Miércoles, 25 de Diciembre 2024

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Han Kang

Por: Gabriela Aguilar

Han Kang

Han Kang

De los 121 años de historia en la entrega del Premio Nobel de Literatura, sólo 18 mujeres lo han recibido y sólo una de origen asiático: la surcoreana Han Kang, quien también fue la única mujer este año en obtener el prestigiado reconocimiento.

En su discurso de aceptación al que tituló “Luz e hilo”, la escritora que ganara notoriedad en la industria editorial por las novelas “La vegetariana (2007)” y “La clase de griego (2011)”, recordó a su “yo” del pasado, a una niña que no tenía ni 10 años y recopilaba sus manuscritos hechos a lápiz en hojas dobladas y engrapadas para no perderlos; que años más tarde hojeaba a escondidas libros que narraban la brutalidad con la que los ciudadanos de su natal Gwangju fueron reprimidos hasta la muerte durante la Ley marcial en 1980 y que luego de publicar relatos cortos se convirtió en escritora como su padre.

Para Kang su proceso creativo, así como la vida, están llenos de preguntas, pero hay dos que la han acompañado desde siempre: ¿Puede el presente ayudar al pasado? ¿Pueden los vivos salvar a los muertos?

El tiempo es relativo. Han Kang creció en un país donde la ley marcial era un recurso común cuando un presidente le hace un guiño al totalitarismo: la primera de la que la escritora tiene memoria sucedió entre 1972 y 1979 durante el gobierno de Park Chung-hee y la segunda en 1980, impuesta por el presidente Chun Doo-hwan y que tras cerrar universidades, restringir la prensa y detener a los principales líderes políticos de oposición un levantamiento en la ciudad de Gwangju, tuvo como consecuencia la muerte de 600 civiles. La violencia orilló a la familia a mudarse a Seul. Días antes de recibir el galardón se escribió el episodio más reciente de la represión en su país, por eso no es de extrañar que estuviera tan presente en su discurso.

La escritora sabe lo que son las heridas del pasado y aunque ella apenas era una niña en aquellos años no dudó en llevar a su prosa la resistencia contra un sistema, lo hizo notar en “La vegetariana” cuando su protagonista eligió no comer carne como una forma de protesta contra la violencia y llevó su decisión hasta sus últimas consecuencias. Más tarde en “La clase de griego” donde el dolor y la pérdida se hicieron presentes.

La última ley marcial en Corea del Sur, decretada por Yoon Suk Yeol el pasado 3 de diciembre, nos regaló imágenes muy poderosas del enfrentamiento contra los militares en la defensa por los derechos civiles. No puedo olvidar la fotografía que dio la vuelta al mundo cuando Ahn Gwi-ryeong, la portavoz del partido opositor, sujetó con sus manos el arma de uno de los militares que apuntaba a su pecho mientras la lámpara sobre el cañón iluminaba su cara. La también periodista y presentadora de televisión declaró horas más tarde, cuando el legislativo finalmente derogó la Ley marcial, que lo hizo sin pensar, sólo esperaba que no entraran al edificio para que la votación se realizara cuanto antes.

La historia hizo su trabajo: el parlamento de Corea del Sur aprobó la destitución del presidente; el proceso apenas inicia y quedan pendientes algunos capítulos. Aunque las respuesta a las preguntas de Han Kang pueden seguir pendientes, sin duda el presente puede salvar el futuro y sanar el pasado, y los muertos del pasado sin duda pueden salvar a los vivos del presente y a los del futuro brindando el coraje para enfrentar al poder para que ni la historia ni la violencia ni las víctimas se repitan y entonces, sólo entonces, como dijo en su discurso, se pueda sentir ese hilo que la conecta con la creación y con sus lectores, un hilo que no es rojo sino dorado porque está lleno de luz, ya que en él se manifiesta la vida.

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