¿Cuál es el país que tiene la presidenta Claudia Sheinbaum en la cabeza? La pregunta surge después de escuchar los discursos del Zócalo por los 100 días y el Plan México que son en gran medida contradictorios con las políticas públicas y el presupuesto aprobado en diciembre pasado.Dos propuestas llaman fuertemente la atención por la contradicción: hacer de México un país de ciencia y los proyectos de inversión.Hacer de México una potencia científica, no digamos a nivel mundial sino latinoamericano, requiere de una política pública de largo plazo y de una apuesta seria por el desarrollo de la ciencia y la tecnología. Un país en que la mitad de los alumnos salen de secundaria sin comprender lo que leen y sin capacidad para resolver las cuatro operaciones básicas (sumar, restar, multiplicar y dividir) no parece tener mucho futuro en materia científica. Cualquier país que quiera hacer una apuesta por esa vía tiene que comenzar por mejorar sustancialmente su educación básica. El nuevo modelo de la escuela mexicana, como se ha llamado al plan de estudios desarrollado en el sexenio pasado, puede tener muchas virtudes, pero claramente no es una apuesta por el conocimiento científico. La creación de la Secretaría de Ciencia y Tecnología que sustituyó a Conahcyt no tuvo un incremento presupuestal, por el contrario, al mismo presupuesto se le cargó la creación de las universidades Rosario Castellanos. Las universidades no tienen más presupuesto en términos reales, se le aumentó sólo la inflación y eso después de corregir un “error” que no fue otra cosa que una intentona de bajarles los recursos.La política de industrialización planteada en el Plan México está basada en gran medida en inversión extranjera que requiere dos cosas: una nueva política energética y seguridad jurídica. El modelo energético planteado en las reformas del sexenio pasado que regresan a la CFE el control no sólo de la política sino del mercado energético son un dique para el desarrollo. Lo mismo sucede con el Poder Judicial. No es que antes fuera puro e independiente, por supuesto que no, todo lo contrario, pero la reforma lejos de apuntar hacia una mejor justicia la deja solo en manos de una nueva casta política.La ciencia es enemiga de la demagogia, porque si algo distingue a la ciencia es la pasión por la verdad. Una Presidenta que es capaz de decir que bajaron 16 por ciento los homicidios en los primeros 100 dias de su Gobierno comparando solo cifras de dos meses, uno de ellos diciembre que estacionalmente tiene una baja en el número de asesinatos; o que presuma que el empleo esta en niveles históricos cuando estamos en un periodo terrible de destrucción de empleo por falta de inversión es, por decir lo menos, muy poco serio para una científica.Hay un divorcio entre el país que la Presidenta tiene en la cabeza y las políticas públicas, entre lo que se dice que se va a hacer y lo que sucede en la realidad, ya no digamos de las regiones del país sino del mismo Gobierno que ella encabeza.diego.petersen@informador.com.mx