¿Qué pasa en Teocaltiche?.Un poblador me ayudó a entender mejor: “Si a los delincuentes se les ocurre un día cobrar por las ventanas de tu casa, no hay nada que puedas hacer”.Teocaltiche es noticia desde 2017 que inició su crisis de seguridad. Ahora lo sacudió la desaparición de ocho policías.Como respuesta, el Gobierno de Jalisco asumió el mando temporal de la Policía de Teocaltiche; esta es la cuarta ocasión que es intervenida y desarmada. La primera fue con Aristóteles Sandoval (2017), dos con Enrique Alfaro (2020 y 2023), y ahora con Pablo Lemus (2025).¿De qué sirvieron las tres intervenciones previas?Desarmar a medio centenar de policías con operativos espectaculares, aplicarles controles de confianza, enviarlos a la Academia para capacitarlos y procesar a uno o dos –si acaso–, ¿saneó a la corporación?El acuerdo en el Periódico Oficial publicado el 19 de febrero por Pablo Lemus para intervenir la comisaría de Teocaltiche es igual al publicado por Enrique Alfaro el 1 de octubre de 2020 para el mismo propósito.Ambos señalan que el Gobierno estatal asume el mando temporal de la corporación “hasta que se logre la reintegración del orden y la paz pública”. Las intervenciones duran apenas dos a tres meses.Pablo Lemus exculpó a la alcaldesa de Teocaltiche, Silvana Margarita Villalobos del PRI-PAN-PRD, al remarcar que heredó una Policía infiltrada del ex alcalde morenista Juan Manuel Vallejo Pedroza –ilocalizado, por cierto–.Pero, ¿no es un deslinde apresurado?Una Policía criminal –que opera un centro de vigilancia clandestino desde la Comisaría–, ¿es posible sin un acuerdo político?Cuando, en 2014, Aristóteles Sandoval desarmó a las dos primeras policías municipales por presuntos nexos con el crimen: Cocula y Casimiro Castillo, se interpretó como un acto de autoridad. Envió asimismo un mensaje de gobernabilidad ante la mediatización del terror que dañaba la imagen pública del mandatario y la Entidad.Desarmar comisarías –más de 20 en Jalisco desde hace tres sexenios– es apenas una medida de corto plazo. Sin acciones de largo plazo como la recuperación de la base social cooptada por el crimen, el “desarme” de la protección política, la incautación de activos del crimen y el castigo de los delitos que llenan las carteras del hampa, repetiremos la misma receta que cambia titulares pero no la realidad.La vida delictiva atrae a los jóvenes de la región con promesas de ascensos fulminantes y fatales. Cuando comenzó la crisis estaban los malos, eran “los otros”. Hoy han ampliado su base social como un Estado paralelo que ofrece protección, empleo, cobro ilegal de impuestos, controla la economía, tiene a la Policía y el monopolio de la fuerza.Desarmar solo policías sin desarmar las redes político-criminales es apenas una labor profiláctica que pone una pausa al terror sin que el control cambie de manos.¿O será diferente esta cuarta ocasión?