El fantasma de la extrema derecha se asoma en Argentina. Después de años de gobiernos de izquierda y derecha de los partidos tradicionales, luego de vivir atados a las falsas ilusiones del kirchnerismo, los argentinos voltearon a ver a Milei, un extravagante que se dice liberal extremo y que lo que ofrece como solución económica y social para Argentina es el desmantelamiento del Estado. Hartos de vivir en una economía y un Estado disfuncional, los argentinos voltearon a ver este radical que es capaz, incluso, de negar los abusos de la dictadura de los años setenta.Sí, podemos encontrar muchísimas particularidades en la elección y la situación argentina, un país con una capacidad autodestructiva difícil de igualar en cualquier otra parte del mundo; sin embargo, sería un error no ver y entender lo que hay de común en el proceso argentino, con lo que pasó en Brasil con Bolsonaro, la emergencia de Trump en Estados Unidos y decenas de casos más en todo el mundo donde las derechas radicales y antiestado crecen y se arraigan en el votante.En una entrevista para El País, el sociólogo argentino Pablo Seman da algunas claves para entender el fenómeno Milei. El crecimiento del candidato ultraliberal tiene que ver por supuesto con los pésimos resultados de la gestión económica del neoperonismo kirchnerista de Fernández y Fernández (Alberto y Cristina) y en medio de ellos la frivolidad de Mauricio Macri y antes Néstor Kirchner. Pero también la incapacidad del Gobierno y del Estado para resolver las cosas más básicas de la vida de las personas.En México, el Gobierno de López Obrador había sido, hasta este último presupuesto, sumamente ortodoxo en el manejo de las finanzas públicas. No tenemos hiperinflación ni crisis económica. Esto, por supuesto, puede cambiar para el próximo sexenio, pues quien gane recibirá un Gobierno con un déficit fiscal importante, unas empresas paraestatales, Pemex y CFE, con problemas financieros y compromisos de gasto que le dejarán poco margen de acción.Más grave aún es la ineficiencia gubernamental. Si bien es cierto que esa venía desde años atrás, los ahorros mal entendidos de un Presidente con visión económica de abarrotero, que confunde el ahorro con el no ejercicio del gasto, tienen hoy al Estado mexicano en el peor escenario posible, pues no adelgazó al Gobierno ni a sus instituciones, sigue igual de obeso que antes, pero sin músculo. La próxima Presidenta o Presidente de México tendrá frente a sí el gran reto de volver funcional el Estado y deberá hacerlo con un margen de maniobra político y financiero muy pequeño. No hacerlo, no tomar decisiones respecto a la debilidad del Estado -como hacer la necesarísima y siempre mal ponderada reforma fiscal- traerá consecuencias gravísimas y no nos sorprenda que en seis años estemos frente a las urnas con un Trump, un Bolsonaro o un Milei liderando las encuestas.