Miércoles, 25 de Diciembre 2024

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La Embajada para la CIA… si viviera Manuel Buendía

Por: Salvador Camarena

La Embajada para la CIA… si viviera Manuel Buendía

La Embajada para la CIA… si viviera Manuel Buendía

“No era amigo nuestro, pero sentimos su muerte”, dijo un vocero de la embajada de Estados Unidos tras el asesinato de Manuel Buendía, el 30 de mayo de 1984.

Pocos creyeron en la empatía manifestada por la embajada de Washington por la ejecución de quien, desde su columna “Red Privada”, denunció espionaje y actividades criminales de agentes de la CIA en México.

La Agencia Central de Inteligencia fue uno de los temas que obsesionó a Buendía. Y uno de los asuntos que más reconocimiento le ganaron. Encabezaba, de cierta forma, un contraespionaje: descubrió y denunció las identidades y movimientos de agentes de la CIA en el país.

“Stewart D. Burton, de 52 años, frustrado predicador religioso, es el actual jefe de la CIA en México. Sustituyó a Lawrence Sternfield, a quien el Gobierno de Estados Unidos retiró después de que su identidad fue descubierta por ‘Red Privada’en el otoño de 1978”, publicó Buendía el 25 de noviembre de 1980.

Sternfield era un pájaro de cuenta. Buendía le atribuye el diseño de 24 intentos de asesinato de Fidel Castro, decenas de muertes de “enemigos de la democracia” en Latinoamérica, incluido un asesinato en Mérida y bombazos en la Ciudad de México (El Universal 13/X/78).

En la citada columna en la que revela las tareas de Burton, Buendía recuerda que “la actividad de la CIA en cualquier país del mundo incluye, como se sabe, dos principales objetivos: labores de “información” o “trucos sucios”. Lo primero se traduce simplemente por espionaje y lo segundo significa desde subversión y desestabilización contra un gobierno, hasta acciones violentas contra individuos en particular. Nunca será pues un cualquiera aquel a quien la CIA encomiende la realización de esas tareas en un país. Además, la ‘estación’ en México está considerada como quizá la segunda o tercera más importante en el mundo para la Central Intelligence Agency”.

El seis de enero de 1983 el autor de ‘Red Privada’ vuelve a meter un calambre a la embajada estadounidense, cuando se pregunta en la columna qué papel juega Theodore Stark Wilkinson, quien formalmente ocupaba un puesto de “quinto nivel”:

“Unas fuentes indican que es el jefe de la CIA en México. Otras opinan que suple a éste interinamente, y un tercer grupo de datos lo muestra desempeñando una importante actividad en relación con los planes de Estados Unidos para Centroamérica”.

John Gavin, incómodo representante estadounidense en aquellos años, acudía con frecuencia a animadas reuniones de Wilkinson: no es usual, subraya Buendía, que el embajador de EU asista a una fiesta en casa de un empleado de rango verdaderamente menor.

Cuatro décadas después, Washington le habría ahorrado algo de chamba a Buendía. Trump anunció que su embajador en México será Ronald D. Johnson, ex militar que se enroló en tiempos de Vietnam y pasó por El Salvador en los ochenta, para luego ser de la CIA.

Las columnas de Buendía, y las coberturas de periodistas y medios de México sobre las barbaridades de Estados Unidos en América Latina, sacudían la opinión pública de los ochenta porque eran recordatorio y denuncia del perenne instinto subversivo de Washington en la región.

Ahora, la presidencia izquierdista Claudia Sheinbaum tendrá que lidiar con Trump, Marco Rubio (cabeza del Departamento de Estado) y Johnson.

El perfil del próximo embajador de Trump hace, de varias formas, muy actuales los textos de Buendía, que de hecho vio editados en el libro “La CIA en México”.

No sobra decir que nunca se ha aclarado debidamente el rol de Estados Unidos, o sus agencias, en plural, en el asesinato de Buendía.

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