Tapatío: dícese del natural de Guadalajara, perteneciente o relativo a la capital de Jalisco. Guadalajara, nuestro rincón del mundo, donde inicia y termina el cielo: donde nos tocó vivir. La palabra “tapatío”, ese gentilicio que nos caracteriza, según el Gobierno de Jalisco, deriva del náhuatl “tapatiotl”-”que vale por tres”-, un sistema comercial de la Guadalajara del siglo XVII, cuyo valor residía en tres costales de diez cacaos.¿Qué es ser tapatío? ¿Qué significa habitar en Guadalajara? Para María de la O. Arroyo, de 61 años, y su hijo Mario Navarrete, de 27, ser de Guadalajara representa un orgullo.“Soy nativa de Guadalajara, orgullosa de ser de esta ciudad y más por su cultura, sus costumbres, sus tradiciones. El mariachi, el tequila, lo que nos representa: es la ciudad más mexicana de toda la República. Nuestras costumbres, nuestras tradiciones, nuestro hablado, nuestras palabras que nos identifican, nuestras frases, eso es ser tapatía”, asegura María.Sentimientos similares comparte Moisés Granado Orozco, de 73 años. “Para mí, Guadalajara es el mundo. No tengo que sufrir de nada, qué más quiero. Nomás me la paso cotorreando. ¿Qué quieres que diga más de Guadalajara? Guadalajara es para mí lo más hermoso”.Daniel de la Torre tiene 28 años, de los cuales 15 se ha dedicado a vender recuerditos en las calles del Centro Histórico, en particular en las esquinas de la catedral de Guadalajara. “Ser tapatío es muchas tradiciones, muchas raíces muy diferentes a las del resto del país, lo cual es algo que me enorgullece”, asegura.Arturo Gutiérrez, de 70 años, y Guillermina Rosales, de 60, son esposos y se sienten felices de haber nacido en Guadalajara. “Me siento honrado de vivir en esta ciudad, me gusta la ciudad”, dice Arturo, mientras que su esposa hace eco de su sentir. “Me siento orgullosa de estar aquí, de ser de aquí, de Guadalajara. Aquí nací”. Para Héctor, “El Sombras”, de 31 años, le gusta “vivir dentro del monstruo”. “Guanatos es un monstruo, me comió, me tragó, me secuestró. Me gusta vivir dentro del monstruo”.Ser tapatío es diversidad. Así lo comparte Alonso Padilla, de 23 años, perteneciente a la comunidad LGBT+. “Ser tapatío es algo que me gusta. De hecho, si me dieran a elegir otra vez dónde nacer, yo elegiría Guadalajara. Porque me encanta la gastronomía, la arquitectura, la diversidad; todo lo que representa a México, a fin de cuentas, sale de Jalisco. Sí me gusta ser tapatío, sí me representa”.Pero ser tapatío también es incertidumbre y adversidades, en palabras de “Fito”, de 32 años. “Yo creo que la ciudad, a mí y a mucha gente, nos ha tratado mal. Yo ahora vivo en la periferia, todavía más lejos. Creo que no tengo mucho qué decir de Guadalajara; venimos la gente a trabajar acá para que la ciudad esté funcionando y para que mucha gente mantenga un statu quo aquí dentro de la ciudad. Eso es Guadalajara para mí”.Mucho ha transcurrido desde aquella odisea azarosa en la que un grupo de españoles desorientados se asentaron en el fondo del Valle de Atemajac cargando a cuestas el peso de tres fundaciones fallidas, aquel lejano 14 de febrero de 1542, cuando Beatriz Hernández decidió, con una inspiración irrevocable, que aquí habríamos de quedarnos, desde entonces y hasta siempre, y la ciudad hasta entonces peregrina se estableció a un lado del río.Hoy ese río ya no existe: lo llenamos de concreto bajo la calzada Independencia, así como también secamos nuestros arroyos, veneros y manantiales. Guadalajara no era más que eso: una villa de unos cuantos españoles a un lado del río, con sus barrios fundacionales, a los que poco a poco la ciudad creciente se fue anexando: Analco, Mezquitán, Mexicaltzingo. Cuatro siglos después, según las estimaciones del Instituto de Información Estadística y Geográfica de Jalisco, en el año 2020, en la ZMG habitaban cinco millones 268 mil 642 personas, más las que, cinco años después, aún faltan por contabilizar.Guadalajara terminó acogiendo también a José Luis Orozco García, de 61 años, un artista que desde hace 25 años se coloca en el mismo lugar para pintar a la gente que pasa por el Centro Histórico. Él es originario de Michoacán.