Guadalajara y sus calles; Guadalajara y sus avenidas, Guadalajara y sus banquetas. La ciudad está cimentada en torno a este andamiaje de tránsitos anónimos, de venas de recuerdos, arterias de cotidianidades y cauces en las que fluyen los vehículos, las conversaciones y las personas, desde donde transcurre la vida y se construyen en fragmentos el curso de todos los días. Parques, paseos, andadores, puentes peatonales: las calles. Las calles donde crecimos, que en algún instante abandonamos, donde nunca regresamos, donde hemos de morir. Calles con edificios en discordia, calles donde la arquitectura se equilibra en armonía. Universos dentro de una misma cuadra; una miríada de mundos, de instantes y destinos, de vidas. Cuadras donde coexisten todo lo que puede concebirse en este mundo, cada una de las cosas más inverosímiles; escuelas y hospitales, fraccionamientos y tiendas, bodegas, templos, cantinas, muladares felices. ¿Pero qué es una cuadra? En México, esta palabra significa algo que todos entendemos por lógica de nacimiento: donde vivimos. Según el Diccionario del Español de México, la cuadra es cada una de las calles que forman los lados de una manzana, una calle de una esquina hacia otra esquina donde se desea llegar, el espacio que ves al abrir la puerta cada mañana, desde las cortinas mecidas por el viento.Pero hay cuadras más interesantes y fantásticas que otras, y Guadalajara alberga entre sus meandros de lo cotidiano, una que es de las más pequeñas en toda la ciudad, y también una de las más inusuales. La calle, como tal, se compone de una sola casa en el epicentro de tres calles distintas, como un islote único en la colonia de El Retiro. Es una casa diminuta, de dos plantas, más como una fantasía de los Hobbit de Tolkien, que una vivienda legítima de Guadalajara. De acuerdo con Tanya García, de El Occidental, este espacio característico mide a lo mucho 17 metros, y es una vivienda dúplex: la habitan personas distintas en la planta baja y en la planta alta, como dueños absolutos de su propia cuadra, sin más jurisdicción que la de su espacio flotante entre tres calles.La manzana triangular y minúscula, sin vecinos inmediatos, se encuentra entre las calles entrelazadas de Hospital, Alameda y Brillante, a unos cuantos metros del templo gótico del Padre Galván y su torre misteriosa, y de la Calzada Independencia Norte. Tiene en su extensión de isla feliz dos árboles, sin más estorbo que los carros que pasan a todas horas por sus tres calles cruzadas, y se encuentra a contra esquina del Parque del Retiro, con sus mediodías soporíferos y su hule gigantesco. La casa ha estado ahí siempre, pero adquirió relevancia en redes sociales luego de que el arquitecto Carlos Bermúdez compartiera en Instagram la peculiar manzana desde una curiosidad urbanística y arquitectónica, en donde se afirma que muy posiblemente esta cuadra de Guadalajara no solo sea la más minúscula de la ciudad, sino de todo el mundo, aseveración desmentida por los usuarios de redes, que indican que hay calles aún más pequeñas aquí en esta ciudad donde nos tocó vivir. FS