El 2 de noviembre, en México, celebramos el Día de Muertos para honrar la memoria de todos aquellos seres queridos quienes han partido. Uno de los elementos clave de la sociedad mexicana, que forma parte del conjunto cultural que seguimos en torno a la muerte, es el funeral, el espacio donde las familias pueden estar por última vez con su familiar para recordar todos aquellos momentos vividos y despedirlo con oraciones y flores.Es en este momento donde el cuerpo de la persona a quien se despide tiene toda la atención, donde se le observa reposando en un "descanso de paz", dando sentido, precisamente, a la frase "descansa en paz", pues se ha ido el dolor padecido por una enfermedad o una muerte violenta; pero en un funeral también se despide a quienes han tenido un fallecimiento inesperado o que simplemente, después de una longeva vida, han trascendido a otro plano, según la religión o ideología de cada persona.Es en este momento que comienza el reto principal de Jennifer Enríquez, quien se desempeña en la tanatopraxia desde hace ya varios años, especialidad también conocida como el proceso de embalsamar un cuerpo. Su objetivo, cuenta, es lograr que cada persona que pasa por sus manos, al prepararla con cuidado y profesionalismo, irradie esa tranquilidad al descansar en su ataúd durante su funeral."Yo siempre atendí a los pacientes como paramédico. Algunas de las personas, cuando llegábamos al servicio, ya habían perdido la vida, incluso quedando en condiciones lamentables. Pero yo siempre pensaba 'hay una forma mejor para poderlos ayudar en estos momentos'. Yo siempre veía que satanizaban o se lamentaban de quienes morían, que decían 'ay, pobrecito, se murió', pero siempre hay algo que te lleva a mejorar esos momentos, está esa oportunidad de darles una digna despedida, aunque esté enfermo o en las condiciones en las que hubiera fallecido; qué mejor manera de poderlo ver ya sano, por así decirlo, y con un mejor aspecto ya dentro del ataúd, descansando", contó Jenny.Ella trabaja en un laboratorio privado de la colonia Atlas, en Guadalajara. Acompañada de su gato negro, como un cliché de las historias de miedo, ha dejado de lado aquellos mitos en los cuales las personas suelen creer que quienes trabajan con cadáveres han perdido toda sensibilidad y se han convertido en personas frías. Para ella, no se trata de hacer desaparecer sus sentimientos, sino de concentrarse en trabajar para poder hacer con profesionalismo su labor."Sí, se necesita bastante de mente fría de cierta manera, y no es tanto porque desaparezca lo que sentimos, es más bien por respeto, por ética y profesionalismo. Porque, si uno no se concentra en lo que realmente estás haciendo, si se piensa ‘¡Qué tristeza!’, no lo va a hacer bien, si lo haces desde el sentimiento, quizá no vas a poder hacer tu trabajo de la misma forma. Y no es que uno se haga insensible, al contrario, realmente estoy concentrada porque los cuerpos son de un hijo, o de una mamá, es el cuerpo de un papá, o de un familiar, es un ser cercano, un ser querido de alguien. Aquí no estamos jugando con cosas, son personas, y mi objetivo es de que salga de aquí una persona linda, que se vea una persona tranquila, que cuando sus familiares la vean ya no sufran porque partió, que ellos vean que ya están descansando en paz. Porque los familiares somos los que nos quedamos, entonces, qué es mejor que también uno descanse, que lo vea y diga: 'En realidad ya está descansando'", expresó la joven.Como parte de su trabajo, Jenny recibe los cuerpos luego de haber sido recogidos de sus casas, hospitales o del Servicio Médico Forense, según sea el caso de cada uno, revisa su certificado de defunción y causas de muerte y comienza a trabajar en ellos para preservarlos de la mejor manera para que puedan emanar esa paz que a su vez será externada a sus familiares durante el proceso de velación."Es pensar en el otro cuando estás trabajando: pensar en su familia, en lo que están sintiendo ante la pérdida, de dejar de lado el morbo o los mitos que hay detrás de todo el proceso", añadió Jenny.De hecho, dentro de la labor, Enríquez cuenta que lo que más puede llegar a afectarle, antes de separar el sentimiento de su profesionalismo al trabajar, es recibir los cuerpos de infantes porque, cuenta, es inexplicable el pensar por qué ellas o ellos tienen que irse tan pequeños teniendo la vida por delante. "Algunos de ellos solo estaban jugando y tuvieron un accidente y murieron, es decir, no tenían maldad, solo eran niños y murieron, es