Miércoles, 25 de Diciembre 2024

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El nuevo “auto del pueblo”

Por: Sergio Oliveira

El nuevo “auto del pueblo”

El nuevo “auto del pueblo”

A lo largo de los más de 130 años de historia del automóvil, muchas marcas han hecho o intentado hacer coches para las masas. Así fue con el Modelo T, de Ford, el Fiat 500, el MINI Cooper, el Renault 4 y el más conocido; el venerable Vocho. En años más recientes los intentos fueron del Grupo Renault, con el Dacia Sandero y el Tata Nano. Hoy, basta observar en los países en desarrollo para ver que probablemente el vehículo más común que se volvió parte del paisaje tiene casi 20 años de uso y jamás fue pensado para ser popular, pero lo es, por su espacio, manejo y, por arriba de todo lo demás, su fiabilidad: la Honda CR-V de segunda generación, que fue la primera que llegó a México.

Aún recuerdo como si hubiera sido ayer, cuando Honda de México me invitó al arribo del primer barco que trajo esa CR-V al país. Fui con un par de directivos de la marca, hoy buenos amigos, a Manzanillo, donde un inmenso barco de la naviera K-Line, japonesa pero con bandera panameña, traía 500 de esas SUV. Era sólo el 10% de la capacidad de carga del barco que hacía su viaje inaugural y debido a eso, el comandante nos invitó a comer a su camerino. Fue la primera vez que degusté la magnífica carne de Kobe.

El éxito de la CR-V no fue repentino. El mexicano no se enamoró de ella a primera vista, hasta porque estéticamente era todo menos la más guapa. El tiempo fue el encargado de hacer que donde no hubo pasión hubiera amor. Porque vaya que es agradable, incluso hoy, manejar una de ellas.

Su receta era simple: buen espacio, sencillez y robustez. El equipo no era abundante, muy al estilo de Honda en esos años. Pero había soluciones de diseño inteligentes y construidas para durar. La CR-V desconocía la obsolescencia programada. En lugar de la consola central enorme, con un espacio para guardar objetos, hay una pequeña mesita plegable, con dos portavasos. Plegada, dejaba aún más sensación de amplitud en la parte delantera.

Omnipresente

Había radio FM, reproductor sencillo de discos compactos, frenos ABS, dos bolsas de aire frontales y la base de la cajuela podría sacarse para transformarse en una práctica mesa multifuncional.

Usaba la llamada Plataforma Compacta Global de Honda, compartida con el Civic. Pero su motor era la planta de poder básica del Accord: 4 cilindros, 2.4 litros, con 160 HP y 162 libras-pie de torque. La caja era automática de cuatro velocidades, pasando a ser de cinco en 2005. Esa generación llegó a México en 2002, pero fue la siguiente la que comenzó a ser fabricada aquí, más precisamente en El Salto, Jalisco. En México se vendieron más de 48 mil unidades de esa generación y, globalmente, 1.4 millones.

En un viaje reciente por Baja California vimos tantas en la calle que al llegar a La Paz decidimos contarlas: fueron 15, en menos de una hora, de la entrada de la ciudad hacia nuestro hotel en el centro. Y sólo estoy hablando de esa segunda generación, no de todas las CR-V. No conté, pero tuve la sensación de la omnipresencia de esa camioneta también en Guatemala, Panamá y Ecuador, los más tres recientes países que he visitado en América Latina.

La CR-V fue lanzada en 1995. Desde entonces ya ha vendido más de 10 millones de unidades en todo el mundo, siendo alrededor de seis millones sólo en Estados Unidos, país al que llegó dos años más tarde.

Pensando hoy en cuál sería el verdadero auto del pueblo, recuerdo el Nano que terminó fracasando precisamente porque se etiquetó como auto de bajo costo. Y muy pocos se sintieron cómodos con la etiqueta de “pobre” que implicaba manejar uno. La gente prefiere comprar un coche usado de una categoría superior, que uno declaradamente hecho para los de bajos recursos. Es una cuestión de orgullo, ya que cuando vemos a alguien manejando un usado, no podemos saber si lo compró desde nuevo, mientras que uno nuevo de precio tan bajo como los tres mil 400 dólares que costaba el Tata Nano (Ratan Tata no logró venderlo por dos mil 500, como lo había pensado), inmediatamente les ponía la indeseada etiqueta. Así que, el verdadero “auto del pueblo” es el usado. Y a juzgar por la cantidad que vemos en nuestra región, muchas aún en muy buen estado de conservación, el nuevo auto del pueblo, es una Honda CR-V usada… Y bien usada.

oliveiraserg@gmail.com

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