Lunes, 01 de Diciembre 2025

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Más espacios para el porvenir cultural de México

Por: Mario Luis Fuentes

Más espacios para el porvenir cultural de México

Más espacios para el porvenir cultural de México

Nuestra realidad cotidiana se caracteriza por una tensión permanente entre velocidad, fragmentación e inmediatez; en ese escenario, espacios como la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) permanece como uno de los escasos territorios donde la palabra conserva su gravitación originaria. Si bien es un encuentro comercial entre editoriales, autores y lectores: es, sobre todo, un espacio de condensación simbólica en el que se despliegan las múltiples formas de la imaginación, el pensamiento y la memoria. Durante unos días, el lenguaje se convierte en protagonista y reclama su capacidad para reunir lo que la vida cotidiana dispersa: la comunidad, la conversación y el horizonte compartido.

La FIL es el acontecimiento literario más importante de América Latina: por su tamaño y prestigio internacional; y porque ha logrado instituirse como un lugar de encuentro donde las diferencias no se cancelan, sino que se amplifican productivamente. Es un foro donde conviven las poéticas más íntimas y las políticas más urgentes; donde la voz joven dialoga con la tradición, y donde la obra de escritores consagrados se entreteje con la búsqueda de nuevas narrativas que expresan las tensiones y posibilidades del presente. El valor de la FIL se encuentra sobre todo, en su capacidad para convocar al país a pensarse a sí mismo a través de la conversación pública.

En medio de la crispación y la polarización, la FIL representa la posibilidad de una pedagogía del encuentro. En sus pasillos se cruzan estudiantes, académicos, artistas, periodistas, organizaciones civiles, comunidades originarias y miles de ciudadanos que acuden para escuchar, disentir, aprender y dialogar. Ningún otro evento en México logra reunir con tal intensidad la pluralidad cultural, lingüística y política de la región. Allí se ensayan formas de convivencia que, aunque efímeras, son indispensables para imaginar un país donde la diversidad sea una práctica cotidiana de reconocimiento y respeto.

La relevancia de la FIL se inscribe, además, en el marco de las políticas culturales y educativas. México necesita más espacios donde el pensamiento pueda circular con libertad y rigor. La FIL muestra que la ciudadanía sí tiene apetito por el debate público informado; que los libros continúan siendo herramientas poderosas para comprender el mundo; y que la cultura escrita, lejos de estar en declive, se transforma y se expande cuando encuentra condiciones institucionales que la sostienen y la celebran.

El país enfrenta un reto urgente: democratizar los accesos a los bienes culturales, generar recintos donde la conversación intelectual sea un derecho pleno, y construir políticas que reconozcan al pensamiento crítico como un componente esencial del desarrollo. No se pretendería que, por sí solas, las ferias literarias pudieran resolver estas carencias; pero demuestran que es posible construir espacios fértiles donde la lectura se viva como una experiencia de comunidad y no únicamente como un acto individual. Lo que sucede en Guadalajara debería replicarse -con sus propias variaciones locales- en cada Estado, en cada ciudad que pretenda ser algo más que un punto geográfico y transitar hacia un espacio con voz.

La FIL de Guadalajara también recuerda que los libros son, ante todo, acontecimientos de la imaginación política. Cada libro tiene el potencial de abrir una posibilidad de mundo; cada conversación que ahí se produce es un ensayo sobre el presente y el porvenir que deseamos. Por eso este evento ha adquirido una fuerza simbólica tan grande: porque en un país asediado por la violencia, la desigualdad y la incomprensión, ofrece un respiro, un anclaje; un testimonio de que todavía es posible bordar sobre la palabra compartida.

Al final, lo que la FIL exige es comprender que un país sin espacios para el diálogo es un país en riesgo. La feria es tanto una celebración como una responsabilidad: la de multiplicar sus ecos, la de defender el derecho colectivo a la conversación pública, la de comprender que la cultura es uno de los pilares que hacen posible una vida democrática y plenamente humana.

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