Hay una sobreproducción de Agave Azul Tequilana Weber, el que se utiliza para la elaboración del tequila. No es sorpresa. De unos años para acá el paisaje de Jalisco ha cambiado. No hay ladera, parcela, coamil o borde de carretera que no haya sido invadida con agave. Cerros completos fueron desmontados para sembrar la planta del tequila, lo que llevó a la Secretaría de Medio Ambiente del Estado, cuando la encabezaba Sergio Graf, a buscar un acuerdo con el Consejo Regulador del Tequila (CRT) para no certificar el agave sembrado en terrenos deforestados. A pesar de las restricciones, los productores de agave se multiplicaron por 10 en menos de una década. Los cuatro mil 600 productores que estaban registrados ante el CRT en 2016 se convirtieron en cerca de 45 mil el año pasado, lo que desquició el mercado. ¿Qué pasó?Una de las explicaciones para esta multiplicación es la entrada de especuladores al mercado del agave. Súbitamente, algunos fondos decidieron que este era un buen producto para invertir. Comenzaron a rentar tierras a agricultores tradicionales y convencieron a sus clientes de hacer una inversión a mediano plazo (la planta tarda entre cinco y siete años para madurar). Entre el 2016 y el 2018 el número de productores registrados ante el CRT se había duplicado, pero la máxima explosión llegó con la pandemia. El aumento en el consumo de alcohol en todo el mundo durante el encierro llevó al agave a un precio de 30 pesos por kilo en 2021 y el número de productores registrados pasó de los 18 mil que se había alcanzado ya en 2020 a 36 mil en 2022. En este mismo año, el consumo de alcohol en todo el mundo, incluyendo el tequila, regresó a los niveles prepandemia y el ritmo de crecimiento se estancó. A mediados del año pasado, con las tequileras sobreinventariadas y las cosechas en aumento, el precio del agave se derrumbó hasta cinco pesos por kilo.Esta crisis plantea tres grandes retos para Jalisco. El primero es de carácter socioeconómico. Hay productores que son y han sido parte de la cadena de valor del tequila. A ellos la industria tequilera los quiere y necesita rescatar para evitar que quiebren y se rompa la cadena de suministro. Se calcula que son cerca de seis mil los que están en esta situación.El segundo reto es político. Los productores golondrinos, los que incursionaron recientemente en la siembra de agave, están recurriendo a los viejos líderes del Barzón para presionar al Gobierno a través de manifestaciones, cierre de plantas tequileras y probablemente pronto los tendremos en las calles de la ciudad. Esos no le preocupan gran cosa a la industria, pero sí al Gobierno.El tercer reto es ecológico. Los especuladores van a reconocer pérdidas, pero van a dejar las tierras rentadas sin cosechar. Si los agaves se pudren en el sitio de siembra no sólo van a contaminar el suelo, sino que se corre el riesgo de una crisis fitosanitaria que afecte la producción futura de agave. Eso preocupa a la industria y al Gobierno, y nos debe preocupar a todos.