Dice la sabiduría popular que a los perros de rancho hay que soltarlos cuando hay bronca, pero amarrarlos cuando hay fiesta. El senador Gerardo Fernández Noroña es lo más parecido al perro de rancho de la 4T: muerde por morder, esa es su naturaleza, y en un descuido ataca hasta a los de casa. En el pleno Día Internacional de Erradicación de la Violencia contra las Mujeres, el senador se lanzó contra Grecia Quiroz, presidenta municipal de Uruapan y viuda de Carlos Manzo, con una declaración por demás sexista y fuera de lugar. La llamó “fascista” y la acusó de que se le ha despertado la ambición de ser gobernadora de Michoacán (hemos de suponer que solo los hombres como él, heredero de las luchas sociales, tienen derecho a desear el poder).Cuando se le preguntó por qué decía que la presidenta era fascista, la respuesta fue contundente: porque acusó a mis amigos Leonel Godoy y Raúl Morón. En el Noroñadiccionario, “fascista” es todo aquel que no coincide con sus ideas o hace señalamientos contra sus amigos. Ese es el nivel de profundidad del senador, nada que deba sorprendernos, de alguien cuyo aporte a la “transformación” ha sido el de ser el perro bravo del rancho, el que sabe morder, atacar, desbaratar, pero no construir.El senador Fernández Noroña es cada día más un lastre para el grupo en el poder. López Obrador siempre desconfió de él y tuvo el cuidado de jamás invitarlo a Palacio a una reunión frente a frente (de eso nos enteramos por los lloriqueos del senador); sin embargo, sabía que lo necesitaba para cuidar el rancho. Para la presidenta Sheinbaum, el senador es una pieza incómoda. Tuvo que operar para convertirlo en presidente de Senado porque, de acuerdo con las reglas que puso el presidente López Obrador para la contienda interna de Morena, le hubiera tocado presidir al grupo parlamentario en alguna de las cámaras o al menos ser secretario en el gabinete de Sheinbaum. Noroña es parte de la herencia maldita de López Obrador, pero la presidenta sabía perfectamente cuál era el juego, no puede llamarse a engaño.Nadie se deshace de un perro bravo cuando hay que cuidar el rancho; la pregunta es quién lo amarra. No puede hacerlo el líder de la bancada de Morena en el Senado, Adán Augusto López, pues él es senador por el PT. Tampoco la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, a quien el senador no respeta políticamente. Solo hay dos personas que lo pueden meter en cintura: la presidenta Sheinbaum, que tiene la llave de la caja de las croquetas (el presupuesto), y su entrenador y manejador, el expresidente López Obrador, pues la correa llega hasta Palenque.