Viernes, 15 de Noviembre 2024

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Un Rosario de pecados

Por: Jonathan Lomelí

Un Rosario de pecados

Un Rosario de pecados

El nombramiento de Rosario Piedra Ibarra como titular de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) es, además de un escándalo político, una advertencia: el modelo salinista de defensoría de derechos humanos está agotado.

La captura política de los organismos defensores de derechos humanos, el nacional y los 32 locales, comenzó desde la transición democrática en el 2000 con la dispersión del poder.

Creadas en el salinismo como una vía de legitimación del Gobierno en turno ante los abusos del régimen, hoy las comisiones son botines políticos, agencias de colocación, maquilas de recomendaciones de derechos humanos ignoradas, y pesadas cargas burocráticas para el erario.

Piedra Ibarra sólo será “la capitana con A” de un barco hecho a la medida histórica de su perfil mediocre, oficialista y convidado del poder.

Fue la peor evaluada entre las personas candidatas, usó una carta de recomendación falsa del Obispo Emérito de Saltillo y sus resultados al frente del organismo la hacían inadmisible.

(La altura moral de una mujer como su madre, Rosario Ibarra de Piedra, no se transmite vía ADN).

Basta voltear a Jalisco para recordar el nombramiento en 2022 de Luz del Carmen Godínez al frente de la CEDHJ. Este perfil sin credenciales, cercano y cómodo al emecismo, sin cumplir los requisitos de ley, se quedó con el puesto.

Las comisiones públicas de defensoría de derechos humanos se extraviaron en su papel como contrapesos del poder. Cedieron su autonomía e independencia al grado de convertirse en elefantes blancos.

De ahí que el verdadero papel en la protección y defensa de los derechos humanos se haya trasladado a colectivos y organizaciones de la sociedad civil. Ahí están los verdaderos contrapesos del régimen.

En la elección de Piedra Ibarra, el morenismo sólo procesó, con mayor obscenidad política que en otras ocasiones, una cuota más para entregarla a una “cuata con A”. Lo mismo que hubieran hecho –y que hicieron– el PAN y el PRI.

Un problema es la persona, sí, pero el problema es el modelo.

Finalmente, me llama la atención que todos los micrófonos y analistas nacionales insistan, sin ninguna prueba, salvo lo que ellos mismos publican, que el nombramiento de Piedra Ibarra respondió a una orden de López Obrador contra los deseos de Claudia Sheinbaum.

Una ombudsperson sin autonomía ni independencia, ¿a quién creen que le sirve en este sexenio?

A AMLO, claramente, no.

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