Domingo, 10 de Noviembre 2024

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Sexenios, como quien dice cuentos sin fin

Por: Augusto Chacón

Sexenios, como quien dice cuentos sin fin

Sexenios, como quien dice cuentos sin fin

“Las gentes se alzarán de hombros y continuarán la vida de siempre. Los primeros muertos apenas hincharán un poco más la cifra cotidiana y nadie en los servicios de estadística advertirá ese cero de más. Pero al cabo del tiempo todos empezarán a mirarse y preguntarse: ¿qué pasa? Porque durante meses van a temblar puertas y ventanas, van a crujir muebles y árboles. Durante años habrá tembladera de huesos y entrechocar de dientes, escalofrío y carne de gallina. Durante años aullarán las chimeneas, los profetas y los jefes. La niebla que cabecea en los estanques podridos vendrá a pasearse a la ciudad. Y al mediodía, bajo el sol equívoco, el vientecillo arrastrará el olor de la sangre seca de un matadero abandonado ya hasta por las moscas”.

El párrafo inicial corrió a cargo de Octavio Paz. Fragmento de uno de los diez cuentos breves, “Visión del escribiente”, prosa poética de la recopilación Arenas movedizas; los escribió en París hacia 1949. Setenta y cinco años de actualidad, con todo y que él mismo comentó que la colección bien podría incluirse en la corriente del surrealismo, de la que bebió. ¿El surrealismo de entonces premonición del hiperrealismo de hoy?

Elegí ese inicio para tirar una línea entre el gobierno de Jalisco que termina y el que en tres semanas iniciará. Perdón si luce hiperbólico, es el tono de la convivencia por estos días: “tembladera de huesos, entrechocar de dientes, escalofrío y carne de gallina” mientras “nadie en los servicios de estadística advertirá ese cero de más” en el “matadero abandonado hasta por las moscas.” No obstante: “Las gentes alzarán los hombros y continuarán la vida de siempre.” Las gentes ajenas a la frontera que divide administraciones públicas y éstas, hasta donde vamos, ajenas a esa vida de siempre, la que las ciudadanas y los ciudadanos hacen a pesar, nunca mejor encajado, de los pesares.

Luego de que el gobernador Enrique Alfaro presentó su definitivo Informe de Gobierno, en el que tanto lo informado como las escenografías que montó son atractivas para el análisis y la interpretación, corremos el riesgo de quedar ateridos a su periodo que ya es pasado, en vez de atender lo por venir. Torno a Paz en Piedra de sol: “tiempo que vuelve en una marejada / y se retira sin volver el rostro, / lo que pasó no fue pero está siendo / y silenciosamente desemboca / en otro instante que se desvanece”.

Nombrar las cosas o, mejor dicho: renombrarlas, identificar su origen y también su deriva. Nombrar para dar lustre a las expectativas que recién estrenamos y aceptar que el entorno cambió radicalmente, todo lo que lo conforma: lo económico, lo político, lo jurídico, la relación gobierno-gobernados y especialmente los mecanismos de cada grupo social para designar la realidad, las realidades que los contienen: mecanismos diferenciados que producen un efecto que repercute en la desazón que envuelve al contexto, por lo regular mal diagnosticado: los principios que debían correr a través de la sociedad entera dejaron de ser generales. Nombrar, o mejor dicho: renombrar, para que libertad, justicia, estado de derecho(s), democracia, exclusión, vulnerabilidad, vuelvan a significar lo que alguna vez; sin perder de vista que el valor prioritario de esos conceptos palidece frente a la muerte y el miedo rutinarios, frente a los desaparecidos nuestros de cada día y ante a las penurias económicas, por un lado, y por otro, el imparable enriquecimiento de los ricos. Se ha impuesto un principio transversal muy evidente: sálvese cada cual y a despecho de lo que sea.

Pero estamos una vez más al comienzo del ciclo sexenal tan conocido y padecido: “lo que pasó no fue pero está siendo”. ¿Pablo Lemus está llamando a las cosas por su nombre? Vuelvo al puerto Octavio Paz: “Llamar al pan el pan y que aparezca / sobre el mantel el pan de cada día”. ¿Y ese nombrar-renombrar tiene reflejo en lo que anuncia y en las personas que lo acompañarán en el urgente arreglo de la vida compartida, de la vida en común? Y lo más importante ¿su decir y su haber hecho hacen explícito el imperativo de ya no ser un gobierno sino un cogobierno? Cogobernar con “las gentes que se alzarán de hombros y continuarán con la vida de siempre”; el plural que Paz usa para el de por sí plural gente, la de la academia, la que hace empresas (mujeres y hombres campesinos, obreros, granjeros pescadores, empresarios mismos); la que se organiza para reparar lo que el Estado abandona o no quiere ver; la que comercia, la que fabrica medios de comunicación, la que comunica, la que manufactura arte; la que se afana por hacernos no olvidar, y protege y rescata el medio ambiente que va dejando de ser, merced al cambio climático, propicio para la vida como la conocemos.

Cómo nombra Pablo Lemus la meta que ofrece; a qué destino pretende, gracias su obligación de dar rumbo a Jalisco, llevar a cada grupo social. Exactamente: ¿qué tan menos pobres dejarán de ser los pobres? ¿Qué tan incluidas estarán las mujeres, los pueblos originarios? ¿De qué tamaño será la libertad de expresión, de tránsito? ¿Qué tan propicios serán el clima de negocios, la justicia y la educación y la salud? Él no tendría que contestar entera cada pregunta, más bien, si su diagnóstico del contexto es adecuado, tendría que convocar a un responder colectivo, resumido en una cuestión dual: ¿cómo queremos que la calidad de vida de todas, de todos, sea dentro de seis años y cómo haremos para lograrla? De antemano, está claro que de nada sirven un “servicio de estadística” y discursos que simulan ser espejo de una sociedad que es ajena a los informes, al poder y, es lo trágico, a las decisiones del Gobierno.

agustino20@gmail.com

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