Lo único constante en esta vida es el cambio. Me ha quedado claro desde siempre, los cambios vienen acompañados de oportunidades, de pérdidas, de ganancias y, sobre todo, de aprendizajes.Uno nunca sabe en qué momento una idea se convierte en realidad. La historia de Punto Ciego surgió de una charla con mi amigo y periodista Víctor Wario, quien me brindó su apoyo para dar forma y fondo a lo que hoy es esta columna. Era abril de 2010 e iniciaba una aventura. A lo largo de 14 años he tenido la oportunidad de narrar historias que por mucho superan a la ficción, que emocionan, que nos enorgullecen y que nos indignan también; pude exponer todo lo que la libertad de expresión me permitió: desde mi propia historia con un secuestro exprés hasta la pirámide de apoyo económico en Jalisco para impulsar la campaña de Enrique Peña Nieto, al final siempre se trató de reflejar la realidad, a veces una realidad que perdemos un poco de vista como ese punto ciego que todos tenemos en el ojo. Es tan fácil a veces perder de vista lo obvio.Helen Keller decía que lo único peor que ser ciego es tener vista, pero no una visión. Tener la oportunidad de expresarme sobre la realidad que vivimos y la que a veces no alcanzamos a ver es una de mis más grandes satisfacciones. Cada encuentro con este espacio fue siempre una oportunidad de reflexionar sobre problemáticas generales desde los casos particulares que ponían voz a los que no fueron escuchados a tiempo y que no deben ignorarse. Me motivó a aprender más, a ser mejor para poder llevar un mensaje constructivo y orientador.Al final, el objetivo de este ejercicio periodístico de más de 700 entregas siempre tuvo la intención de abrir la conversación al terminar la lectura, de ir más allá de las palabras, para identificar una problemática, para denunciar, para reconocer, para desarrollar la capacidad de ver lo invisible, porque sólo así podemos hacer lo que parece imposible.En este espacio de comunicación he tenido la libertad de escribir sobre todas esas inquietudes que no sólo son mías, sino de todos aquellos que tenemos un compromiso social; he tenido oportunidad de escribirlo desde cualquier parte, incluso desde el aislamiento voluntario cuando la incertidumbre nos llegó en la pandemia y vivimos para contarlo; lo he escrito rota y entera, y también he tenido que asumir la responsabilidad de cada palabra, así fuera para abrir debates que me confirmaron que era necesario poner sobre la mesa una conversación incómoda.Después de tantas experiencias vividas, de tantas historias contadas, el tiempo se agota y no me queda más que agradecer la confianza de Carlos Álvarez y de Juan Carlos Álvarez por recibirme como en casa todo este tiempo; a todos los compañeros y compañeras que han sido parte de esta experiencia, a todos los que se fueron y a todos los que se quedan; a cada lector que estuvo pendiente de este espacio, que se tomó el tiempo de compartirme una opinión o compartir con otros cada texto con el que se identificaron y hacer que la red creciera.El cambio continúa, porque es lo único seguro en esta vida. El capítulo de Punto Ciego en El Informador concluye, pero la historia de esta columna continuará. Muchas gracias y hasta siempre.