Cuando llegué a Guadalajara venía de conducir noticieros nacionales de televisión y radio. Había cubierto las grandes historias del país y pensaba que ya nada podía sorprenderme.El 12 de octubre descubrí que no sabía nada.Ese día la ciudad se paraliza. Las calles se llenan de gente que camina en la misma dirección, como si un impulso invisible los guiara. Todos hablan de “la Romería de la Virgen de Zapopan”, ese acontecimiento que, más que una tradición, es un latido colectivo.Me puse a preguntar. A investigar. A leer crónicas de autores jaliscienses que, con respeto y amor, han documentado este fenómeno durante décadas. Había transmitido las mañanitas a la Virgen de Guadalupe en la Basílica, entre miles de fieles dormidos en el atrio. Pero esto era distinto. No era un acto dentro de un templo: era acompañar a la Virgen desde la Catedral de Guadalajara hasta su casa en Zapopan.Entonces surgió la pregunta: ¿por qué regresa?La historia es fascinante. Cada año, la pequeña imagen recorre parroquias de toda la metrópoli, visita comunidades, bendice hogares y acompaña a los fieles. El 12 de octubre emprende el camino de regreso, pero no lo hace sola: millones caminan con ella.Cuando me invitaron a conducir la primera transmisión desde la Basílica, llegué en la madrugada. El atrio y la plaza estaban casi vacíos, expectantes. Poco a poco empezaron a llegar familias, abuelos con nietos, jóvenes, ancianos. Todos aguardaban en silencio.Con las primeras luces del día, los franciscanos -custodios de la Virgen- entonaron los cánticos. Mi respeto eterno para ellos, especialmente para Fray Manolo, quien me enseñó a entender el mito zapopano más allá de lo religioso.Al mediodía, la Virgen llegó. El atrio explotó en cánticos, lágrimas y abrazos que se fundían bajo el sol. Fue una escena de fe, identidad y emoción indescriptible.Puedes ser religioso o no, pero es imposible permanecer indiferente. La fuerza de esa multitud, la energía compartida por millones de personas, tiene mucho de sagrado.Durante mis años en televisión en Guadalajara siempre pedí cubrir la Romería en primera línea. Era mi cita anual con algo más grande que yo. Más grande que el periodismo. Más grande que cualquier explicación racional.Porque la Romería de la Virgen de Zapopan es la gran reunión mágica de La Gran Guadalajara: el día en que los habitantes de esta metrópoli diversa, contradictoria y compleja caminan en la misma dirección.No importa si eres de Guadalajara, Zapopan, Tlaquepaque, Tonalá o de cualquiera de los municipios que conforman esta urbe viva. No importa si eres creyente o escéptico. Ese día todos somos parte de lo mismo.Ahora, desde la radio, sigo cubriendo la Romería cada año. A la distancia, pero con la misma emoción del primer día. Porque entendí algo fundamental: Guadalajara tiene muchos momentos que la definen, pero ninguno la une como la Romería de Zapopan.Nuestro ritual metropolitano más auténtico. Nuestra ceremonia colectiva más poderosa. Nuestro momento de reconocernos caminando juntos.Mágico. Inexplicable. Nuestro.