Si crees que ya lo has visto todo en un Estado donde asesinaron a un ex gobernador en su principal destino turístico, donde una mujer fue apuñalada hasta la muerte afuera de la residencia oficial del jefe del Ejecutivo o donde el crimen organizado nombra a sus propios jefes de Policía, permíteme presentarte a Teocaltiche.Este municipio de la Región Altos Norte de Jalisco es el último bastión del Cártel de Sinaloa en un estado donde el Cártel de Jalisco ejerce un dominio absoluto. Un lugar donde la población, atrapada entre el miedo y la resignación, lidia no sólo con la infiltración del crimen organizado en sus instituciones, sino con un vacío de autoridad alarmante.En la reciente intervención estatal y federal -la cuarta en la historia del municipio- las autoridades descubrieron un sistema de videovigilancia con logotipos de Telmex y CFE, instalado por ingenieros del cártel en pleno centro. Lo verdaderamente indignante es que la señal de estas cámaras no terminaba en una cueva clandestina, sino en la mismísima Comisaría Municipal.¿Sorprendente? No. Que un grupo criminal tenga su propia red de monitoreo para controlar el ingreso de rivales o de fuerzas de seguridad no alineadas sólo confirma lo evidente: una colusión descarada con los altos mandos municipales que amerita una investigación seria. Un desfalco de ese tamaño no ocurre sin la complicidad del Gobierno local.Si el narco es el que instala la infraestructura de seguridad, ¿entonces para qué cobra un sueldo el alcalde? La política de “plata o plomo” ha permitido que el crimen organizado expanda su control mediante la intimidación y el miedo. Ciudadanos y autoridades han quedado reducidos a la autocensura y la sumisión.Pero el problema va más allá de Teocaltiche. Desde hace más de una década, Jalisco ha sido terreno fértil para la infiltración del crimen organizado en sus instituciones municipales. Al menos 20 corporaciones de seguridad han sido intervenidas en este tiempo por sospechas de colusión con el narco, y sin embargo, el problema persiste. ¿Cuántas veces más tendrán que entrar las fuerzas estatales y federales a “recuperar” territorios que nunca estuvieron bajo control del Estado?Porque aquí es donde vale la pena hacer una pausa: las intervenciones son necesarias, sí, pero ¿qué pasa después? ¿Cuánto dura la presencia de la Guardia Nacional o del Ejército en estos municipios antes de que todo regrese a la normalidad? Y con “normalidad” me refiero a que el crimen organizado recupere el control.El Gobierno estatal y el federal suelen vender estas operaciones como golpes contundentes a la delincuencia, pero la realidad es que parecen más actos de relaciones públicas que estrategias sostenibles de seguridad. Si después de cada operativo las autoridades locales siguen en sus puestos y el crimen sigue operando con total impunidad, lo único que estamos viendo es un teatro mal montado.Y en este teatro, el público somos nosotros. Se nos dice que hay avances en materia de seguridad, que las instituciones están combatiendo al crimen con inteligencia, que Jalisco es un Estado fuerte. Pero lo que pasa en Teocaltiche nos recuerda que la realidad es otra: hay municipios donde el narco no sólo gobierna, sino que además lo hace con mayor eficiencia que el propio Estado.No hay que perder de vista lo que esto significa. Un cártel con cámaras de seguridad monitoreando quién entra y sale de un municipio es un cártel con el poder suficiente para decidir quién vive y quién muere. Es una organización que no teme al Gobierno porque, en muchos casos, el Gobierno ya es parte de ella.Esto es una burla a la soberanía estatal y desmonta el discurso de seguridad que tanto se cacareó en el sexenio pasado. Una administración que vendió la idea de haber restaurado el orden y que, sin embargo, dejó a Jalisco con más de 20 corporaciones municipales infiltradas, al punto en que muchas operan como brazos auxiliares del crimen organizado.El narco ya no sólo dicta la ley, cobra impuestos y ofrece “protección” en regiones donde el Estado ha fallado. Ahora, instala su infraestructura en plena comandancia de Policía.Y lo peor no es que esto ocurra en Teocaltiche. Lo verdaderamente peligroso es que ya no nos sorprenda.