Uno de los mantras de los defensores del Gobierno de López Obrador es que el diagnóstico era el correcto, pero la implementación de políticas públicas no ha sido eficaz. Es una forma un tanto condescendiente de ver el problema, pues en realidad lo que ha caracterizado a esta administración es una visión simplista que se ha traducido en políticas insuficientes en salud, seguridad, medio ambiente, energía, etcétera. El síndrome del “popotito” (la explicación de lo fácil que es sacar petróleo, pues es cosa de meter un popote en la tierra y ya) permea la administración.El programa Jóvenes Construyendo el Futuro es el más fracasado de los programas sociales, más aún que Sembrando Vidas, el programa de “reforestación” que ha sido catastrófico económica y ambientalmente. ¿Por qué fracasó el programa de primer empleo?, ¿por qué los jóvenes no fueron corriendo a su oportunidad de trabajo? En primer lugar, porque nadie les preguntó qué querían. Esto es, la política se diseñó desde un escritorio en la Ciudad de México, con más voluntarismo que conocimiento y una buena dosis del moralismo que caracteriza a nuestro Presidente predicador.Los números son devastadores. Mientras en la Mañanera no se ha vuelto a hablar de Jóvenes Construyendo el Futuro, en los primeros tres años de este Gobierno más de 15 mil adolescentes fueron procesados por narcomenudeo y otros 76 mil por delitos del fuero común. En 2021, ya con el programa social en pleno el número de menores detenidos por narcomenudeo fue 47 por ciento superior que en 2015. Muchos otros, decenas miles de ellos, terminaron engrosando las filas de crimen organizado o, peor aún, en fosas comunes clandestinas y listas de desaparecidos.La batalla por los jóvenes la veníamos perdiendo desde hace varios años y la seguimos perdiendo. Cualquier política de seguridad que se plantee hacia adelante debe contemplar, más allá de cuestiones de tecnología y capacidad de fuerza, la recuperación de territorios y la recuperación de los jóvenes. Quizá, sólo como una cuestión metodológica, habría que comenzar por preguntarle a los sujetos de la política qué quieren, pues claramente no es una beca de trabajo o no sólo una beca de trabajo. La deserción educativa en el tránsito de secundaria a preparatoria hace evidente que el futuro que imaginan no es por los cauces institucionales y la economía formal. Es muy probable que no nos va a gustar nada escuchar lo que tienen que decir, que el problema de fondo no se revuelva acusándolos con sus mamás y sus papás ni hablándoles de Benito Juárez.Comencemos por entender, porque hoy la batalla por los jóvenes parece perdida.