Martes, 12 de Noviembre 2024

La tradición los 7 templos; anécdotas de una tapatía

En Guadalajara, miles visitan los 7 templos el Jueves Santo de Semana Santa; cada visitante guarda una historia única, fascinante e irrepetible

Por: Fausto Salcedo

El Centro Histórico de Guadalajara se llena de vida con los miles de fieles en Jueves Santo, cada uno con su historia única. EL INFORMADOR/ ARCHIVO

El Centro Histórico de Guadalajara se llena de vida con los miles de fieles en Jueves Santo, cada uno con su historia única. EL INFORMADOR/ ARCHIVO

El sol se alza inclemente sobre Guadalajara. El pavimento encandila, hace que ardan las suelas de los zapatos, y la sed se ensaña en la garganta como una espina enterrada. Los tapatíos ya añoran que refresque del mismo modo que hace unos meses suplicaban que el frío se marchara para siempre. La Semana Santa se respira en todos los ámbitos de la ciudad, y junto con ella el calor que no es más que un preámbulo de lo que vendrá en el verano.

Pero las temperaturas no son un contratiempo para Carmen. Tiene 65 años, y toda su vida ha vivido en el Barrio del Santuario. Vio cómo Alcalde era una avenida invivible de camiones a todas horas y en todas partes, después una obra negra abandonada por las construcciones de la línea 3 del Tren Ligero, y ahora un corredor turístico y gentrificado que ya no recuerda con los recuerdos de su infancia. Cada Semana Santa, Carmen recorre el Centro Histórico en el peregrinaje anual de los 7 templos. Cuando le daban abasto los años, andaba todo el recorrido sin siquiera soltar un suspiro, pero ya las piernas no le dan fuerza, y para cumplir su propósito anual se vale del subterfugio de dos o tres camiones que se le atraviesan en el camino. "Dios entiende esas cosas" afirma. 

La tradicional visita de los 7 templos lleva años celebrándose en Guadalajara. EL INFORMADOR/ ARCHIVO

Desde muy pequeña, Carmen recorría todas esas calles en sus primaveras de antaño, de la mano de su madre, para visitar los Siete Templos de Guadalajara. Entonces no era una actividad que la entusiasmara, considerando cómo el sol la quemaba viva dentro del vestido negro que su madre la obligaba a usar, y todos los kilómetros caminados que le hacían pensar que el Centro Histórico de Guadalajara era un océano interminable. Su madre ni siquiera le concedía la tregua momentánea de un agua de horchata o una nieve de garrafa para facilitar el camino. "Aguántate", le decía. "Que Jesús sufrió más".

La visita de los Siete Templos; una tradición bíblica 

El Jueves Santo es un día importante en la tradición católica. EL INFORMADOR/ ARCHIVO

De acuerdo con la tradición y los relatos de la Biblia, antes de su crucifixión, Jesús realizó un recorrido de dolor por siete puntos determinantes que terminarían con su muerte en el Monte Calvario: 

  1. Tras celebrar la Última Cena, Jesús se dirige en solitario al huerto de Getsemaní, donde ora su miedo y suda sangre. 
  2. De Getsemaní, Jesús parte a la casa de Anás, donde es interrogado y abofeteado. 
  3. Jesús parte a la casa de Caifás, donde es humillado: recibe insultos, golpes y escupitajos, y sufre durante toda la noche. 
  4. En el cuarto sitio, Jesús comparece ante Poncio Pilatos. Es acusado por los judíos, quienes levantan falsos testimonios contra él. 
  5. Jesús comparece ahora ante el rey Herodes, donde es humillado por los guardias.
  6. Jesús comparece por segunda ocasión ante Pilatos. Es coronado con espinas, azotado y condenado a muerte. Recibe humillación pública.
  7. En el último sitio, Jesús llega al Monte Calvario después de llevar la cruz a cuestas. Ahí es crucificado. 