cuando no te explicas por qué", contó la joven embalsamadora.Inyecciones, líquidos especiales para deshidratarlos, al menos tres veces "bañados" y desinfectados, con las facciones mejoradas, incluso con una sonrisa y, en ocasiones, teniendo que haber reconstruido distintas partes (desde la boca, dientes y nariz, hasta el cráneo en algunas otras), Jenny procede entonces a maquillarlos. Lo hace con maquillajes especiales, distintos a los que usamos algunas personas, pues explica, el PH del cuerpo desaparece, y la piel no reacciona de la misma forma que en una persona viva. El reto es conservar el aspecto de una persona sana, incluso si la coloración de la piel cambió de color según las causas del fallecimiento de cada una.Ella cuenta que trabaja mejor si la familia ha compartido una foto de la persona cuando aún vivía, pues de esta forma sabe si el hombre llevaba su barba o bigote de manera particular, o si la mujer usaba cierto tono de labial o rubor. "Que se vea natural" es una frase que escucha casi siempre, pero ese "natural" tiene un abismo de posibilidades en la misma palabra, y este es uno de los retos principales de su labor, dejar a los cuerpos tranquilos y "bellos", pero que al verlos la familia realmente los reconozca, que se vean como eran en vida, sin exagerar lo que no eran o no usaban, que puedan decir "parece que está durmiendo".Jenny tiene un funeral muy marcado en su vida. Durante su adolescencia vio partir a su abuela, quien murió de EPOC. Durante algún tiempo la vio padecer esta enfermedad en casa, desmejorando su aspecto. Un día el enfisema de su abuela empeoró y tuvo que ser llevada al hospital de emergencia, pero antes de ello, Jenny alcanzó a peinarla con una de sus ligas, y así partió al hospital. Ella ya no vio a su abuela, sino hasta el funeral, donde la vio descansando tranquilamente, con una salud que ella ya no recordaba."Pero yo pensé que ella se había ido con mi liga, con la liga con la cual la había peinado. Por eso cuando tengo que peinar a alguien lo hago con sus propias ligas".Así, también, peinar es una de las cosas que más le gusta hacer, pues su madre, estilista de profesión, le enseñó desde pequeña esta labor, llevando a su trabajo un conjunto de cosas y habilidades que hoy se reúnen como si el destino la hubiera puesto en el sitio donde hoy se desempeña con profesionalismo, dejando el cuerpo listo en menos de dos horas para que sea trasladado a su velatorio."Se trata de embellecer un poquito más, digamos a la muerte, quitándole esas apariencias tristes. Aquí es darle, por así decirlo, vitalidad al cuerpo, que realmente parezca una persona dormida. Ese es nuestro primer objetivo: que esté tranquilo, porque volvemos a lo mismo, ¿no? El que la familia pueda verlo tranquilo le da paz a los familiares, y ellos van a seguir en su duelo, pero así ellos no lo van a recordar, quizá, como fue la última vez que lo vieron, sino cómo lo vieron cuando estaba en el ataúd, que digan 'me quedo con que lo vi tranquilo antes de que se fuera'", añadió Jenny.Para Jenny este proceso de la muerte debe dejar de ser un tema a evitar, pues personalmente lo considera como un elemento más del servicio de la salud, y por donde todas y todos hemos de pasar. Hablar de ello puede llevar a que las personas tomen en cuenta desde el contar con una previsión para adquirir su paquete funerario —que suele subir de precio cuando este debe contratarse de emergencia—, hasta hablar abiertamente con la familia cómo desea que sea su funeral: qué desean llevar ese día o cómo les gustaría que las demás personas la vean, todo, como parte de una despedida digna, como todas y todos lo merecemos.Es así como Jenny transforma la ausencia en calma. Con cada cuerpo que prepara, devuelve la dignidad y la tranquilidad a quienes parten, pero también a quienes se quedan. Su labor requiere precisión, respeto y una sensibilidad que pocos comprenden, porque entre líquidos, suturas y silencios, se reconstruyen no solo rostros, sino memorias.En el laboratorio, cada cuerpo es una historia y cada despedida debe ser acompañada con un gesto de paz. A través de su trabajo, Jenny demuestra que la muerte no debe ser sinónimo de dolor o de miedo, sino un momento para reconciliarse con la vida. Al cuidar los últimos detalles de quien se ha ido, busca brindar un poco de consuelo a las familias que enfrentan la pérdida, mostrándoles que el descanso puede tener también un rostro digno y paz.* * * Mantente al día con las noticias, únete a nuestro canal de WhatsApp * * *FF