Jueves, 26 de Diciembre 2024

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Apostar por lo común

Por: Rubén Martín

Apostar por lo común

Apostar por lo común

En 1893, Luis del Carmen Curiel, gobernador interino de Jalisco, tomó la decisión de comprar los terrenos donde ahora es el Bosque de Los Colomos para hacer obras de abasto de agua a Guadalajara tras el declive de los manantiales del Cerro de El Colli. 

Así lo anunció en su Informe de Gobierno respectivo: “El Ejecutivo inició el proyecto de proveer a esta capital de agua buena y abundante. Sabido es que desde el tiempo colonial vienen luchando sucesivamente las diversas administraciones políticas que han tenido su asiento en Guadalajara por dotar a esta ciudad del agua que necesita para su consumo, y que, aunque mucho se ha adelantado en el continuo trabajo, hasta hoy no se ha podido conseguir que más empresas acometidas en esta importantísima materia den todo el resultado que se persigue”, relató el mandatario en el texto que entregó a los diputados del Congreso local (Jalisco, testimonio de sus gobernantes, 1882-1911). 

Por eso informó que encomendó al ingeniero Gabriel Castaños perfeccionar las obras hidráulicas de El Colli y hacer las obras necesarias para aprovechar los manantiales de Los Colomos. Las obras fueron continuadas más adelante por los ingenieros Ambrosio Ulloa y Agustín V. Pascal. Gracias a estas obras públicas, a comienzos del siglo XX los manantiales de Los Colomos completaron el abasto de agua a Guadalajara. Pero no sólo se diseñaron esas obras: se pensó en proteger los manantiales. 

“El visionario gobernador Curiel, atribuyendo vital importancia a Los Colomos, adquiere de particulares por compraventa varios terrenos, hasta lograr comprar una cantidad aproximada de 248 hectáreas para proteger los manantiales y así asegurar a Guadalajara el abastecimiento de agua para la posteridad”, escribió Fernando Estrada Godínez de El Parlamento de Colonias (https://bit.ly/3CS0oKc). 

Esa decisión tomada hace 130 años a favor de un bien común, un parque público, ha dejado enormes beneficios a la ciudad y su población durante más de un siglo. 

¿Qué hubiera pasado si el gobernador Luis C. Curiel no hubiera comprado esos terrenos para destinarlos a un parque público, a un bosque? Probablemente sería otra colonia como Colinas de San Javier o Providencia. Este ejemplo muestra claramente las consecuencias que tienen las decisiones de los gobernantes para bien o para mal de una sociedad. Por lo regular los gobiernos se convierten en instrumento para capitalización de los privado, pero cuando actúan a favor de lo común los beneficios se multiplican para la mayoría de la sociedad. 

Traigo este ejemplo a colación por el debate que ha generado el conflicto social por los terrenos comprados originalmente para el parque público de Huentitán y que sucesivos gobiernos han pretendido desincorporar del patrimonio común para entregarlo al desarrollo inmobiliario privado Distrito Iconia. 

Gracias a este conflicto Huentitán-Iconia, se ha acentuado el debate sobre lo público y lo privado en Jalisco, al contrastar qué es lo que conviene para ese predio: un negocio inmobiliario privado o un parque público que puede proveer no sólo esparcimiento para los habitantes de la zona y de toda el Área Metropolitana de Guadalajara sino de varios servicios ambientales.

Según los actuales gobernantes, tanto el titular del Ejecutivo Enrique Alfaro Ramírez, como el presidente de Guadalajara, en torno a esos terrenos ya no hay nada qué discutir: anteriores gobiernos de la ciudad entregaron esos terrenos a empresas particulares. Pero omiten reconocer que las empresas poseedoras de los terrenos han violado los convenios al incumplir las contraprestaciones por las que el Ayuntamiento tapatío cedía la propiedad. Todavía es tiempo regresar a lo público esos predios. 

El ejemplo de las decisiones que tomó hace 130 años Luis C. Curiel deben servir de ejemplo para las decisiones que se tomen en el presente. ¿Necesitamos otro conjunto de torre de departamentos o dejaría más beneficios a la ciudad, a la colectividad, un parque público? Lo primero es servir a una empresa privada, para la realización de un negocio particular; lo segundo es apostar por el usufructo común y público de ese espacio. Es tiempo de apostar por lo común. 

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