Amir quiere ser como Cristiano Ronaldo. Nassón quiere jugar para el América o el Real Madrid. Ambos saben patear el balón, driblar a sus rivales y han derrotado a cuanto portero han tenido enfrente.Con ese talento, los niños de 7 y 11 años que juegan en la Liga Municipal de Guadalajara aspiran a colocarse en la cima del deporte más visto en el mundo. Y, por supuesto, a tener una vida holgada.El problema es que Amir y Nassón viven en México, y en México el deporte más visto en el mundo está impregnado de corrupción. Ese mantra de putrefacción, que regularmente ligamos a la política, desafortunadamente va a ser su principal obstáculo para lograr el sueño con el que se despiertan y acuden a entrenar día con día.Porque no hay duda que en este país existe el talento para forjar a nuestros propios Messis, Cristianos o Mbappés, a futbolistas con hambre de triunfo que logren cumplir el sueño de cubrir la Copa del Mundo con la bandera de México.El tema está en el coyotaje. En algunos visores o “cazatalentos” que se disfrazan de amigos del deporte, pero que en realidad sólo ven un mercado de piernas con el cual lucrar a costa del sueño de muchos.Con testimonios y datos duros, el reportaje “El Negocio de la Cantera”, de UDGTV Canal 44, demostró que existe un negocio canterano que frustra el sueño de miles de potenciales figuras del futbol, debido a vividores que juegan a conseguir espacios en el terreno de juego, siempre y cuando se les pague por hacerlo.Bajo esas prácticas, escalar en el futbol en México es un lujo que no todos pueden costear. Si el entrenador de un equipo amateur condiciona tu presencia en el campo por dinero, definitivamente habrá muchos Messis que se van a quedar en la banca. Aquí escala el que paga y no el que tiene talento para acomodar el balón en la red.Lo peor es que la estructura orgánica del futbol en México está diseñada así. De acuerdo con la investigación, las dos divisiones de menor perfil en el futbol mexicano deben pagarle 55 millones de pesos a la Femexfut: la federación que aglomera este multimillonario negocio, sólo por el derecho a participar.¿Qué hacen los dueños de los equipos cuando esa Federación les pide entre 200 y 300 mil pesos para entrar a torneo? Cobrar un porcentaje a sus jugadores. Y entonces, el paraíso de una vida holgada por patear el balón con estilo comienza a desdibujarse.Porque ni en el futbol, ni en el béisbol, ni en un ring ni en una oficina, resulta digno pagar por trabajar. Es, de hecho, todo lo contrario: explotación. Y esa explotación está normalizada por toda la cadena que integra ese muy redituable negocio que gira en torno a un balón.Hoy, miles de Messis mexicanos sueñan con alzar la Copa del Mundo y convertirse en íconos de un deporte que paraliza al país. Hoy, miles de Cristianos Ronaldos mexicanos esperan en la banca para anotar ese gol que no pueden firmar con sus botines porque no pueden pagar su ingreso al campo.Hoy, la corrupción no vive sólo en la política: se adueñó del futbol y lo ha podrido tanto que, sin importar la dirección técnica, la Selección Mexicana en donde teóricamente figuran los mejores de entre los mejores acuña más aficionados molestos que orgullosos.La triste conclusión es que el sueño de Amir y Nassón es una utopía, porque la realidad del futbol está bañada en billetes y corrupción. Y desde las ligas amateurs hasta la FIFA han hecho absolutamente nada para hacer realidad el sueño frustrado de esos Messis y CR7s mexicanos.