Jueves, 26 de Diciembre 2024

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¿Y si dejamos de hablar tanto de López Obrador?

Por: Jonathan Lomelí

¿Y si dejamos de hablar tanto de López Obrador?

¿Y si dejamos de hablar tanto de López Obrador?

Esta columna no critica el último escándalo del Presidente. Pero habla, en cambio, de un escándalo añejo (medio año ahora es una eternidad). 

En octubre pasado, el escritor Juan Villoro dio una entrevista a Proceso en donde criticó al Presidente. Parece que su definición del Gobierno obradorista caló hondo al Presidente. 

Villoro criticó que AMLO usa una supuesta bandera de izquierda para aplicar muchas veces las mismas políticas neoliberales que critica (¿hay algo más neoliberal que el Tren Maya?). 

Como respuesta, el Presidente dedicó dos mañaneras a denostar al escritor. Lo llamó gelatinoso, acomodaticio y simulador que sólo ayuda con su apartidismo a la oligarquía. 

El aludido no respondió hasta hace unos días en una breve videoentrevista. En ella reclamó sutilmente que el periodista de Proceso haya reproducido sólo los aspectos negativos de su conversación. Sin mostrarse furibundo opositor o complaciente con el Gobierno, ofreció una lección fulminante de periodismo y realidad que comparto: 

1. El papel del periodista no es confundir el periodismo con la propaganda. 

2. Un defecto de nuestro periodismo es considerar que todo lo que sucede tiene que ver con la Presidencia, que no hay nada en el universo fuera de la agenda presidencial, lo cual, dicho sea de paso, es un gran triunfo de la agenda presidencial, porque aunque se hable en contra de ella, la agenda presidencial está al frente. 

3. Es muy pobre la discusión que tenemos sobre multiplicidad de temas que son fascinantes, hay mil asuntos qué discutir (...). Pero se nos pasan por alto porque aquí sólo estamos pensando en lo que dicen en la mañanera. 

4. Tenemos un déficit para admitir la crítica. La gente piensa de manera binaria que nosotros debemos estar a favor o en contra y que en medio no hay nada. Y que si tú criticas algo, lo haces porque quieres denostar aquello que estás criticando y eso es totalmente falso, muchas veces uno critica a favor.  

5. Yo no soy un opositor designado ni un aliado incondicional (...). Yo creo que esa es la función del observador crítico. Si hay dos sillas y una está en una postura y otra en la postura contraria, el único sitio para el pensador crítico no es ni una silla ni la otra sino el lugar más incómodo, el hueco entre las dos sillas. 

6. Los peores análisis son los más ideologizados, los que sistemáticamente dicen “todo está mal” o “todo está bien”, y desgraciadamente en la polarización actual podemos ver editorialistas que dedican el mismo editorial, semana a semana, a denostar o a encomiar al Presidente.

7. Estamos en una situación binaria parecida a la de las redes sociales. O apruebas o condenas. Y lo malo es que el pensamiento complejo está en medio. Todos los matices, las ambigüedades que deben ser tomadas en cuenta están en medio y ahí hay un problema no sólo de México sino de la forma en que estamos tratando de entender la realidad. 

Quizá ahí está la respuesta para la oposición. Dejemos de hablar tanto del Presidente y comencemos a hablar del país que queremos. Tratemos de asomarnos a otras realidades, otros temas. Revaloremos la crítica como una forma de apoyar lo que queremos que mejore y no como una vía para destruir lo que condenamos con las tripas.

jonathan.lomelí@informador.com.mx

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