La pausa en la imposición de aranceles contra México por un mes es una buena noticia, pero le impone obligaciones y candados importantes a la Presidenta Claudia Sheinbaum. Se evitó la guerra comercial que iba a empezar este martes, pero Trump mantiene el arma cargada sobre su escritorio. El tema de fondo no eran los aranceles, que fue el vehículo de coerción para sacudirla y obligarla, como objetivo final de su pretensión, a combatir el tráfico ilegal de fentanilo. “Esta no es una guerra comercial”, dijo ayer por la mañana en una entrevista por televisión Kevin Hassett, director del Consejo Económico Nacional, uno de los brazos de la Casa Blanca. “Es una guerra contra las drogas”.No estamos en el déjà vu de 2019, cuando Trump amenazó a México con 5% de aranceles si no se frenaba la migración indocumentada, que nos costó un acuerdo, en principio secreto, para recibir migrantes de otros países mientras se resolvían sus trámites migratorios en Estados Unidos, y el envío de 27 mil militares a la frontera Sur, que provocó cambios en las rutas ilegales de tráfico humano y que Chiapas se volviera campo de batalla de los cárteles de las drogas. La negociación final duró escasos cinco minutos con el ex presidente Andrés Manuel López Obrador a distancia, y el ex canciller Marcelo Ebrard en la Casa Blanca.Trump utilizó el sábado la misma fórmula, pero reforzada. La amenaza la hizo realidad como principio de negociación, acompañándola de una declaración sin precedente en la historia de las relaciones bilaterales, donde la Casa Blanca acusó al Gobierno mexicano de tener “una alianza intolerable” con los cárteles de la droga. Sheinbaum lo rechazó casi de inmediato calificando a Trump de “irresponsable”, y señaló que quienes estaban coludidas con los criminales en México eran las armerías que les venden las armas.Al final, Sheinbaum, como López Obrador, tuvo que ceder. Imponer aranceles en represalia no era una opción, como lo fue para los presidentes Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto que lo hicieron como respuesta a acciones unilaterales de la Casa Blanca, y como pudo haber sido incluso para López Obrador, que optó por agachar la cabeza. Ninguno de ellos enfrentaba la doble amenaza actual, al incluirse en la orden ejecutiva de Trump anunciada el sábado, que si los aranceles eran enfrentados por México con aranceles, los elevaría nuevamente y cada vez que encareciera el costo a sus exportaciones. Esa loca carrera Sheinbaum jamás la hubiera ganado.El costo para México por la pausa es el envío de 10 mil soldados a la frontera con Estados Unidos para contener la migración y el tráfico de fentanilo. A cambio, Trump se comprometió, como lo han hecho los presidentes estadounidenses desde que el ex presidente Ernesto Zedillo les reclamó hace 25 años que la lucha contra el narcotráfico México ponía los muertos y ellos las armas, a trabajar para evitar el contrabando a este país. La pausa fue una idea de Sheinbaum como respuesta a la petición de Trump sobre el envío de miles de militares a su frontera Sur. Esta prórroga tiene fecha de caducidad y habrá una mesa de trabajo a nivel de secretarios de Estado para alcanzar, en palabras de Trump, un acuerdo conclusivo, en sus términos.Sheinbaum quiso negociar con Trump que la pausa fuera definitiva, pero el presidente ni siquiera lo tomó como broma. “Al final me preguntó por cuánto tiempo quería poner en pausa”, recordó la presidenta su diálogo, “(y) le dije: bueno, vamos a ponerlo en pausa para siempre. Me dijo, bueno, pues ¿cuánto tiempo?”. La presidenta puso el plazo y le dijo sentirse “segura que en este mes vamos a poder dar resultados, buenos resultados para su pueblo, buenos resultados al pueblo de México”. Luego convocó a Palacio Nacional al secretario de la Defensa, el general Ricardo Trevilla, para que de inmediato desplegara a sus militares a la frontera Norte como se comprometió.Esta secuencia de eventos sugiere que el Gobierno mexicano nunca entendió que los aranceles tenían como pretexto el comercio, que en el fondo se trataba de la alerta máxima en Washington ante el control del narcotráfico sobre territorio mexicano, particularmente, como lo afirmó el secretario de Estado, Marco Rubio, en su audiencia de confirmación, en la frontera Norte.Esta posición es compartida por republicanos y demócratas, quienes discrepan con Trump en el tema de los aranceles porque lastiman sus economías y bases electorales, pero piensan también que los cárteles de la droga tienen un enorme control sobre territorio e instituciones mexicanas. Varios sectores también han expresado su preocupación de que la reforma judicial abra la puerta para que los cárteles encuentren facilidades que nunca tuvieron en alcance para incorporar en sus nóminas a juzgadores.El mal análisis dentro de Palacio Nacional sobre las motivaciones de Trump colocó a Sheinbaum en esta posición. Con mejor información habría sido menos oneroso el acuerdo con Trump, como lo hizo el primer ministro canadiense Justin Trudeau cuando envió un equipo para diseñar junto con el secretario de Comercio, Howard Lutnick, y el zar de la frontera, Tom Homan, un plan para frena la migración y el tráfico de fentanilo, que son marginales frente a México (80% menos indocumentados que quienes entran por México, y 0.02% de los decomisos de fentanilo en la frontera Sur), que fue la base para lograr también una pausa de 30 días a la imposición de aranceles, pero en condiciones más cómodas y fáciles de instrumentar que lo comprometido por México.¿Qué es lo que busca finalmente el presidente de Estados Unidos? No está claro. Pero de lo que no cabe duda es que no quiere que los cárteles de la droga controlen un país con quien comparte tres mil 200 kilómetros de frontera y trafiquen con fentanilo. Cambiar Sheinbaum esa percepción en un mes parece un tiempo insuficiente. Lo que necesita saber con precisión y rapidez es la definición de victoria de Trump. Esa información le permitirá actuar con una mirada quirúrgica, que es lo que requiere ahora, para evitar que el arma cargada en la Oficina Oval se dispare.