El sicario duerme; hace unas noches pone bajo la almohada su AK-47, el “cuerno de chivo”, teme que su pareja o sus hijos se aviven y lo lleven al atrio de la parroquia de la otra esquina para cambiarlo por el dinero que ofrece el Gobierno, 25 mil pesos. Ya explicó a su familia que es como si al mecánico le quitaran sus llaves inglesas, las pinzas y la perica, se quedaría sin herramientas de trabajo. Pero no es el único, otros de su gremio cuidan las 9mm o las .45 ($10,350 cada una), no confían ni en sus mamás. Se sabe de uno que por las noches desmonta su Full Barret y se la amarra a la espalda (le costó diez mil dólares y pesa como catorce kilos), no sea que en un descuido la malora de su suegra la entregue al padrecito (es un paranoico, el criminal, no el cura, porque el pago por este modelo no aparece en el acuerdo publicado para el programa “Sí al Desarme, Sí a la paz” sic).La Presidenta Sheinbaum, rodeada del gabinete de seguridad y por jerarcas eclesiales, el viernes inauguró el tal programa de canje de los instrumentos mortales, y aunque otros similares han ido y venido, afirmó, sin memoria y sin rubor, que “va a hacer historia”. No aclaró si de la historia para presumir o de la que es combustible del sarcasmo. ¿Por qué éste sí despejará el camino hacia la paz? Quizá, como es costumbre en el cuatroteísmo, porque nace de ella, dechado de moralidad y eficacia, lo afirman los cuatroteístas. Rindan las armas, el Acuerdo reza: “De manera voluntaria y sin consecuencias jurídicas por el hecho de poseer el armamento” (lo que por lo demás es una reinante tradición nacional, coloquialmente: impunidad); según la que entreguen será el pago. Un matiz, en la mismísima Basílica de Guadalupe la secretaria de Gobernación sí dijo porque ahora la cosa obrará efectos mágicos: “La receta del éxito del desarme tiene varios ingredientes y uno de ellos es la coordinación que cada uno asuma su tramo de responsabilidad y ponga su granito de arena”. La funcionaria Rosa Icela no sabe de cocina, la coordinación a la que considera ingrediente es apenas el puchero, la cazuela.Y para que el tal programa tenga una inapelable visión de futuro, invitan a las niñas y a los niños a llevar sus juguetes “bélicos”, serán permutados, establece el Acuerdo, por uno “didáctico”, aunque no muestra un catálogo. ¿Habrá infantes que prefieran un “amlito” de peluche -nada más didáctico para el régimen- a cambio de un tira papas, de una pistola de fulminantes, de una bolsa de soldaditos de plástico o de una resortera? ¿Llevarán a la catafixia moralina alguno de los juegos electrónicos en los que la violencia es medio y fin?Un día antes, en la presidencial mañanera popular, el fiscal General de la República, Alejandro Gertz Manero, citó un informe del Departamento de Estado de Estados Unidos, y el fiscal lo dio por bueno (“es realista”, dijo): cada año ingresan a México 200 mil armas de todos calibres y costos, 74% del vecino del Norte -especialista en combatir y alimentar el terror al mismo tiempo-. Es un escándalo, la cantidad y que crucen las fronteras ahora que marinos y guardias nacionales las custodian. Pero dejemos el pesimismo, los datos del Departamento de Estado son una oportunidad para Sí al Desarme, Sí a la paz: que en cada entrada a México, por mar, tierra o aire, haya un atrio portátil para que quienes trafican armamento tengan la opción del canje: les pagan, nadie pregunta algo y quedan bien con César y con Dios. Por un cartucho de dinamita el programa promete 380 pesos y por balas la oferta va de los cuatro pesos a los 115.¿Cuál será la meta? Tenemos resultados del antecedente directo, con el mismo nombre, puesto en marcha en Ciudad de México del 21 de enero de 2019 al 20 de septiembre de 2021, de acuerdo con el portal del Gobierno de allá mismo, recabó “cinco mil 966 armas cortas, largas y granadas, así como un millón 091 mil 055 municiones con un monto ejercido de 18 millones 654 mil 471.50 pesos”. 973 días; en promedio, seis armas y mil 121 municiones por jornada, contra las 548 que, a escala nacional y según el fiscal, diariamente ganan ciudadanía mexicana (más los cientos de miles que ya tuvieron, literalmente, su bautizo de fuego y andan por ahí, empuñadas). No obstante, presumieron que “el programa ha logrado disminuir de manera significativa los delitos de alto impacto, como los homicidios que se han reducido un 35.5 por ciento y las lesiones dolosas por arma de fuego en un 48.7 por ciento.” Sólo consideremos que entre las fechas de su vigencia padecimos la pandemia que trastocó todo, quizá incluso el valor que tenían las armas para los delincuentes, que se toparon con “clientes” confinados, lo que a su vez se reflejó en la incidencia delictiva.El programa que inició el viernes en la gran Tenochtitlán (a lo mejor porque allá tienen clientes cautivos), seguirá en municipios prioritarios de Baja California, Guanajuato, Estado de México, Guerrero y Tabasco. Curiosamente, todo será entre instancias federales y municipales, los estados no son referidos en el Acuerdo. No estamos para despreciar ningún esfuerzo que apunte no digamos a la paz, a reducir la violencia, y menos si el autoritario Gobierno de la República se alía con las iglesias, señaladamente la católica. Pero ¿será mero esfuerzo de mercadotecnia? Al cabo no pasa nada si el Gobierno, al final, ofrece cifras que le convienen. Aunque ¿se prestarán las autoridades eclesiales, las dejarán mirar y contar? Y, de paso, si alguien sabe lo que sucede en términos del salvajismo que nos tiene asolados son los sacerdotes, de parroquia en parroquia, de feligrés en feligrés, que mientras el gentío se forma para entregar artillería y metralla, aproveche el Gobierno para acopiar información de primera mano.agustino20@gmail.com