Jueves Santo y los 7 Templos: La historia de una madre y su hija 

El Centro Histórico se abarrota con el recorrido de los Siete Templos. EL INFORMADOR/ ARCHIVO

A pesar de su talante severo, la madre de Carmen parecía más viva que nunca en aquellas primaveras remotas. En el altar de cada templo se arrodillaba y colocaba una flor fresca: compraba siete flores distintas en el Mercado Alcalde, y las distribuía de acuerdo a su ánimo. Una rosa en la Catedral para Cristo, un girasol en el Santuario para Fray Antonio Alcalde, una gardenia radiante, en Santa Mónica, para la Virgen; un jazmín para los santos en la Merced. No eran flores asociadas con la muerte, e incluso aquello podría pasar por una ofrenda de provocación. Cuando alguna religiosa hizo el comentario de que las rosas rojas no eran flores oportunas para Dios, la madre de Carmen le respondió que ella se daba a entender con Dios directamente, y que las clasificaciones de las flores eran asuntos de los hombres. "Fue un modo amable de mandarla al carajo, por metiche", recuerda Carmen. 

Así era, año con año, para Carmen: caminar y caminar por el Centro bajo el sol, dejando flores en siete templos que no le suscitaban ni un suspiro, y no había una fecha que detestara más, y con tantas ganas. Cuando cumplió quince años ya tenía dentro la rebeldía suficiente para enfrentársele a su madre, de modo que, al llegar a Guadalajara la Semana Santa de 1973, se le puso enfrente con un valor que no volvería a tener nunca, y le dijo que ni aunque estuviera loca volvería a caminar todos esos kilómetros con sed, vestida de negro, y todavía bajo el pinche sol. 

Fue la única impertinencia que su madre le permitió en la vida. Una sola mirada de coraje proveniente de Carmen, una contestación mínima, una queja fugaz, era suficiente para que la corrigieran a cachetadas. Pero esta ocasión fue distinto: la cara de su madre se llenó de un dolor nunca antes visto, y ni siquiera trató de disuadirla, ni por las buenas ni por las malas. "Está bien, hija" le dijo. "Tú sabrás, ya estás grande". Carmen se sorprendió de su propio atrevimiento, porque no creyó que un reclamo tan intrascendente pudiera desarmar a su madre. No se volvió a tocar el tema. Siete meses más tarde, su mamá falleció de cáncer de ovario una madrugada fría en el Hospital Civil, después de largas temporadas de sufrimientos silenciosos que nunca compartió con nadie. Carmen sabe que no son sucesos relacionados, pero se quedó para siempre con la imagen de su madre solitaria en Jueves Santo, abriendo la puerta de la casa, y saliendo a la calle con sus siete flores de la primavera irrecuperable de 1973. 

El Jueves Santo es un día de fe y de guardar para miles de tapatíos. EL INFORMADOR/ ARCHIVO 

Desde entonces, no hay año en que Carmen no asista a los Siete Templos. Se ha perdido vacaciones en la playa, viajes familiares, bautizos de sus propios nietos, porque no hay razón ni motivo en este mundo que la aparte de la promesa que le hizo a su madre. Tan sólo los años de incertidumbre del COVID-19 son un paréntesis en su historia, pero Carmen confía que Dios y su madre entiendan esas cosas. "Hice el recorrido por internet", recuerda. "El Gobierno se inventa cada cosa". El Jueves santo de cada año, va al Mercado Alcalde y escoge siete flores, cada vez más pequeñas y raquíticas, porque cada año están más caras. "Te quieren cobrar treinta pesos por una rosa", se queja Carmen. "Están locos". 

Entonces, hasta donde la fuerza se lo permite, va a la Catedral, la Merced, Santa Mónica, San Felipe Neri, Las Capuchinas, Jesús María y Santa Teresa. Se cuida de que no la vea alguna religiosa inoportuna, porque nunca heredó el carácter temible de su madre, y no sabe cómo les respondería en caso de que la cuestionaran por sus ofrendas de flores que nada tienen que ver con los Días Santos. "Mi mamá era la de armas tomar", suspira. "Una ya no está para andar dando a la gente explicaciones".

La Catedral siempre será un punto de reunión para los tapatíos. EL INFORMADOR/ ARCHIVO

Las personas oran en los atrios de los templos, comen empanadas de todas formas y sabores, se toman fotografías. Las palomas vuelan espantadas sobre la Plaza de Armas, ante el estrépito de los niños. En el Paseo Alcalde hay superhéroes y personajes de películas que se disputan el interés de los viandantes. Carmen se pierde bajo la luz del sol. Vuelve a ser la niña de aquellas primaveras distantes cuando su madre la llevaba de la mano cargando racimos de flores para los santos. 

FS

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