“Siempre fue mi noción de niño; si no vivir, sí venir a Guadalajara más seguido. Y a través del trabajo se me dio la oportunidad de vivir aquí en Guadalajara, y gracias a Dios me ha ido muy bien”.Pero Guadalajara también es los que nos faltan. Más de 15 mil personas que, al sol de hoy, no han regresado a casa, según el Registro Estatal de Personas Desaparecidas. Avelina —nombre cambiado a petición de la entrevistada— busca a su hijo desde septiembre de 2021, en aquella madrugada de su infortunio en la que el primogénito ya no regresó. Desde entonces es, como muchas mujeres, la madre de quien no está.El rostro de su hijo ha sido expuesto en incontables ocasiones en las calles de Guadalajara: en Palacio de Gobierno, en el Centro Histórico, en los andadores arbolados de Chapultepec. Un rostro que, si no lo desprende el viento, el clima o las costumbres del sol, es desgarrado por la mano misma de las autoridades que no han hecho lo suficiente por traerlo de regreso. “Guadalajara es la tierra que me quitó a mi hijo”, condena.No solo es tapatío quien nació aquí. También es tapatío el que la vida trajo a este rincón del mundo. El que vino de otras latitudes y otras patrias, desde meridianos recónditos, y encontró un hogar en esta tierra. Así es para Ramón Orozco, de 80 años, originario de San Luis Potosí, que llegó a Guadalajara en 1951. Aquí se casó, aquí hizo su vida, aquí tuvo a sus hijos. Se sienta entre los bancos de la Plaza de Armas, con regularidad, para recordar el pasado.“Yo vengo todavía aquí a recordar todo lo pasado. Aquí me casé y todos mis hijos ya volaron, ya se fueron, ya nomás quedamos mi mujer y yo. ¿Ya de aquí para dónde me muevo? Yo aquí me voy a ‘bailar’, aquí en Guadalajara”.El tapatío es de Guadalajara como Guadalajara es del tapatío. Tapatío nacido aquí o en otras partes. El tapatío que se enfrenta al tráfico invivible de López Mateos y Periférico a las seis de la tarde. El tapatío al que no le ajusta, al que le pican los asquilines, el que huye de los támaros, el que es bien sabe cómo, ¿edá?, el que ocupa y al que le gustan las cosas bien mucho, el que vive en Guanatos.El tapatío que sabe que al inicio del calor arderá, de nuevo, el Bosque de la Primavera, y que cada año se preocupa por si se secará o no Chapala. El tapatío que cada vez vive con más miedo, porque la inseguridad esto y el crimen el otro, y que recuerda el pasado como un territorio idílico donde Guadalajara era la Ciudad de las Rosas y todos se daban los buenos días.El tapatío al que cada vez le alcanza menos el salario y la morralla dentro del bolsillo, el que a diario ve cómo la ciudad cambia y crecen las torres de departamentos y las viviendas verticales. El tapatío que sabe que ya está por terminarse el año porque han llegado las Fiestas de Octubre y la Feria Internacional del Libro. El tapatío que divide la ciudad entre la frontera imaginaria de la Calzada Independencia: de este lado, y del otro. El tapatío que se resiste a olvidar a la Guadalajara cercenada que enterraron a las prisas aquel 22 de abril de 1992; el tapatío que sigue recordando aquel amanecer de 1997 en el que se trastocó el mundo: cuando nevó en nuestra ciudad. Regina, de 33 años, acaba de dar a luz, hace poco, a su primera hija. Vive en las inmediaciones de El Refugio, en el Barrio de la Capilla de Jesús. Para ella Guadalajara es su casa, su miedo, su refugio, su limitante."Guadalajara ha sido mi hogar, he construido amistades, he hecho familia. Pero es una ciudad cruda y dolorosa, una ciudad en la que me da miedo maternar. No sabemos si saldremos de casa y volveremos. La Guadalajara cada vez más grande, cada vez menos Bosque de la Primavera, con sus ríos pudriéndose. Es Guadalajara desde esos lugares oscuros y luminosos. Formas heterogéneas de la vida, formas muy distintas de pensamiento, y un abrazo extraño entre esta mezcla. Y a la par, un montón de historias de mujeres bastantes luchadoras desde muchos ámbitos: la literatura, el teatro, la danza. Yo tengo 33 años, ahora también madre de una hija que vive aquí, en la ciudad".Guadalajara, tan llena de vida, tan repleta de fiesta, tan sí misma; la Guadalajara que nos da la espalda, que nos acoge. Desde el cielo, una ciudad como un croquis, una metrópoli como una maqueta, una figura en el mapa. Un punto, y luego nada. Guadalajara-cárcel, Guadalajara-monstruosa, enorme, creciente, hermosa. Guadalajara triste, Guadalajara tu casa.Guadalajara de sueños, de nuestras ilusiones juveniles, de nuestras amarguras de adultos, donde se termina el firmamento.Guadalajara, que este día cumple 483 años.Guadalajara: aquí nos tocó vivir.FS