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Y de repente, nos encontramos

Trump quiere un cambio profundo que nos impacta
Decía Octavio Paz que “toda la historia de México desde la Conquista hasta la Revolución puede verse como una búsqueda de nosotros mismos, deformados o enmascarados, con instituciones extrañas y de una forma que nos exprese.” Y luego de eso, nos atrevimos a hacer públicas las cosas más a nuestra manera. Nos sentimos orgullosos, y al mismo tiempo inconformes, de lo que logramos. De alguna forma, seguíamos buscándonos siempre a nuestro modo, nos fuimos deshaciendo de muchas máscaras y nos mirábamos tímidamente a los espejos de afuera.
Y comenzamos a encontrarnos. Descubrimos que somos solidarios, apasionados, recursivos. Dueños de un sentido plástico único, tercos, y dotados de un humor tan particular que, para burlarnos de la vida, recurrimos a la muerte. Nos fuimos reconociendo en nuestras virtudes y contradicciones.
También nos dimos instituciones más grandes y fuertes, a nuestra manera. Dimos el paso hacia la democracia con la timidez del rebelde primerizo, y aprendimos, poco a poco —siguiendo con Paz— que “la libertad no necesita alas, lo que necesita es echar raíces”. Y en eso andábamos, echando raíces, cuando la globalización nos volvió más presentes en el mundo. Entonces empezamos a vernos con mayor nitidez, y dejamos de mirarnos únicamente hacia adentro, o como decían los antiguos mexicanos, de “mirarnos el ombligo”.
Nos buscamos con insistencia y resulta que somos la doceava economía del mundo. Que construimos, a nuestra manera, una estructura económica potente. Que nos dimos, también a nuestra forma, esa preciada estabilidad política.
En el juego de la democracia, reaccionamos contra la lacerante e histórica desigualdad. En esa búsqueda de lo que fuimos y en esta afirmación de lo que somos, la relación con Estados Unidos ha jugado un papel central. El contraste con ellos nos ha ayudado a definir mejor lo que queremos y lo que podemos ser.
Nuestra creatividad recursiva nos permitió encontrar un camino: durante décadas trabajamos en español y cobramos en inglés. Casi sin querer, nos convertimos en una sociedad funcional que, sin renunciar a su esencia, adoptó muchas formas del modelo de vida estadounidense. Claro, siempre a nuestra manera.
Porque sí, nos gusta hacer negocios con los gringos. Pero también sabemos —en la piel de más de 30 millones de personas de origen mexicano que viven allá— del racismo, del esfuerzo, de la nostalgia. Aquí, millones de familias viven a distancia esas luchas, sus triunfos y sus fracasos.
Y en eso andábamos, construyendo nuestra forma de avanzar, cuando llegó el momento disruptivo: Donald Trump. Su intención de cambiar las reglas geopolíticas, comerciales y de imponer un criterio hegemónico abierto nos sacudió. Pero, dotados de ese sentido recursivo cultivado por generaciones que han vivido crisis, sacudidas y renacimientos, entendimos que esa disrupción podía ser también una oportunidad.
Una oportunidad para acabarnos de encontrar frente a un destino de grandeza mágica que intuimos —porque nunca se sabe del todo— que podemos alcanzar.
Descubrimos que el cambio de reglas puede, al final, traer beneficios. Que la clave está en tener la calma, la paciencia y la inteligencia para identificar los caminos por donde avanzar. En eso estamos ahora: buscando, una vez más, esa luz que siempre imaginamos para el futuro.
La oportunidad está ahí, porque la disputa entre las dos grandes potencias del mundo es ahora más abierta. Y al exigir definiciones, exige también regiones fuertes. Y resulta que la región más transparente —como dijera Carlos Fuentes— está pegada al norte.
Nos guste o no, vamos a jugar un papel en esa disputa. Y debemos hacerlo con inteligencia, porque en eso sí se nos va el destino.
Es ahora cuando se enfrentan dos fuerzas distintas, dos sistemas contrastantes: se pondrá a prueba la resiliencia democrática frente a la solidez autocrática. Es ahora cuando México debe fortalecer su propio camino, adaptarse sin agachar la cabeza, avanzar sin dejar de ser. Porque poco a poco, en este largo proceso, nos hemos ido encontrando. Y como dice un gran amigo: seguiremos continuando.
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