamiento europeo, han lanzado proyectos para plantar árboles y aislar a las bibliotecas y manuscritos de la ciudad del desierto que se avecina.

Aunque se han replantado algunos, hay pocas señales de que esto haya contribuido a detener el avance definitivo del desierto. Pueden pasar años antes de que las raíces principales crezcan a una profundidad suficiente en la tierra para acceder al agua subterránea.

"Estamos convencidos de que la desertificación es nuestro destino. Pero afortunadamente, todavía hay gente convencida de que se puede resistir", dijo El Wely, el líder de la comunidad.

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