En algún momento, Albert Einstein escribió: “Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad; el mundo sólo tendrá una generación de idiotas”. Etimológicamente, la palabra “idiota” no significa ser tonto, sino vivir al margen de la realidad, estar privado de todo interés por lo que pasa en el mundo, únicamente abocado a lo propio, a lo subjetivo. Por mucho tiempo, este adjetivo se aplicó a las personas privadas de razón, por lo menos, de la razón común a la mayoría, para luego adquirir un sentido peyorativo, muy ofensivo en el español de México, pero que aquí uso siguiendo la interpretación etimológica, que fue la empleada por Einstein.Pensadores contemporáneos consideran que estamos llegando justamente a ese mundo puesto en manos de una generación de alienados, para los cuales la única realidad posible es el espacio irreal de las nuevas tecnologías de la comunicación, la generación de la gente clavada en la pantalla del celular, o moviéndose de manera torpe puesto que lleva un visor en los ojos que la enajena del mundo en el que está para hacerla moverse en un mundo virtual inexistente.Estas conductas se pueden identificar en las actitudes y comportamientos de algunas personas nacidas en los últimos veinticinco años, incapaces de enfrentar el mundo verídico del trabajo, del esfuerzo, de la frustración, de la madurez y la autonomía, encerradas en sí mismas, en sus “hobbies” improductivos, ajenas a todo compromiso incluso de pareja. Para estas personas lo que verdaderamente ocurra a su alrededor no es importante, tampoco lo que suceda a los demás, son como flores que se niegan a abrirse, permanecen invariablemente como capullos, imposibilitados consecuentemente para dar fruto.Según la previsión de Einstein, las actuales tecnologías estarían sometiendo al hombre hasta convertirlo en el apéndice de una máquina del tamaño que ésta sea. Una generación así no sólo no comprende el mensaje de la Navidad, sino que lo subvierte y lo vacía de todo contenido, porque contrasta seriamente con ese tipo de humanidad alienada.En efecto, la Navidad nos transmite un mensaje radicalmente humanista y trascendente, de apertura a los demás, de generosidad, de interés por el otro y de compromiso real en ayudarle. En la serie de relatos que conforman el acontecimiento del nacimiento de Cristo las actitudes constantes que se observan en los diversos personajes son las de salir de lo propio para ir al encuentro del otro, dejar las comodidades aceptando el desafío del servicio, no sólo creer en lo imposible sino colaborar para que se haga realidad, estar en camino, en búsqueda, aprender a mirar al cielo, saber identificar la estrella que guía hacia lo mejor, y seguirla cueste lo que cueste.Por lo mismo, más que rechazar a la actual generación, hay que abrirse a ella, comprenderla, ayudarle a equilibrar sus posturas, reconocer sus valores, y anunciarle la Buena Noticia de la Navidad usando los medios que ellos usan, una Navidad liberada de los oropeles acostumbrados, que vuelve a ser la ocasión para el reencuentro con Dios, consigo mismo y con los demás, aún si a causa de la pandemia, esta vivencia de la fraternidad deba hacerse a distancia.armando.gon@univa.mx