Claudia Sheinbaum no se asume, o no aún, como la líder indiscutible de Movimiento Regeneración Nacional. En ese sentido, el presente es un sexenio atípico: el sistema presidencialista incluía el poder constitucional y la jefatura del partido*.Esta condición -donde no se sabe si la Presidenta se asume como una de las dirigentes del movimiento, o como una “primus inter pares”, o ni siquiera- podría llevar a Sheinbaum a un escenario donde no tiene autoridad sobre actores que, sin embargo, le acarreen costos.En enero de 1938, el presidente Lázaro Cárdenas apuntó en su diario: “Si se quiere enaltecer al país debe imperar la moralidad en sus dirigentes”. Y quién mejor para vigilar eso que la titular del Ejecutivo, máxime si su partido ocupa una vasta cartera de posiciones.La Presidenta parecería estar consciente de algo al respecto, pues decidió enviar este mes dos importantes iniciativas al Congreso de la Unión: una para cancelar la reelección y otra para evitar el nepotismo.Quiso el destino -o alguien más colmilludo- que esas iniciativas quedaran opacadas por la polémica incorporación a las filas de Morena de apellidos, digamos, “neoliberales”: Yunes y Murat. Como es sabido, desde gobernantes hasta militantes protestaron abiertamente.El partido ya anunció que revisará la incorporación del senador Miguel Ángel Yunes Márquez. Veremos qué pasa si es cierto que se analiza el caso de quien ya hicieron en el Senado presidente de la importante Comisión de Hacienda.Mientras tanto, queda como incógnita saber cuán profunda y real es la intención de Morena de detener, e incluso depurar, la afiliación de personajes que en el pasado fueron vistos como la antítesis de cuerpo entero del obradorismo, que dice pretender renovar la vida nacional.La otra duda, nada menor, es a quién le toca, más allá de los formalismos, decidir sobre quién cabe y quién no en el ómnibus en el que se convirtió Morena en los últimos años, cuando no hizo asco alguno para subir al viaje a verdes, a priistas e incluso a panistas.En lo formal, el padrón de Morena depende hoy de una sola persona: Andrés Manuel López Beltrán. Su incorporación al partido al final del sexenio de su padre fue al mismo tiempo la validación de una aspiración personal y la posibilidad de la instalación de una dinastía.Y es ahí donde todo se enreda. Para qué anda la Presidenta Sheinbaum mandando iniciativas que (supuestamente) pretenden acabar con el nepotismo y con la reelección mientras en el partido debuta, con gira nacional y toda la cosa, Andrés Manuel Jr.¿Hace falta decir que, además, López Beltrán en un timing que no puede ser accidental se retrató, membresía renovada en mano, con Rubén Rocha, quien cobra de gobernador de Sinaloa y es objeto de repudio en su tierra y de denuncias de Ismael “El Mayo” Zambada ?La Presidenta Sheinbaum quiere imponer controles al acceso al poder: una lectura amplia de la combinación de sus iniciativas concluiría que pretende erradicar un gran vicio de la política mexicana por décadas: que ciertas familias se agandallen los puestos. Bien.Sin embargo, mientras ella anuncia esos grilletes, en Morena van y con todo lujo de publicidad le dan la bienvenida a apellidos que ahora no sólo representarían “el pasado neoliberal”, sino renunciar a territorios a ciertas dinastías.Resta entonces una sola duda: en este presidencialismo de hoy, ¿la Mandataria será la vigía de lo que proclamaba Cárdenas? ¿O quién? ¿O nadie?De lo que no hay duda es que las consecuencias si no gana la moralidad de aquí al 2030 sí la tendrá un solo apellido: Sheinbaum.*Los sexenios panistas, sea porque los blanquiazules no entendieron el poder “al estilo mexicano”, sea simplemente por incapaces sus dos mandatarios, no cuentan para esta categorización.