Jueves, 13 de Febrero 2025

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Guadalajara, deudas de la memoria

Por: Diego Petersen

Guadalajara, deudas de la memoria

Guadalajara, deudas de la memoria

Mañana, Guadalajara cumple 483 años. Cuatro siglos, ocho décadas y tres años desde que, cansados de estar buscando un lugar para fundar una ciudad, el pequeño grupo de españoles acompañados por indígenas esclavizados decidió fundar, por cuarta y definitiva vez, la ciudad de Guadalajara. Fue una fundación difícil y caprichosa, llena de vicisitudes como toda historia digna de contarse.

Dicen las crónicas que fue un 14 de febrero cuando una brava mujer, doña Beatriz Hernández, convenció al cabildo de mudar la ciudad de Tonalá al Valle de Atemajac. Habían pasado ya por Nochistlán, hoy Zacatecas, donde la escasez de agua y los ataques indígenas los hicieron claudicar, y por Santiago de Compostela, hoy Nayarit, donde las batallas fueron feroces y la mortandad altísima. Las primeras expediciones para la conquista de Occidente habían partido desde Tzintzuntzan, la capital purépecha, 20 años antes.

Guadalajara la de Tonalá, fundada en 1539, llevaba meses asediada por los indígenas de la zona y en 1541 casi la habían hecho desaparecer. Cristóbal de Oñate tenía miedo de hacer la nueva mudanza sin la aprobación del sanguinario Nuño Beltrán de Guzmán, a quien temían más que a nadie. Cuenta fray Antonio Tello en su Crónica Miscelánea de la Sancta Provincia de Xalisco que: “estando en esto, entró donde estaban en Cabildo Beatriz Hernández, mujer de Juan Sánchez de Olea y dixo: ‘¿No acabarán los señores de determinar a do se ha de hacer esta mudanza? Porque si no, yo quiero y vengo a determinarlo, y que no sea con más brevedad de lo que lo han estado pensando: miren quales están con demandas y respuestas, sin concluyr cossa ninguna… Pidió licencia y dixo [que] quería dar su voto y que, aunque mujer, podría ser [que] acertasse. Entonces el gobernador le hizo lugar y dio asiento, y estando oyendo a todos y que no se conformaban ni determinaban, pidió licencia para hablar, y habíédossela dado dixo: ‘Señores el Rey es mi gallo, y yo soy de parecer que nos passemos al Valle de Atemajac, y si otra cossa se hace, será de servicio de Dios y del Rey, y lo demás es mostrar cobardía”.

Muy poco se reconoce el papel que tuvo Beatriz Hernández -quien seguramente estaba harta de ese carácter indeciso de los primeros tapatíos- en la fundación de Guadalajara, la de indias, la definitiva. Fue, sin duda, una buena decisión. No deja de ser paradójico que la razón más importante para mudar la ciudad, entonces soñada, al Valle de Atemajac, haya sido un río, hoy borrado del mapa, que aseguraba el abastecimiento de agua.

De cara a los ya próximos cinco siglos de su fundación, Guadalajara tienen dos grandes deudas de su memoria: Beatriz Hernández y el Río San Juan de Dios.

diego.petersen@informador.com.mx

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