En muchos sentidos, Claudia Sheinbaum no termina de asumirse como la presidenta de una república. Se sigue viendo a sí misma como la continuadora de un movimiento político en el que se premia la lealtad: conmigo o contra mí, nosotros o los otros. La primera señal de esa visión sectaria ha sido continuar con las reuniones con gobernadores solo de Morena. En la primera la excusa era que se trataba solo de quienes se habían sumado al IMSS-Bienestar, un proyecto de salud que hoy sigue siendo una entelequia. La segunda en una reunión previa al Congreso Nacional de Morena, en una evidente confusión entre gobierno y partido. Otra mala señal ha sido no recibir al gobernador electo de Jalisco por el simple hecho de haber ganado la elección. Se entiende que lo haya hecho así mientras había una impugnación, pero los tribunales no encontraron razón alguna para anularla. Hay claramente un trato desigual a quien, guste o no, fue electo por los jaliscienses.Lo menos que se puede esperar de una presidenta es institucionalidad. Si la decisión desde el gobierno de la república es seguir apoyando a los estados del sur como una forma de igualar oportunidades, si la visión que tienen el gobernador electo de Jalisco no coincide con la del gobierno de la república, Sheinbaum tiene todo el derecho a plantear que su gobierno tiene otras prioridades para el presupuesto. Lo que es inadmisible es que se relegue a un gobernador, el que sea, por cuestiones ideológicas.Soy enemigo de los eslóganes chauvinistas como el de “defendamos a Jalisco”. A Jalisco no hay que defenderlo, hay que fortalecerlo, fortalecer sus instituciones: un sistema recaudatorio eficiente y con mayores capacidades (sí, eso significa que nos van a cobrar más y a más, de eso se trata); un sistema de salud más eficiente y cercano a las personas; un sistema de educación que sin alejarse de la visión nacional dé el extra (escuelas de tiempo completo, desayunos escolares, conexión a internet, etcétera) sobre todo en las comunidades más necesitadas; un sistema de solidaridad y subsidiariedad social que sume lo público y lo privado; instituciones culturales más fuertes. En síntesis, sí, hay que exigir lo que nos corresponde en el pacto federal, pero sobre todo tenemos que hacernos cargo de nosotros mismos.Frente a un gobierno con actitudes sectarias, lo más importante es romper el esquema dicotómico. Frente a un gobierno nacional que premia la univocidad, hay que construir el paraíso de la pluralidad. No se trata de salirse del pacto federal ni de rasgarse las vestiduras, sino de encontrar salidas propias que nos hagan más fuertes, más independientes y seguramente, a la postre, más respetados.diego.petersen@informador.com.mx