Martes, 12 de Agosto 2025

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Segundos pisos, los otros costos

Por: Diego Petersen

Segundos pisos, los otros costos

Segundos pisos, los otros costos

Ya no caben los coches, de eso no hay duda. Los embotellamientos son cada día más prolongados y las filas de autos más largas. El tiempo perdido en los automóviles o el transporte público es incuantificable y la calidad de vida de los ciudadanos de la zona metropolitana de Guadalajara cada día peor. Como ha sucedido invariablemente los últimos sexenios, cada que se habla del tema del tráfico sale a relucir la propuesta de los segundos pisos. ¿Son realmente una solución?

Para mover automóviles, sí. Sin duda, tener dos carriles más por sentido amplía el área de desplazamiento para los autos, lo cual lógicamente hará que circulen con mayor amplitud y, por tanto, mayor velocidad. Quien quiera ir rápido, que pague y se vaya por arriba; es la lógica de estos viaductos de cuota. ¿Cuánto se cobra? Lo suficiente para que quien construya la infraestructura -porque es evidente que los Gobiernos no tienen dinero para esto- recupere su dinero con una utilidad.

Es, sin embargo, en los costos donde la puerca tuerce el rabo. ¿Qué elementos debemos meter en el costo de una obra de este tipo? Normalmente solo hablamos de los costos de construcción -movimientos de tierras, varilla, cemento y mano de obra- y del costo financiero de quien financia. Nadie habla de los otros costos, los costos que tienen este tipo de obras para la ciudad y que merecen, al menos, ser metidos en la ecuación.

Los viaductos depredan y pauperizan las zonas por las que pasan. Basta ver lo que ha sucedido con los usos de suelo en la avenida López Mateos desde que, a principios de este siglo, se decidió hacerla viaducto (un viaductus interruptus, pero viaducto al fin): decenas de terrenos abandonados, locales vacíos, cambio de giros. La construcción de un segundo piso va a pauperizar aún más la zona; quedará convertida solo en un lugar de paso. Es mucho el valor que se pierde y no es una pérdida abstracta: lo pierden predios y personas concretas que serán afectadas por la obra. Mínimo merecen ser escuchadas.

Los viaductos elevados tienen también un impacto ecológico. De entrada, son muchos árboles los que tendrían que sacrificarse y que no pueden reponerse en la zona. El ejemplo de avenida Revolución con la Línea Tres del Tren Eléctrico es el más claro y reciente. Nadie supo explicar dónde ni cuántos árboles se sembraron para reponer la masa forestal derribada. Fue una tomadura de pelo. Más allá de rollos, hay un costo ecológico que hay que considerar.

El tercer elemento, y quizá más importante, es decidir qué ciudad queremos. Construir un viaducto de este tipo es un incentivo más para la dispersión urbana. Favorecerá el crecimiento en estrella, alrededor de los ingresos metropolitanos. Vuelvo a citar la maravillosa frase de Juan Palomar: “Siembra viaductos y te crecerán los autos”. Construir un viaducto como el que se está planteando en López Mateos va a contracorriente del proyecto de ciudad que la generación que ahora está en el poder, comenzando por el Gobernador Pablo Lemus, ha planteado. ¿Cambiaron de opinión?

¿Qué ciudad queremos? Se requiere mucho más que una encuesta y un par de foros para una decisión que tiene efectos secundarios, genera daños colaterales importantes y modifica el derrotero de la ciudad.

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